

Ferrari es también actriz, directora y docente / Web
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Nina Ferrari escribe y publica esta obra a través de Editorial Sudestada. Un llamado a la memoria, a revivir el recuerdo
Ferrari es también actriz, directora y docente / Web
Hay libros que no se escriben, sino que se arrastran. Que se arrastran como un secreto familiar, como una carta no enviada, como una herida que no cierra. “Los días se volvieron ceniza” (2020), de Nina Ferrari, es uno de esos libros. Una novela breve y feroz, escrita en primera persona por un niño que observa, pregunta, anota. Un niño que, sin saberlo del todo, está contando una historia que no es sólo suya: la de su madre, la de su abuelo, la de un país.
La narración se construye como un diario, o como un archivo doméstico: fragmentos de conversaciones, poemas, cartas, listas. Un tejido de voces que se superponen, se interrumpen, se esconden. En ese registro fragmentario -que remite por momentos a la prosa de Tamara Kamenszain o a la ternura sin consuelo de Hebe Uhart-, Ferrari va desplegando con sutileza y violencia el mapa emocional de una familia atravesada por las secuelas de la dictadura.
La obra es un conjunto de microrrelatos, de ensayos de poemas. Hablan sobre la desidia, cuestiones políticas y el amor: tres aspectos que poco tienen de diferente. Así avanza sobre una grieta: lo que no se dice, lo que se intuye, lo que se transmite como una corriente subterránea.
Como expresa el prólogo de Lule Oke, este libro “se gesta en la calle y se pare en el aislamiento”.
Ferrari sabe que no hay que explicar demasiado: que a veces una frase puede ser más brutal que un capítulo, que una omisión puede ser más potente que una revelación. Esa es su principal fuerza: no busca el espectáculo de la denuncia, sino la liturgia íntima del duelo. Escribe desde las fisuras, desde el temblor.
“Los días se volvieron ceniza” es también una obra sobre la transmisión. ¿Qué se hereda en una familia marcada por el terror? ¿Qué le llega a un hijo de aquello que se quiso olvidar? ¿Qué se puede hacer con esa herencia? El libro no da respuestas, pero formula las preguntas con una lucidez conmovedora. Y lo hace desde una voz singular, que oscila entre la inocencia y el espanto, entre la ternura y la furia.
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Publicada por Editorial Sudestada, esta primera novela de Nina Ferrari se inscribe en una tradición de literatura que aborda los años oscuros desde la intimidad. No busca reconstruir la historia con mayúsculas. No quiere decir la verdad: quiere mostrar el daño. Nombrar lo que queda después del fuego. Contar cómo es crecer en una casa donde el pasado no se toca, pero se siente en cada rincón. Y en esa operación —valiente, delicada, honesta—, Ferrari logra algo raro: escribir una novela política sin consignas, una novela íntima sin sentimentalismo.
Cuando se abre el libro, un poema aparece: Cuando estalló el incendio / guardé una llama / dentro de mi / porque el tiempo a su paso / fue apagando todo / y hasta los días se volvieron ceniza.
La obra de la escritora argentina “se gesta en la calle y en el aislamiento”
Cuando se cierra el libro, queda una sensación incómoda, como si uno hubiese leído algo que no estaba destinado a ser leído. Como si hubiéramos abierto una caja cerrada durante años. Y sin embargo, es ahí donde la literatura se vuelve necesaria: en ese espacio donde las palabras empiezan a decir lo que el silencio no pudo.
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