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Algunos países como Suecia y Dinamarca ya van camino a dejar atrás el uso de billetes y monedas para reemplazarlo por medios de pago electrónicos. Beneficios y desventajas de una verdadera revolución
Tras siglos de regir al mundo, ese “poderoso caballero” al que cantaba Quevedo parece próximo a su fin. Suecia, el primer país europeo en emitir billetes allá por 1661, ya le puso fecha de caducidad para 2030; y el gobierno de Dinamarca hace tres años que no fabrica billetes ni monedas con la idea de erradicar en breve el efectivo para suplantarlo por dinero digital.
Así como el avance de la tecnología ha revolucionado en los últimos años la forma en que escuchamos música, accedemos a las noticias, pedimos un taxi y hasta vemos televisión, también el uso de dinero en efectivo ha venido perdiendo terreno en algunas economías donde hoy se encuentra ya a un paso de desaparecer: en Suecia, por ejemplo, los billetes y las monedas apenas circulan en un 2% de las transacciones; y se calcula que su participación en la zona Euro apenas si alcanza el 10.
Frente a este escenario cada vez son más los economistas que consideran que el uso de dinero en efectivo es ya un “anacronismo” sin justificación. Así lo han señalado entre otros el consejero delegado de Deutsche Bank, John Cryan, quien afirmó hace unos meses que “el dinero físico probablemente no existirá en una década porque es terriblemente ineficiente y costoso”, y el prestigioso economista alemán Peter Bofinger, uno de los asesores de Angela Merkel, quien aboga por eliminarlo en su país.
El problema por lo pronto es determinar qué sistema podría reemplazarlo mejor. En un mundo con 2.500 millones de personas que no están bancarizadas, las tarjetas de débito y crédito no serían la opción ideal. De acuerdo con un estudio del Instituto de Ingenieros Eléctricos y Electrónicos, la asociación de profesionales técnicos más grande del mundo, la alternativa más viable sería recurrir a los teléfonos inteligentes, cuyo nivel de penetración entre la gente es mucho mayor.
Algunos expertos se muestran sin embargo cautos con respecto a pronosticar su final. Y es que si bien no dudan de que el uso de dinero en efectivo terminará tarde o temprano por desaparecer, creen que tal vez no sean tan pronto, ya que el mayor desafío para que eso ocurra no pasa por la tecnología sino por el peso político y económico de adoptar tal decisión.
¿Pero cuál es el sentido de dejar atrás un sistema de pago que viene funcionando desde hace cientos de años y al que todo el mundo puede acceder?. Si bien los expertos podrían enumerar decenas de razones, existen tres que suelen imponerse en términos sociales a todas la demás. Y la primera de ella es la evasión fiscal.
Incluso en países con un fuerte control impositivo, el dinero físico representa enormes pérdidas para el fisco. En Estados Unidos, por ejemplo, el gobierno calcula que pierde unos 100 millones de dólares cada al año sólo en impuestos por pagos en efectivo que no se declaran.
Al reemplazar los pagos con billetes anónimos por transacciones electrónicas minuciosamente documentadas, los gobiernos no solo evitan la evasión fiscal sino obligan al blanqueo de capitales. Con este criterio, Francia y España ya han aprobado leyes que prohiben las compras en efectivo por importes superiores a los 1.000 y 2.000 euros, respectivamente.
Pero controlar la evasión fiscal no es el único beneficio que ofrece a los gobiernos el dejar atrás el uso de dinero en efectivo: otra importante ventaja pasa por la posibilidad de poner freno a numerosas actividades criminales que se sustentan con dinero en negro.
¿Cuál es el sentido de dejar atrás un sistema de pago que viene funcionando desde hace cientos de años? Si bien los expertos podrían enumerar decenas de razones, existen tres que suelen imponerse a todas la demás. Y la primera de ella es la evasión fiscal
Así lo plantea entre otros el ex economista jefe del FMI Kenneth Rogoff en su reciente libro “The Curse of Cash” (La Maldición del Efectivo). De acuerdo con el autor, que enseña Política Pública en la Universidad de Harvard, el efectivo es la mejor manera de financiar actividades que involucran el tráfico, el fraude y el terrorismo.
Rogoff sostiene también que una economía sin dinero en efectivo (donde la gente compre productos y servicios, pague cuentas, y haga todas sus transacciones monetarias con algún medio digital) hace más efectiva la política monetaria del país. Y es que además de reducir el costo de las operaciones bancarias, el transporte, la burocracia y el mantenimiento de cajeros, también se evita el gasto de producir billetes y monedas, que no es ciertamente menor.
Claro que no todos son puntos a favor. El reemplazo del dinero en efectivo por medios de pago electrónico es visto en muchas economías con enorme resquemor. Y es que si bien el hecho de que exista un registro más minucioso de las transacciones y los capitales puede ser visto con interés por los gobiernos con buena reputación institucional (como es el caso de Suecia o Dinamarca) no así por aquellos que intentan mantener un fuerte control sobre sus capitales, registran altos niveles de corrupción o presentan riesgo de sufrir colapsos de sus sistemas bancarios.
Otro factor que suele inquietar en torno a la posibilidad de reemplazar las transacciones físicas por digitales es la seguridad. Como revela un sondeo realizado por el Instituto de Ingenieros Eléctricos y Electrónicos, un 46% de los consumidores teme realizar transacciones a través de plataformas móviles por la posibilidad de que sus datos sean robados por hackers y un 72% considera que los servicios bancarios en línea son los que tienen mayores posibilidades de sufrir ataques informáticos.
Muchos de los que recelan de la idea de poner fin al dinero en efectivo señalan -como se ha dicho ya- que la población no bancarizada constituye un fuerte obstáculo hacia medios de pago electrónicos porque un cambio de esa naturaleza podría marginarla más aun. Así lo menciona Eduardo Righi, el director de Servicios Financieros de PayPal América Latina, quien entiende sin embargo que “con los sistemas actuales la gente que tiene un teléfono inteligente también tiene una cuenta virtual, sin necesidad de tener un vínculo con los bancos o entidades financieras, lo cual reduce el problema”.
“También están los que dicen que las iglesias y las ONG sobreviven gracias a las donaciones, y que un alto porcentaje de las personas que las realizan prefiere el anonimato”, agrega Righi al señalar que tampoco esto sería un obstáculo dado que “ya existen sistemas para realizar donaciones electrónicas de manear sencilla, segura y anónima”.
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