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Séptimo Día |LA FÓRMULA DE ALBERT CAMUS

Vecinos que lograron ganarle al miedo de la pandemia

Residentes de la zona de 4 entre 39 y 40 de La Plata se organizaron desde la llegada del Covid-19 para no bajar la guardia. Ganaron en calidad de vida y se hicieron de nuevos y buenos amigos

Vecinos que lograron ganarle al miedo de la pandemia

Vecinos de la zona de 4 y 40 en el reciente festejo por el Día de la Primavera / EL DIA

MARCELO ORTALE
Por MARCELO ORTALE

2 de Octubre de 2022 | 06:24
Edición impresa

¿Qué legado deja la pandemia que causó hasta ahora la muerte de seis millones de personas en el mundo? ¿Qué enseñanzas la cuarentena estricta y prolongada? El encierro se inició el 19 de marzo de 2019 y se extendió, riguroso, hasta el año siguiente. Las calles quedaron semivacías. Por temor al contagio las autoridades decidieron utilizar un gigantesco candado sanitario.

Las escuelas debieron cerrar, los comercios y fabricas bajar sus cortinas metálicas. Cines cancelados al igual que teatros, deportes y simples caminatas. Puertas con llave en oficinas talleres, lugares de esparcimiento. Todo peatón se volvió sospechoso. Un flemático remero inofensivo fue perseguido por helicópteros en el Delta, una mujer de edad fue desalojada de su reposera por diez policías, porque había ido a tomar sol a los parques de Palermo. La pandemia fue, realmente, una “belle epoque” para las sobreactuaciones. Algunas escenas que se vieron parecían irreales, aunque fueron ciertas y dramáticas. Sólo caminar para ir a hacer las compras fue el bando oficial. El virus había prohibido al mundo.

Pero el Covid-19 dejó mucho más que ese tendal: si bien el saldo físico en nuestro país fueron 127.439 víctimas fatales y más de 9 millones de contagios, también debieron alterarse costumbres. Corazón y mente de las personas sufrieron como nunca antes, hasta quedar como un velo flotante de pesadumbre. Se polemizó por las demoras y la calidad de las vacunas, por los pocos centros de salud habilitados, por los vacunados VIP, por los barbijos. Y ocurre que ahora también, ya saciada la furia de ese huracán, son legión los que aún siguen sufriendo cuadros médicos inesperados, muchas personas segregadas por decisión propia, arrumbadas en alguna silla de sus casas, sin poder sumarse mentalmente a la nueva realidad.

En cambio, es cierto que muchos le dieron pelea a la peste. Los médicos y enfermeros sometidos a una presión impiadosa por parte de un virus desconocido, no se quedaron cruzados de brazos, no bajaron la guardia y se fueron a las trincheras, para combatir hasta hoy con pocas armas contra un enemigo invisible y voraz. Primero los elogiaron, los elevaron a las alturas, los aplaudieron quince minutos todas las noches. Después, los olvidaron.

 



Vecinos de calle 4 compartiendo un encuentro en la vereda / EL DIA

 

Pero no sólo ellos no desertaron de esa guerra. Hubo ejemplos magníficos de solidaridad, de ganas compartidas de vivir. Ceci, una vecina platense cuenta ahora que primero la calle y luego su barrio se movilizaron, se rebelaron contra el quietismo y así fue que decidieron en forma colectiva sumarse a una mejor calidad de vida.

“Empezamos a los pocos días del inicio de la pandemia, en marzo del 19, con una compra comunitaria de verduras, frutas y huevos. Aldo, un vecino nuestro, propuso que hiciéramos una compra de verduras y frutas. Nos pareció una buena idea. Aldo después repartía desde su garaje las verduras y cada uno le pagaba la parte correspondiente de las mercadería. Y bueno, así empezamos, con vecinos que se fueron sumando al grupo y ahora, cuando lo peor pareciera que ya pasó, el grupo se agrandó y nos juntamos muchas veces” dice otra de las organizadoras.

 

Ellos utilizaron el mismo método que describió Albert Camus en su novela “La Peste”

 

Todo empezó en la cuadra de 4 entre 39 y 40. Aquella compra comunitaria derivó en nuevas reuniones mientras iban quedando sin vigencia las medidas de prevención contra el Covid y el grupo de vecinos creció, quiso conocerse mejor. “Seguimos con la alarma vecinal, hasta que alguien propuso hacer un asado en la vereda, con un chulengo. Éxito total, sacamos el chulengo y ya estábamos juntos empezando con unos choris”.

De allí, siguió contando, pasaron a las reuniones en las casas de alguno: “la primera que ofreció su casa fue Gabi. Entonces apareció una guitarra y empezamos a cantar zambas. También alguien propuso que fuéramos en bicicleta a Punta Lara y lo hicimos así: los varones fueron en bicicleta y las mujeres íbamos después en algún auto, llevando sillas playeras, alimentos y todo lo que hiciera falta”.

UNA SOCIEDAD ESPERANZADA

El sábado pasado los vecinos festejaron el Día de la Primavera. Todo se inició como una alternativa en la cuarentena. Retornan al inicio: “nadie podía moverse, salvo para hacer las compras”. Corrían tiempos duros, pero los habitantes de un barrio de La Plata le buscaron la vuelta a la cerrazón y a partir de las compras comunitarias enhebraron hasta ahora un modelo sencillo de sociedad más esperanzada, con bailes, fiestas y cánticos.

 

“La peste había quitado a todos la posibilidad de amar e incluso de amistad”

 

Allí están algunos de los nuevos amigos: Gaby, Cuca, Pedro, Andy, Aldo, José, Victoria, Lalo, Maricarmen, Alfred, Edgar, Rusa, Cecilia, Lato, entre tantos otros. Pidieron reserva de sus apellidos, no por temor sino para evitar algún tipo de ostentación, de exagerado protagonismo, que no los buscan. “Se armó de a poco una corriente muy linda y ahora se sumó una banda musical formada por chicos” añadieron. “Lo que no abandonamos ahora es la vereda, el espacio público. Estamos todo el tiempo imaginando nuevas reuniones”

CAMUS

Ellos utilizaron, acaso sin saberlo, el mismo método para salir de una pandemia que el que describió hace más de medio siglo Albert Camus, en su novela “La Peste”. El argumento refleja los terribles efectos de una peste bubónica en la ciudad de Orán. Camus alude al egocentrismo obsesivo que gana a cada habitante cuando llega un mal colectivo. A nadie le preocupa la suerte del otro. El miedo a la enfermedad domina todo.

La semejanza de la peste en aquella ciudad portuaria de Argelia ubicada sobre el Mediterráneo, con lo que setenta años después ocurrió con el Covid-19 no deja de llamar la atención. La propagación imparable de la enfermedad había empujado a las autoridades de Orán a imponer un severo aislamiento. Orán con la peste fue una ciudad en la que nadie reparaba en las existencias ajenas. Sus habitantes carecían de sentido de la comunidad.

El humanismo heroico se concentra en el personaje central de la novela, el doctor Rieux. Este protagonista pone de manifiesto que en las epidemias le atribuimos una importancia excesiva a nuestro yo y que, en cambio, la grandeza del ser humano reside en su capacidad de amar, de entregar lo mejor de uno para los demás, sin que una ambición personal lo impida. Además, exalta la capacidad del médico frente al dolor de los demás. “No hay nada positivo en una peste, salvo cuando se va imponiendo la defensa y exaltación de lo humano. Esa es la única puerta de salida”.

 



Albert Camus / Web

 

La defensa de lo humano. Esa consigna refleja lo esencial de la obra de Camus. Y la peste tiene además otra característica: con sólo dar un paso, la gente puede pasar del extremo egoísmo a la entrega generosa. La distancia es corta entre esos extremos.

El filósofo y escritor español Rafael Narbona afirmo que Camus enseñó que “las peores epidemias no son biológicas, sino morales. En las situaciones de crisis, sale a luz lo peor de la sociedad: insolidaridad, egoísmo, inmadurez, irracionalidad. Pero también emerge lo mejor. Siempre hay justos que sacrifican su bienestar para cuidar a los demás”.

 

 Hubo ejemplos magníficos de solidaridad, de ganas compartidas de vivir

 

El personaje principal de la novela de Camus, el médico Rieux, dice en uno de sus parlamentos: “La peste había quitado a todos la posibilidad de amar e incluso de amistad, pues el amor exige un poco de porvenir y para nosotros no había ya más que instantes”. Sin embargo, abajo laten el coraje, la bondad, la honestidad humana. El médico Rieux o Camus dirán también una de las frases más definitorias y emblemáticas: “En el hombre hay más cosas dignas de admiración que de desprecio”.

En su artículo, titulado “La peste: Albert Camus en los tiempos del coronavirus”, Narbona afirma que “el Covid-19 o coronavirus ha impulsado a muchos lectores a releer o a leer por vez primera “La peste”, buscando recursos para afrontar el largo exilio en casa impuesto por las autoridades sanitarias. La enfermedad siempre está ahí, pero pensamos que sólo le concierne a los otros. Ahora es asunto de todos. Nuestra campana de cristal se ha agrietado. No somos invulnerables”.

Se empezó con interrogantes y se termina con estos otros, formulados por Narbona: “¿Qué es lo ético en una epidemia? Luchar con “honestidad”. Luchar por el hombre, a pesar de todas sus imperfecciones. En esa batalla, el fanatismo ideológico solo estorba. Hay que mirar más allá, pensando sólo en lo humano. ¿Cómo se recordará la peste cuando pase? ¿Tal vez como una hoguera cruenta e interminable? No, más bien como “un ininterrumpido pisoteo que aplasta todo a su paso”.

 

 

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