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Marcas y Tendencias |LA SITUACIÓN EN LA PLATA

Convivir con las secuelas del COVID, el desafío de cientos de recuperados

Cansancio, dificultad para respirar, dolores musculares y articulares se cuentan entre los síntomas que enfrentan muchos de quienes superaron el coronavirus hasta meses después de haberse infectado

Omar Giménez
ogimenez@eldia.com

15 de Noviembre de 2020 | 02:51

Más de cinco meses después de haber sido diagnosticada con coronavirus y ya con el alta médica después de haber estado internada en terapia intensiva y con oxígeno, la enfermera Mirna Valeria Pedraza (44) no logra dejar atrás las secuelas de la enfermedad. La principal de ellas es la disnea, dice, una dificultad para respirar que la obliga a limitar muchas de las actividades de su vida diaria, entre ellas, la gimnasia y el deporte, que hasta el momento en que se enfermó practicaba regularmente. Y si bien ese síntoma, que le apareció a los pocos días de infectarse, se vio atenuado en estos meses de recuperación (aunque nunca se fue), no es el único que le preocupa: “Un mes después de recibir el alta del hospital me levanté de la cama con todas las articulaciones del cuerpo doloridas e hinchadas. Los médicos me diagnosticaron una poliartritis reumatoidea que es muy molesta y limitante. Y si bien no se puede asociar con plena certeza al coronavirus es sugestivo que otros enfermeros que conozco y que también contrajeron COVID-19 tuvieron, entre sus síntomas, dolor e inflamación de las articulaciones.

Mirna es apenas una entre los muchos recuperados platenses del COVID-19 que todavía lucha contra las secuelas de la enfermedad.

María Laura Yantorno es infectóloga, presidenta de la Sociedad de Infectología de La Plata y dice que es un fenómeno que preocupa a los médicos platenses, quienes registran distintas secuelas y complicaciones que se repiten en muchos pacientes, tanto físicas como psicológicas.

En La Plata se reportan desde fatiga y secuelas respiratorias hasta manchas en la piel

 

El tema es, por estos días, materia de debate cotidiano en un grupo de WhatsApp que reúne a más de 50 infectólogos platenses tanto del ámbito público como del privado, donde se comparte información sobre estos casos, dice Yantorno.

“La enfermedad es reciente y desconocida y es por eso que no tenemos estudios ni números sobre estas secuelas y consecuencias que vamos conociendo a medida que se presentan. Lo que notamos claramente es que hay cuadros persistentes, con síntomas que permanecen hasta meses después de la infección y cuando el paciente se recuperó del cuadro agudo“, explicó Yantorno en diálogo con este diario.


Mirna Valeria Pedraza, enfermera platense, 44 años, recuperada de COVID-19.- “Un mes después de recibir el alta del hospital me levanté de la cama con todas las articulaciones del cuerpo doloridas e hinchadas. Los médicos me diagnosticaron una poliartritis reumatoidea que es muy molesta y limitante. Y si bien no se puede asociar con plena certeza con el coronavirus, es sugestivo que otros enfermeros que conozco y que también contrajeron COVID-19 tuvieron, entre sus síntomas, dolor e inflamación de las articulaciones”

El fenómeno ya había sido advertido por la Organización Mundial de la Salud y la Organización Panamericana de la Salud en el mes de agosto a través de una alerta epidemiológica en la que instaba a los profesionales a fortalecer el manejo de complicaciones y secuelas de los casos de COVID-19.

“Varios estudios apuntan que las secuelas de esta infección no sólo se limitan al aparato respiratorio, y que se han registrado también en el sistema cardiovascular y en el sistema nervioso central y periférico. Se han documentado también secuelas psiquiátricas y psicológicas”, detallaba el documento.

Desde entonces fueron varios los trabajos emprendidos en distintos países del mundo que hicieron foco en las complicaciones y secuelas del coronavirus una vez superado el episodio agudo.

El último de ellos fue difundido durante la última semana por la prensa española: una encuesta realizada por la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG) y los colectivos de afectados Long COVID Acts elaborada entre el 13 de julio y el 14 de octubre con los casos registrados durante la primera ola de la enfermedad en ese país.

Entre sus conclusiones, el estudio determina el perfil más frecuente de los afectados por el llamado COVID persistente: mujer, de 43 años y que suma un promedio de seis meses con síntomas.

La encuesta recoge, además, hasta 200 síntomas persistentes, aunque los más repetidos por los consultados fueron 87: entre ellos, los más mencionados fueron el cansancio/astenia (95,91%), malestar general (95,47%), dolores de cabeza (86,53%), bajo estado de ánimo (86,21%), dolores musculares o mialgias (82,77%), falta de aire o disnea (79,28%), dolores articulares (79%) y falta de concentración/défitit de atención (78,24%) (ver aparte).

Este estudio es apenas uno de los que puso bajo la lupa al “long haul COVID” o “COVID persistente”, sobre el cual todavía no hay demasiadas certezas.

De alguno de esos estudios surge otra conclusión: muchos de estos síntomas persistentes se presentan independientemente de la gravedad del cuadro que haya provocado inicialmente la enfermedad.

En este sentido, un estudio realizado por el Trinity College de Dublín (Irlanda) y publicado la última semana en la revista PLOS ONE se centró sobre el síntoma de fatiga crónica y determinó que se detectó en lapsos de hasta diez semanas tanto en personas que fueron internadas en grave estado cuando se infectaron como en aquellos que registraron cuadros moderados o leves.

Según destaca María Laura Yantorno, en La Plata “lo que más vemos son pacientes que han padecido COVID-19 leve o grave, que se recuperan del episodio agudo y a medida que pasa el tiempo registran una variedad amplia de complicaciones o secuelas. En muchos casos se transforman en cuadros persistentes”.

Entre los síntomas que más se detectan entre los platenses afectados se cuentan la astenia residual (debilidad o fatiga general que dificulta o impide a una persona realizar tareas que en condiciones normales hace fácilmente).

Otro de los síntomas que aparecen con frecuencia es la disnea (ahogo o dificultad en la respiración), que es más común en aquellos que tuvieron una mayor afección pulmonar y requirieron internación, dice Yantorno.


Maria Laura Yantorno,, Presidente Sociedad de Infectología de La Plata.- “Vemos pacientes que tuvieron COVID-19 leve o grave y que una vez superado el episodio agudo registran una variedad amplia de complicaciones o secuelas”

Pero también se reportan otros problemas, como manchas en la piel, pérdida del cabello, dolores musculares o en las articulaciones, dolores de cabeza o mareos.

Aparecen, además, problemas psicológicos, como el desgano, el insomnio y otros trastornos del sueño, o cuadros depresivos.

“En el caso de las secuelas psicológicas, hay que tener en cuenta que es una enfermedad muy dura, que pone al paciente en situaciones de mucha soledad y hasta hemos tenido casos de familias enteras cuyos integrantes se enferman al mismo tiempo y requieren internación”, dice Yantorno.

La frecuencia de este tipo de secuelas y su variedad hacen que la especialista recomiende un abordaje multidisciplinario en la respuesta profesional.

Mirna Valeria Pedraza, en tanto, pone el acento, en su testimonio, en el impacto anímico del COVID persistente.

“Lo principal es el miedo, porque es una enfermedad que no se conoce y que tiene muchas manifestaciones”, sostiene Pedraza, quien califica como “muy dura” a la experiencia que le tocó vivir y considera que uno de los momentos más difíciles que atravesó se produjo cuando perdió súbitamente el olfato, antes de ser diagnosticada y se le sumó al miedo por su propia afección el de haber contagiado a sus seres queridos (algo que finalmente sólo sucedió con su hijo de 16 años que presentó un cuadro leve y hoy no tiene síntomas ni secuelas).

Y agrega “ frente a esta enfermedad una se encuentra en una situación de gran incertidumbre. Una incertidumbre que es para todos, incluso para los médicos, porque todos estamos aprendiendo cómo se manifiesta el virus y hay muchas cosas que todavía no se conocen”.

 

DATOS DE UN ESTUDIO EN ESPAÑA
MUJER DE 43 AÑOS CON MÁS DE SEIS MESES DE SÍNTOMAS, EL PERFIL PROMEDIO ENTRE LOS PERSISTENTES

Una encuesta realizada en España entre recuperados de la primera ola de coronavirus que sufrió ese país revela que el perfil más común de los afectados por el llamado COVID persistente es el de una mujer de 43 años y con más de 185 días padeciendo síntomas.

Entre esos síntomas, los encuestados aludieron a más de 200 entre los que aparecen con frecuencia el cansancio, los dolores de cabeza y musculares, el bajo estado de ánimo o la falta de aire.

La encuesta fue realizada por la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG) y los colectivos de afectados LONG Covid ACTS entre el 13 de julio y el 14 de octubre. Se consulto a 2.120 recuperados, la mitad varones y la mitad mujeres.

De entre ellos, 1.843 son pacientes con sintomatología compatible con la COVID-19 persistente, con una media de 36 síntomas por persona; y casi ocho de cada diez, el 79 por ciento, son mujeres con una edad promedio de 43 años.

En la encuesta se habla de hasta 200 diferentes síntomas persistentes, aunque son 87 los más frecuentes: entre ellos, cansancio/astenia (95,91 %); malestar general (95,47 %); dolor de cabeza (86,53 %); bajo estado de ánimo (86,21 %); dolor muscular o mialgias (82,77 %); falta de aire (79,28 %); dolores articulares (79 %); falta de concentración/déficit atención (78,24 %). También el dolor de espalda (77,7 %); presión en el pecho (76,83 %); ansiedad (75,46 %); febrícula (75 %); tos (73,2 %); fallos de memoria (72,63 %); dolor en el cuello/en las cervicales (71,32 %); diarrea (70,83 %); dolor torácico (70,12 %); palpitaciones (69,85 %); mareos (69,36 %); y hormigueos en las extremidades o parestesias (67,28 %).

La mitad de los encuestados tiene 7 áreas afectadas, lo más habitual con síntomas generales (95 %) y las alteraciones neurológicas (86 %), seguidas de problemas psicológicos/emocionales (86 %), problemas del aparato locomotor (82 %) y respiratorios (79 %), alteraciones digestivas (70%) y cardiovasculares (69%), entre otras.

 

LA FATIGA POST-ENFERMEDAD ES INDEPENDIENTE DE LA GRAVEDAD DE LA INFECCIÓN, SEGÚN UN ESTUDIO

Más de la mitad de las personas contagiadas con el COVID-19 sienten fatiga persistente diez semanas después de pasar la enfermedad, según un estudio del Trinity College de Dublín (Irlanda), publicado en la revista PLOS ONE.

Los investigadores hicieron un seguimiento de la fatiga, la gravedad del COVID-19, los niveles de marcadores inflamatorios y otras condiciones, de 128 voluntarios contagiados por el SARS-CoV-2.

Basándose en su puntuación en la Escala de Fatiga de Chalder (CFQ-11), el 52,3% (67/128) de los participantes del estudio cumplieron los criterios de fatiga al menos 6 semanas después de la infección por COVID-19 y solo el 42,2% de los pacientes (54/128) dijo sentirse completamente sanos.

El estudio subraya que en ningún caso hubo asociación entre la gravedad de COVID-19, la necesidad de ingreso hospitalario o los marcadores de laboratorio rutinarios de la inflamación con la probabilidad de experimentar fatiga persistente tras la infección.

Aunque reconocen que puede haber sesgos por el perfil de los voluntarios del estudio (en su mayoría blancos e irlandeses) y porque sólo fueron evaluados en un momento concreto sin seguimiento posterior, los autores advierten de que el sexo femenino y los antecedentes de ansiedad o depresión eran más comunes en el grupo de fatiga grave.

 

TESTIMONIO
“A TRES MESES DEL MOMENTO MÁS CRÍTICO SIGO CON DISNEA, CANSANCIO Y BRONCOESPASMOS”

Daniel López es un enfermero de La Plata que tras superar el cuadro agudo de la enfermedad sigue con síntomas

“Me contagié el coronavirus a fines de agosto y 15 días después tenía el alta médica sin haber necesitado internación y habiendo pasado un sólo día con fiebre alta. Pero el virus me provocó una secuela pulmonar: una infiltración en la parte inferior del pulmón que hace que desde entonces tenga disnea y que con frecuencia deba recurrir a un inhalador para respirar, cuando antes del virus jamás había tenido problemas respiratorios”, dice Daniel López (29) un enfermero vecino de Melchor Romero que desde hace tres meses convive con esa y otras secuelas del COVID-19.

“Además de la disnea también tengo tos persistente y fatiga. Y cuando hay cambios climáticos muy pronunciados me producen broncoespasmos, algo que nunca había tenido”, agrega López.

Según cuenta el enfermero, los médicos le explicaron que las secuelas que actualmente padece van a desaparecer con el tiempo. Pero mientras tanto condicionan su vida cotidiana, sobre todo en una de sus pasiones: la de hacer deporte.

“Yo era de salir a correr y ahora no puedo porque enseguida me quedo sin aire. En los últimos días y de a poco estoy empezando a caminar y a trotar. La idea es ir sumando actividad a medida que mejore”, dice.

A su trabajo ya se reintegró hace 15 días y haciendo tareas normales, aunque deba salir cada tanto de las áreas de riesgo, porque asegura que le cuesta mucho llevar el barbijo por tiempos prolongados.

“Las secuelas me impiden hacer deporte y limitan mi tolerancia al barbijo”

 

“Cuando tenés dificultades para respirar la tolerancia al barbijo se reduce. Y como trabajo en áreas COVID, lo tengo que usar todo el tiempo y a veces se hace difícil. Así que me tomo breves descansos entre paciente y paciente para tomar aire sin barbijo en un área segura”.

Después relata que la gravedad del cuadro de COVID-19 que desarrolló no lo hizo pensar al principio en una recuperación lenta y con secuelas.

“Tuve un sólo día fiebre de 39,5 y enseguida logré controlarla con paracetamol. Al quinto día comencé con disnea y hubo dos noches que tuve que dormir boca abajo en mi casa para respirar mejor. También tuve mareos, dificultades para dormir, cefalea y fotofobia. Pero no necesité oxigeno ni internación”.


Daniel López, enfermero del barrio de Melchor Romero, 29 años.- “El coronavirus me provocó una secuela pulmonar: una infiltración en la parte inferior del pulmón que hace que tenga disnea y que con frecuencia deba recurrir a un inhalador para poder respirar. Además de este trastorno. también tengo tos persistente y fatiga. Y cuando hay cambios climáticos muy pronunciados me producen broncoespasmos, algo que nunca había tenido antes de infectarme”

Los estudios que le hicieron mostraron la existencia de una infiltración que explica sus problemas respiratorios.

“En cuanto dejé de estar en reposo y empecé a deambular se hizo más notoria el problema respiratorio, la falta de aire. Era desmedida”, cuenta López.

Al mismo tiempo, cuenta que también se le hizo cuesta arriba superar otros síntomas del coronavirus: recuperar el olfato, por caso, le llevó más de un mes.

“Ahora tengo que acercarme las cosas a la nariz para oler bien. El olfato a distancia no es el mismo que tenía antes de la enfermedad”, indica.

El impacto físico fue el más importante, mientras que en lo anímico y en lo psicológico la enfermedad no le repercutió mayormente.

“Es una enfermedad que te pone frente a frente con la soledad. Pero como vivo solo no me costó afrontar el aislamiento”, dice Daniel López y agrega que, en todo caso, lo que le impacta más en lo anímico es la imposibilidad de retomar el deporte.

“Sin la actividad física que acostumbraba a hacer y que era intensa, cuesta descargar tensiones y la vida se hace más estresante, de ahí mi interés en volver cuanto antes a la actividad física”, dice.

Con todo y poco a poco va notando mejorías.

“Aunque progresivamente se nota una mejora en la respiración”, asegura.

Le preocupa sí, el impacto del coronavirus entre los enfermeros.

“Muchos de mis compañeros enfermeros se contagiaron. Hemos tenido que lamentar muertes y eso es muy doloroso. También tenemos compañeros que han quedado con secuelas pulmonares más graves, que tienen muy serias dificultades para respirar y a los que les va a costar más recuperarse”, dice.

 

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