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Deportes |Pulga colosal. El mejor jugador del mundo dio cátedra para que la Selección se meta en zona de Repechaje

Con Messi en este nivel, todo es más fácil para la Argentina

Hizo un gol y regaló dos asistencias. El platense Pratto y Di María, los otros gritos albicelestes

16 de Noviembre de 2016 | 02:15

Por

Nicolas Nardini

Analisis

U na actuación descollante de Lionel Messi, cambios que resultaron positivos para el repunte general (con Pratto a la cabeza) y una gran capacidad anímica para rendir en medio de un clima enrarecido tras el papelón del Mineirao, fueron los puntos salientes que le permitieron a Argentina consumar una goleada que despejó los nubarrones que cubrían el camino albiceleste hacia Rusia 2018. El equipo está en zona de repechaje y con esperanzas de seguir escalando en la clasificación sudamericana.

El crack, a lo suyo

Lionel Messi demostró una vez más porqué es el mejor jugador del planeta. Cuando el equipo era un manojo de nervios y la pelota era una brasa para casi todos, el número uno indiscutido del fútbol empezó a desplegar todo su repertorio mucho más celestial que terrenal.

El crack rosarino armó toda la escena para el gol del desahogo. Protagonizó la introducción, el nudo y el desenlace. Pidió el balón, lo cubrió, gambeteó y sufrió una infracción. Tomó la pelota, la acomodó y en su mente brillante ya sabía donde pondría el balón. Clavó un soberbio zapatazo al ángulo superior izquierdo que Ospina no hubiera logrado detener ni con la ayuda de un par de arqueros más.

Ese pequeño gran detalle de la ejecución del tiro libre que terminó en gol fue una muestra cabal de porqué Messi es el mejor de todos. Lo es porque a su talento natural, aquel que lleva en sus genes, le agrega esfuerzo y aprendizaje. La ejecución a balón parado no era su fuerte tiempo atrás, pero desde su obstinación por superarse en todas las facetas del juego, ha sumado a su rutina diaria en los últimos años ejercicios constantes para mejorar la pegada directa al arco. Este esfuerzo tiene su correlato dentro del rectángulo. Hoy Messi es, además de todo lo que sabemos hasta el hartazgo, uno de los mejores lanzadores de tiros libres del mundo.

El primer grito albiceleste fue una bisagra en el partido. No solo en el marcador, también en el ambiente. El “10” hizo que le volviera el alma al cuerpo a sus compañeros y a los hinchas. Hizo que la desilusión reinante desde el cachetazo en el Mineirao mutara en esperanza.

Argentina empezó a parecerse a la Argentina que todos sueñan. Ganó en protagonismo, puso varios hombres en campo rival, empezó a dominar la pelota y a ocupar los espacios del medio hacia adelante.

El segundo gol fue una consecuencia del desempeño brillante del “10” y de la postura de un equipo que se había sacado de encima una mochila de plomo con el desnivel tempranero. La segunda genialidad de la Pulga, con quiebre y centro a medida para Pratto, derivó en el gol de cabeza del delantero platense.

El equipo nacional impuso condiciones desde el vamos y el 2-0 en menos de media hora de juego fue una consecuencia de esa postura definida. El entrenador y los jugadores sabían que no había espacio para las medias tintas. Con el equipo fuera de la zona de clasificación antes del inicio de la fecha, anoche se ponía en juego un ciclo de trabajo. Del partido ante Colombia dependía la continuidad de Bauza (por más que lo hayan negado los interventores de la AFA) y de varios jugadores que están en el ojo del huracán de un tiempo a esta parte.

El DT apostó a un equipo más capacitado para poseer el balón y, con ello, arropó al mejor del mundo con Banega -de participación un tanto intermitente pero positiva en términos generales- y ganó mucho con la presencia en campo de Lucas Pratto. El hombre formado en el fútbol juvenil de Defensores de Cambaceres fue el mejor de la Argentina detrás del “10”. Jugó de manera inteligente y esforzada para cubrir todo el frente de ataque, tuvo potencia para fijar a los centrales rivales, mostró grandes cualidades para el juego de asociación y, por sobre todas las cosas, entregó una cuota extra de sacrificio que hacía mucho tiempo no se veía en la Selección. Sudó la camiseta como quien sabe que debe ganarse el pan de cada día. Llegó de grande al equipo nacional y demostró que hará todo lo posible por permanecer en ese sitial de privilegio por mucho tiempo más. A no confundirse, el Oso no es sólo sacrificio, también juega. Y lo hace muy bien. Definió a la perfección en la más clara que tuvo y construyó triangulaciones de alto vuelo. A esas valencias le suma una entrega que está por encima de la media, lo que lo define como un delantero todoterreno ideal para una selección a la que se la ataca por falta de “hambre” deportivo.

Messi fue Messi

En varios pasajes de los ciclos de Martino y Sabella, la Selección logró echar por tierra aquel concepto de que en Argentina Messi no brillaba tanto como en el Barcelona. Con niveles desparejos, el “10” había llegado en algunos momentos casi a la excelencia con la que deleita al mundo vestido de azulgrana.

En esta era Bauza, lo producido por el equipo ante Brasil había hecho asomar aquella vieja dualidad que parecía cuestión superada. Parecía que podían reverdecer los pronósticos de que el pésimo andar colectivo terminaría por deglutirse, también, al mejor futbolista del planeta. La exhibición del rosarino en San Juan pulverizó aquellas apresuradas afirmaciones. Anoche Messi no solo jugó como en el Barcelona, lo hizo incluso mejor que en varios partidos defendiendo la disciplina “culé”.

Cuando poco pasaba en el partido, con Argentina tirado unos metros hacia atrás reposando sobre el 2 a 0, el “10” presionó sobre la salida rival, robó el balón y asistió a Di María para darle ribetes de goleada al marcador final.

Fue 3 a 0. Goleada con una producción acorde a lo que se esperaba para empezar a alejar fantasmas y transitar un verano con ilusiones renovadas, a la espera de la madre de todas las batallas, que será en marzo, contra Chile, en Buenos Aires. Volvió el mejor del mundo. Y con él, volvió Argentina.

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