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Espectáculos |Una historia de pasión y locura

“Un cine en concreto”: el albañil que amaba las películas y armó su propia sala contra todo

Omar Borcard, quijotesco protagonista de un documental, sostiene hace 19 años una sala en Entre Ríos que él mismo levantó

“Un cine en concreto”: el albañil que amaba las películas y armó su propia sala contra todo

Omar Borcard levantó en secreto una sala de cine y la sostiene hace casi dos décadas / CS Comunicaciones

8 de Febrero de 2019 | 02:34
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“Siempre se dijo que tenía la cabeza al revés, que siendo una persona tan humilde, gastar sacrificio y lo poco que tenía en eso era una locura. Pero un amigo me dijo que no importaba que me dijeran ‘el loco del cine’, porque los locos son los que cambian el mundo”, dice Omar José Borcard, un albañil de Villa Elisa, Entre Ríos, que nació hace 64 años, cuya locura es el cine y cuyo acto de insania consistió en construir una sala de cine con sus propias manos, luego de que el cine de su pueblo cerrara sus puertas.

Omar es el protagonista de “Un cine en concreto”, documental que se exhibe en el porteño Cine Gaumont y que Luz Ruciello filmó sobre el hombre que trabajó 56 años como albañil, hasta que el cuerpo lo retiró: entonces puso una zapatería y, casi en secreto, ladrillo por ladrillo, abrió su propia sala, “Cine Paradiso”.

Una quijotesca hazaña que cumple 19 años esta temporada, sobreviviendo con sus butacas desvencijadas, un viejo proyector oxidado y un público siempre en fuga, por la economía, por Netflix, por la vida.

¿Por qué este ir contra los molinos de viento? “El cine es lo que me acompañó en una infancia triste en la que mis padres se separaron. Hoy es más natural, en aquellos años era todo un drama, y yo encontré en el cine un refugio”, explica Omar sobre el nacimiento de su pasión: de chico, ya trabajando en las calles como canillita, juntaba moneda sobre moneda para ir al cine, y así surgió un amor “que va a durar hasta el fin de mis días: creo que voy a estar ya yéndome de este mundo y pidiendo que me pongan una película”, se ríe “el loco del cine”.

Ese amor “por todo el cine”, aclara serio (cita entre sus preferidas desde “El Puente sobre el Río Kwai”, “Cinema Paradiso” -por supuesto- y “Doctor Zhivago” a Sandrini y Palito Ortega, su gran ídolo, sin olvidarse de mencionar la comedia “Pasante de moda”, con Robert De Niro), no es compartido, sin embargo, con los vecinos y, a juzgar por el estado de la taquilla nacional, incluso por el país. “Acá, lamentablemente, más que estar perdiéndose se perdió la costumbre de ir al cine”, dice Omar sobre Villa Elisa, que tuvo su edad de oro cinematográfica hace décadas, antes de que la sala que funcionaba en la biblioteca cerrara. “La gente no concurre al cine, está enloquecida con Netflix”, se queja.

Pero “Cine Paradiso” sigue: sostenido por un grupo de gente fiel al cine de Villa Elisa, con los que incluso brindan en fin de año, antes de cada cierre de temporada, y también “con los niños, que se renuevan”: Omar dice que una de las misiones de su cine es sacarlos de la calle y los problemas, y llevarlos al mágico mundo del séptimo arte.

Pero no alcanza. Siempre sobra brío y tesón, pero nunca alcanza el dinero. Omar confiesa que vive con una pensión que apenas le alcanza, al punto de que casi no arranca la temporada (“los vecinos me dieron cositas que podía hacer”, changas, para poder abrir, cuenta). Igual, el cine ofrece las entradas a sumas módicas, casi simbólicas, regala boletos por los barrios y no tiene drama en dejar entrar al que no tenga plata.

Y ahora, con el estreno de “Un cine en concreto”, la sala vive una primaverita, cuenta Omar entre risas. “Para un humilde albañil es muy fuerte estar en un festival de cine: yo veía a los actores en la alfombra roja, y un día Omar el albañil estaba en la alfombra roja: no termino de caer de este sueño”, dice Omar sobre el filme que se paseó de Seúl a Perú, de Mar del Plata a Italia; pero lo que más agradece es que ahora, la ayuda llueva.

VAYAN AL CINE

Sospecha Omar, sin embargo, que es un fenómeno pasajero. “La gente es el momento, y después se olvidó”, dice el ex albañil y programador, y cuenta que tras el estreno en Villa Elisa del documental, “todo el mundo me saludo”, pero luego una vecina le comentó que “a esas personas nunca las vi en el cine. Pobre Omar, me dijo, que solo que está”.

“Es que la gente está encerrada en sus problemas, que son muchos”, se resigna, aunque también se esperanza con que la cinta revalorice el lugar de la sala. “Si todo el mundo se hace el compromiso de venir una vez al menos, podemos tener una concurrencia buena cada fin de semana”, explica. Y así, sus vecinos enamorados de Netflix y el cable podrán advertir lo que él utiliza como eslogan en el programa radial a través del cual promociona la actividad de su cine: “Veala en su casa o vívala en el cine”, lanza para explicar la diferencia entre la sala y el living.

La lucha sigue. Omar cuenta que de la Municipalidad, aún con el ruido que viene generando el documental desde el año pasado, con su visita a numerosos festivales internacionales, le ha llegado “cero” ayuda. Declararon de interés municipal la película, y Omar se entusiasmó, pero la declaración no se extendía a la sala, por lo cual consideraron que ayudar al cine no era necesario.

“El día que haya que reponer una lámpara, con la economía dolarizada, podría hasta ser la muerte de la sala”, dice Borcard ante esta situación de desamparo. Aunque, rápido, se corrige: “No creo, porque voy a pelear a muerte. El cine para mí es como la sangre para Drácula: la necesito”.

 

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