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Se cumple el centenario del raid de los dos caballos criollos que unieron Buenos Aires con Nueva York. Testimonios del escritor Pablo Zubiaurre y de Oscar Solanet que facilitó fotos y documentos inéditos
El jinete Tschiffely con Mancha y gato
Marcelo Ortale
Marcelo Ortale
En 1925, hace cien años, dos caballos criollos –Mancha y Gato, jineteados por el suizo Aimé Tschiffely- partieron desde Buenos Aires y completaron el raid hasta Nueva York, en una travesía que admiró al mundo y que permitió valorar las cualidades y resistencia de esos caballos. Y ahora se editó otro libro que recuerda la hazaña e incorpora datos de mucho interés. En realidad, el protagonista profundo de estas dos historias es la raza criolla, cuyas características permitieron semejante proeza.
Este año, acaba de publicarse Gato, Mancha y Aimé (Libros del Espinillo,2025), una obra escrita por Pablo Zubiaurre, escritor, historiador y exintendente de Ayacucho, sobre la idea y colaboración de Oscar Solanet, propietario del campo El Cardal de esa localidad en donde su padre, Emilio Solanet, crió a Mancha y Gato y promovió la gira de esos dos caballos criollos. Los Solanet tienen “El Cardal” desde 1888.
Tschiffely había publicado su diario de viaje en Londres, donde residía, recién en 1933 y en idioma inglés. Después lo pudo publicar con señalado éxito en numerosos países europeos, americanos y en la Argentina, en donde lo editó Emecé en 1944. Ese libro, Mancha y Gato de Tschiffely (un argentino por convicción, que fue profesor de inglés en el Colegio San George de Quilmes), es atrapante y, al mismo tiempo, deja testimonios maravillosos sobre todos los países de América que atravesaron los tres protagonistas en los tres años que duró la travesía. Es difícil dejar de leer Mancha y Gato, pero es casi imposible no releerlo cada tanto.
En el luminoso y verde parque que rodea al casco de la estancia El Cardal se encuentran enterrados los huesos de ambos caballos y enfrente se erige un monumento que custodia las cenizas de Tschiffely.
Oscar Solanet recibió hace pocas horas a este cronista para hablar sobre el libro que acaba de publicarse ahora, y, entre otros datos, acerca de cómo su padre, Emilio Solanet, había comprado a Mancha y a Gato a un cacique tehuelche en la zona del sur cordillerano, junto con otros ochenta caballos a los que trajo luego en arreo desde allá hasta Ayacucho.
“¿Qué es lo que buscaron Solanet y usted cuando decidieron hacer y publicar este libro?”, se le preguntó al historiador y escritor Zubiaurre respondió: “Lo que buscamos, además de conmemorar el centenario del raid de Mancha y Gato, que fue el disparador, fue hacer un libro para este tiempo. Un libro que partiendo de la obra de Tschiffely, contara también la vida de este escritor, la de Emilio Solanet y la de Mancha y Gato”.
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Zubiaurre es profesor de Historia, graduado en la Universidad Nacional de Mar del Plata y escribió varios libros sobre su materia. Además fue dos veces intendente de Ayacucho, localidad que cuenta con el honor de haber sido la única nombrada en el poema Martín Fierro de José Hernández. Un prestigio histórico al que le suma el hecho de que los Solanet, cuyo campo se encuentra cerca de Ayacucho, criaron a Mancha y Gato, además de haber colaborado financieramente con la gira hasta Nueva York. Cuenta con un museo regional que causa envidia y se celebra siempre la Fiesta Nacional del Ternero. Nada impediría, entonces, que Ayacucho haga sonar sus campanas y reclame su condición de capital criolla del país.
Hace cien años, los caballos Mancha y Gato fueron de Buenos Aires a Nueva York
También influyó en este nuevo libro, dice Zubiaurre, “el hecho de que la obra de Tschiffely, si bien logró superar el paso de los años y mantiene vigencia en el periodismo y en la memoria popular, queremos que esta recreación ayude a facilitar ese recuerdo a las nuevas generaciones y agregar aquellos datos que se fueron sumando después, como la correspondencia cruzada entre Emilio Solanet y Tschiffely, o su amistad posterior. Así que lo que quisimos fue hablar de lo mismo, pero en la medida de este tiempo”.
Una de las introducciones del libro es un artículo de ese magnífico escritor de la llanura –Roberto Cunninghame Graham, nacido en Escocia, pero afincado aquí y más argentino que escocés- titulado “Para los tres amigos, Tschiffely, Mancha y Gato”. El libro de Zubiaurre-Solanet, editado en lo que podría denominarse alta gama, tiene 225 páginas y centenares de fotos aportadas por la familia Solanet, muchas de ellas ciertamente emotivas como un cruce de los “raidistas” sobre un alto y precario puente colgante en Centroamérica, la parada de jinetes mexicanos haciéndole el honor, el desfile de Mancha en medio de una plaza de toros también mexicana y la gloriosa llegada a Nueva York.
Oscar Solanet viste alpargatas, bombacha criolla color beige, camisa azul de manga corta a rayas blancas y sombrero sencillo, con el ala algo inclinada en la parte delantera para cubrirse del sol que alumbra el parque en torno que rodea al bello palacete con algo de estilo neonormando y de sencillez argentina. Hay cinco esforzados peones que atienden El Cardal: el propio Solanet, su mujer y los tres hijos varones.
Con extrema amabilidad recibe al cronista y a poco empieza a caminar lentamente para mostrar la tumba de Mancha y Gato recostada sobre un monte, enfrentada al monumento que en unos diez metros guarda las cenizas del jinete que los llevó hasta Nueva York en un raid histórico.
“Mi padre, Emilio, le facilitó a Tschiffely los caballos Mancha y Gato que crió aquí, porque se dedicó a identificar a los caballos criollos, en una tarea que le fue reconocida, entre otras entidades por la Sociedad Rural. Es un caballo fuerte, muy resistente, algo bajo porque tiene una alzada que no pasa de 1,40 a 1,50 de altura y de unos 400 a 450 kilos de peso”, reseña.
Se lo interrumpe preguntándole de dónde proviene esa raza criolla. “De los caballos que trajeron los primeros conquistadores españoles, hace más de cinco siglos. Se sabe que Pedro de Mendoza trajo padrillos y yeguas que quedaron en los campos, que se reprodujeron y vivieron en soledad y se esparcieron por todo el territorio. Así que supieron sobrevivir y multiplicarse. Se hicieron en la soledad de la llanura y de los desiertos. Entonces a mi padre le pareció oportuno apoyarlo a Tschiffely que buscó, justamente, hacer ese raid hasta Nueva York para promover las bondades de la raza criolla. Y vaya si lo consiguió”, dijo Solanet.
Solanet cuenta cómo se hizo su padre de Mancha y Gato, ya que no nacieron en el campo El Cardal, sino que fueron nativos del sur argentino. “Mi padre se enteró que había un cacique tehuelche, llamado Liempichum, que en Sarmiento (a unos 155 kilómetros al oeste de Comodoro Rivadavia, en la provincia de Chubut), criaba esos cavamos. Así que le compró unos 80 ejemplares y entre ellos vinieron Mancha y Gato. Y con algún resero que lo había acompañado, se los trajo en arreo para Ayacucho”.
Todos esos caballos criollos resultaron perdurables. Mancha y Gato murieron en 1947 y 1944, a los 40 y 36 años de edad respectivamente, unos veinte años después del raid. Volvieron a la estancia de los Solanet donde se habían criado y allá tuvieron muchos años de descanso. Una de las descendientes de Emilio Solanet contó que cuando era pequeña pudo montar en ellos, la primera vez el día en que Tschiffely fue a visitarlos. Los llamó con el chiflido que usó durante el raid a Nueva York, los caballos lo reconocieron de inmediato y se le acercaron al trote para ser acariciados, Y allí el suizo ayudó a la pequeña Solanet para que los montara.
De El Cardal se va más que por un camino, por una huella grabada en el pasto. Hay que dejar atrás unos cuatro guarda-ganados. La que no se va es la memoria de haber estado cerca de los recuerdos de tres mitos de la Argentina, del jinete Tschiffely y de Mancha y Gato. Y de haber podido recibir los testimonios generosos de Pablo Zubiaurre y de Oscar Solanet, dos criollos de ley.
El jinete Tschiffely con Mancha y gato
el historiador Pablo Zubiaurre, exintendente de Ayacucho
Ángel Solanet
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