Los postes de barberos se sumaron al paisaje de las calles platenses

Que las barberías se han puesto de moda ya no sorprende a nadie, con esa curiosa estética masculina capaz de combinar sillones negros con paredes de igual color, en las que resaltan discos de vinilo, botellas de whisky y muñequitos de Star Wars o de los Simpson. Si en el imaginario colectivo representan algo parecido al paraíso de los hombres, en esta suerte de cielo de las barberías tampoco faltan los aros de luz, la música a volumen de bar en happy hour y referencias a motos o a guitarras. O motos y guitarras.

“Ahora hay muchas; casi tantas como cervecerías”, dice uno de los encargados de un local del centro platense en el que prefieren ser reconocidos como peluquería masculina antes que como barbería. Después de todo abrieron sus puertas hace más de 30 años, cuando “los hombres se cortaban el pelo cada dos meses. Ahora vienen cada 15 días”, dice Luis Di Francesco, uno de los dueños.

Por entonces, los negocios del rubro tampoco se identificaban con ese adminículo que de un tiempo a esta parte empezó a aparecer en la fachada de casi todas las barberías de La Plata, sin importar la jerarquía ni el barrio en el que se encuentren. Se trata del tradicional poste de barbería o “Barber Pole”, un cilindro con los colores blanco rojo y azul en forma helicoidal, cuyo origen se remonta ni más ni menos que a la Edad Media.

Por aquel entonces las operaciones quirúrgicas las hacían los clérigos, por tratarse de las únicas personas ilustradas, y fueron ellos los que decidieron tomar como asistentes a quienes consideraban los más capacitados para esa tarea: los barberos. Es que el gremio estaba ya familiarizado con algunas formas de cirugía menor, como sacar dientes, aplicar enemas, sanguijuelas o vendajes. Y, de hecho, los más osados llegaban incluso a amputar piernas, reducir fracturas y trepanar cráneos para aliviar migrañas.

En aquella época se consideraba a la sangría como una práctica muy saludable, para lo cual los barberos sumergían el brazo del paciente en agua caliente y le hacían un torniquete. Buscaban entre las venas hinchadas la más sobresaliente y extraían la sangre abriendo una incisión.

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Esto les valió el nombre de “cirujanos barberos” y les dio la chance de formar un gremio reputado, con salarios importantes. No es que estuvieran altamente capacitados en estas prácticas complejas, pero tenían coraje y, a mano, herramientas afiladas como las hojas de afeitar, sin pasar por alto la necesidad apremiante de los clientes. Digamos todo.

¿Qué tiene que ver todo esto con el cilindro que vemos hoy en cualquier calle de La Plata? Es que en medio de estos menesteres, los barberos ataban a un poste las vendas que necesitaban para las operaciones: las rojas eran las usadas que se ponían al sol para que se secasen, y las blancas se utilizaban como torniquete para extraer la sangre.

Muchas veces, el viento enrollaba las vendas en el palo, logrando el característico efecto helicoidal. Con el tiempo se volvió un símbolo característico de las barberías y también muy útil, sobre todo en un tiempo en que muy pocas personas sabían leer los carteles que indicaban el rubro del negocio.

Al tanto de esta historia, otro de los peluqueros de la calle 55 aporta como dato que los sillones de peluquería se parecen mucho a los de los odontólogos, justamente por el viejo oficio de sus antecesores. Mientras lo dice, le corta el pelo a un chiquito rubio que mira fijo al espejo, justo después de que su padre acotara que pretendía hacerse un dibujo en la cabeza, algo que claramente no sucedió.

Nicolás. Dice que por la tendencia del degradé los hombres van más seguido a la barbería

Retomando el relato, fue en el siglo XII que el Concilio de Letrán (1123) prohibió todo tipo de práctica médica a los monjes y, años después, en el Concilio de Tours (1163), el Papa Alejandro III directamente vetó estas intervenciones quirúrgicas, llegando al extremo de calificarlas de sacrilegio. Esto favoreció a los barberos, aunque les causó no pocos problemas con los cirujanos con formación académica.

Tras un largo periodo en el que se excedieron de sus competencias, en 1745 el rey Jorge II de Gran Bretaña, presionado por los colegios de cirujanos, decidió separar definitivamente estas corporaciones y obligar a los barberos a que se limitasen a cortar pelo y arreglar barbas.

Con respecto a los colores del barber pole, una teoría sostiene que la separación de ambas profesiones derivó también en la obligación de que cada una se identificara con un símbolo, quedando el rojo y blanco para el recién creado Colegio de Cirujanos y sus miembros, y añadiéndose el azul para los barberos. Otra versión da cuenta de que franceses y norteamericanos le agregaron el azul en honor a los colores de su bandera, aunque esta teoría está muy cuestionada.

“ALGO DE ÉPOCA”

“Los cilindros se crearon en Londres”, cuenta Di Francesco, “llaman mucho la atención y es un clásico de la peluquería”. Ellos lo sumaron a su local anterior hace aproximadamente seis años y, con la mudanza, lo trasladaron. “Nosotros somos peluqueros”, insiste, “pero hace unos siete años las barberías se pusieron de moda con las barbas de distinto tipo, sobre todo en los jugadores de fútbol. Nosotros hacemos cortes masculinos desde hace 30 años, aunque desde hace un tiempo, con todo el tema de la igualdad, sumamos cortes femeninos. Eso sí, solo en pelo corto”.

Reconoce Luis que si bien los hombres se volvieron muy coquetos, en particular los jóvenes, a toda edad quieran verse bien. “El de 14 nos pide una cosa, el de 20 algo distinto, el de 30 o 40 otro estilo y el de 60 quiere estar muy prolijo. Es algo de la época”, cierra.

En la previa del feriado extra largo, el salón explota. Entre esas paredes en las que se destacan varias guitarras colgadas, hay niños, jóvenes y hombres de más de 50 años, que lucen cortes similares. Desde una vitrina se lucen los productos que los profesionales usan en el servicio y están a la venta.

“Los hombres usan cera, aceite para la barba y spray para que no se les irrite la nuca”, cuenta Patricio, mientras barre el pelo que dejó en el piso su último corte. Trabaja en una barbería que abrió hace un año en la zona de Plaza Paso, como sucursal de otra que funciona en inmediaciones de la estación de trenes. Él estudió ocho meses en una academia en Los Hornos, que lo formó “en corte degradé, diseño y tintura”, detalla.

Patricio. Trabaja en un local de la zona de Plaza Paso

El famoso degradé nació en la década del ‘60 en los Estados Unidos, aunque hace pocos años empezó a usarse en otros países y se viralizó por completo en este lado del mundo, de la mano de los jugadores de fútbol y algunos cantantes.

“Vienen mucho por ese corte, aunque otros traen un diseño o nos piden sugerencia de algo que les quede bien. También recortes en la barba o las cejas”, describe Patricio, quien del famoso cilindro de tres colores sólo sabe que “lo tienen muchas barberías”.

A unos metros de allí, Nicolás, de 19 años, le hace un corte fade o degradado al cero a un pibe que también ronda los 20 y lleva más de cuatro meses sin pisar una barbería: “Me dejé estar -dice- no me daba el tiempo porque estaba estudiando”.

Es que si las mujeres podemos pasar horas en la peluquería, un corte bien hecho en ellos demanda alrededor de 40 minutos, según calcula Nicolás en ese local que abrió hace tres meses, como sucursal de otro en La Granja.

“Esta zona está llena de barberías”, admite, al tanto de que “es una moda y empezó con el degradé. A mí me pasó. Antes no me cortaba y ahora me corto todas las semanas porque dura una semana y media”.

El poste puede estar fijo o girar sobre un eje, con la ayuda de un motor eléctrico. Algunos tienen luces

Confirma Nicolás que muchos clientes llegan al salón con la foto del corte o estilo que pretenden, aunque no son pocos los que aceptan sugerencias o tiran el nombre de algún famoso, pretendiendo ganar al menos un poco de su apariencia. “En ese caso tenemos que ver si el pelo se los permite, porque a veces no lo tienen ni parecido. Pero somos sinceros y con mucho tacto les decimos que no se puede”.

Todas las barberías consultadas aclaran que atienden a mujeres, sólo si usan el pelo corto o piden un recorte de puntas. De reflejos o tinturas en cabellos largos, ni hablar. Nicolás tampoco está al tanto de los orígenes del barber pole que decora el frente del local en el que trabaja, aunque sí sabe que los tres colores identifican a este rubro que atiende a un cuidado personal que se volvió rutina entre muchos platenses.

Abundan también los cursos, seminarios y academias de barberos: “Hay muchos”, confirma el joven, “con varas altas y bajas; por el precio te das cuenta. Yo prefiero pagar más y tener una buena atención al cliente”. Y el cliente asiente mientras relojea el lateral de su cabeza rapado al ras.