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Satoshi Kon: el ilusionista

La cinta, película fundamental de la animación y ventana de entrada a un cineasta influyente y fabuloso, se muestra en Qubit

Satoshi Kon: el ilusionista

Satoshi Kon

12 de Noviembre de 2017 | 04:51
Edición impresa

Satoshi Kon cambió el cine de animación. Junto a Katsushiro Otomo pavimentaron con una serie de películas, desde ese rincón que parece periférico para los Occidentales pero que es central en la historia del arte animado, Japón, el camino hacia una animación claustrofóbica que aprovechaba la maleabilidad y potencia expresiva de la animación para jugar con los límites entre sueño y realidad. O, más a menudo, entre realidad y pesadilla.

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Por esos cauces se encuentra “Millennium Actress”, una de las películas más celebradas de la filmografía de Kon (quizás por ser una de sus cintas más amables) que mezcla lo real y lo virtual al igual que lo hiciera en la cinta que la precedió, “Perfect Blue”, para reconstruir las memorias de una veterana actriz de cine.

Hace treinta años, narra la película que puede verse por Qubit, Chiyoko Fujiwara fue la estrella más importante del cine japonés, pero, de repente, desapareció. Uno de sus mayores admiradores, el realizador de documentales Genya Tachibana, viaja hasta el apartado refugio de montaña en el que vive para entrevistarla. Una vez allí, entrega a su ídolo de juventud una vieja llave que encontró entre los restos de su antiguo estudio. Como si la llave hubiera abierto las puertas de su memoria, Chiyoko comienza a recordar la historia de su vida, y de esta forma, viaja desde el remoto pasado hasta el distante futuro a través de mil años, a través de sus trabajos en el cine y repasando buena parte de la tradición del séptimo arte y el folclore japonés.

Para Kon, “Millennium Actress” y “Perfect Blue”, su primer largometraje en solitario, debían actuar en espejo, como “dos interpretaciones diferentes del mismo concepto, una misma historia contada desde dos perspectivas”: en “Millennium Actress”, la mirada masculina complementa a la femenina, mientras que en “Perfect Blue” la oprime, algo que el cineasta volvería a explorar en “Paprika”, obra tan incómoda como su ópera prima: los hombres atraviesan literalmente a las mujeres en ambas películas, verdaderamente pesadillescas: el trabajo de edición surrealista, perfectamente nítido y a la vez absolutamente rupturista, de la segunda inspiraría buena parte de “El Origen”, la cinta de Christopher Nolan que también trabaja con los límites entre la realidad y la ficción.

Ese eje presente en la obra de Kon tiene como sustrato la idea de la performance: tanto en “Millennium Actress” como en “Perfect Blue” las protagonistas son mujeres expuestas por su fama a la mirada pública, y operan como una metáfora de la vida moderna, donde todo está expuesto y discernir qué es real, entre tanta virtualidad, parece imposible. Las mismas ideas volverían a aparecer en el centro de la escena en “Paranoia Agent”, cinta maestra que asoma como la cruza entre el animé (animación japonesa) de la era post-“Evangelion” y David Lynch.

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“Evangelion”, la serie animada de 1995, es nombrada habitualmente como el punto de partida de una animación japonesa adulta no sólo por su contenido violento o perturbador: los personajes de “Evangelion” juegan y destruyen los estereotipos del género de los “mecha” (robots pilotados por chicos), muestra lo desgarrador de la violencia y, sobre todo, pone en pantalla como ninguna serie había hecho antes las perturbaciones profundas de la psique humana y la desgarradora lucha por la identidad en la posmodernidad, escenificado con técnicas de animación no convencionales (música atronadora, texto en la pantalla, edición ultrarrápida, escenas detenidas).

El éxito de esa experimentación visual y temática marcaría las series de animé de la siguiente década, pero se volvió rápidamente fórmula: en paralelo, como si ambas respondieran a una necesidad de la audiencia, Kon trabajaba con Otomo (director de “Akira”, otra cinta fundamental y también disponible en Qubit) en “Memories”, una colección de tres historias donde Satoshi, todavía joven, ya exploraba sus obsesiones: con aquel trabajo, ambos se convertirían en abanderados del “psico-thriller” animado.

Guionista del primer segmento, la increíble “Rosa Magnética”, aquel trabajo le permitió realizar su propio largo, “Perfect Blue”, donde comenzó a analizar el lugar que el cine tiene en nuestro inconsciente colectivo, algo que llevó a un extremo en “Millennium Actress”.

Kon elevaría así el arte de la animación y conseguiría trascender las barreras no sólo de Japón sino de los prejuicios contra el cine dibujado al convertirse en uno de los cineastas más influyentes en la estética de directores como Christopher Nolan y Darren Aronofsky. Ciertamente, que el cine animado sea “familiar” es un viejo prejuicio superado por cualquier cinéfilo: nada en la forma determina que tenga que ser un cine para “los más chicos”, sino que es la industria la que dicta que, para llegar a las salas de cine, las cintas animadas deben apuntar a ese “target”. Pero el cine de Kon opera como un recordatorio contundente como un batazo violento a la cabeza. Sólo que, además de la contundencia, el batazo deja un resabio perturbador, una incomodidad que no se sacude, que desacomoda al espectador. ¿Qué acabo de ver?

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Nacido en 1963 en Kushiro, Kon debutó en 1985 como dibujante en las páginas de la revista de manga Young Magazine. Su inicio en el cine fue de la mano de Katsuhiro Otomo, el reconocido dibujante y director de “Akira”, para el que diseñó los decorados de su película “Roujin Z” (1991); seis años después dirigiría su primer largometraje, “Perfect Blue” (1997), una retorcida y angustiosa fábula ambientada en el “star system” del pop y la televisión nipona.

Le siguieron “Millennium Actress” (2001), “Tokyo Godfathers” (2003) y “Paprika” (2006), adaptada de la novela de Yasutaka Tsuitsui, además de la serie para televisión “Paranoia Agent”, todos ellos trabajos aplaudidos por la original y afilada mirada de su autor.

A Kon, que iba camino de convertirse en uno de los grandes animadores de Japón, le fue diagnosticado el cáncer cuando trabajaba en la producción de su inconclusa película “Yume miru kikai” (”La máquina para ver sueños”), que él mismo definió como una “road movie” de robots. Murió en 2010.

Para agendar

Qué:  “Millennium Actress”, segunda película de Satoshi Kon

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