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La Academia Argentina de Letras acaba de reeditar un monumento de la literatura nacional: “Una excursión a los indios ranqueles”, de Lucio V. Mansilla. Sobrino de Rosas, fue un escritor de vida novelesca
Por MARCELO ORTALE
Se dice que Lucio V. Mansilla fue literal y metafóricamente un hombre de frontera. Que podía estar tan cómodo en la toldería india de los caciques Mariano Rosas y Epumer, como un mes después en Paris conversando con intelectuales de la talla de Maurice Barrés, Edmund Rostand o Marcel Proust. En ambos lados se desenvolvía con idoneidad y similar frescura. Fue periodista, militar, diplomático y uno de los prosistas argentinos más consistentes. Nació en Buenos Aires en 1831, perteneciente a una familia de fortuna, pero en su vida novelesca no le faltarían privaciones ni necesidades. Al día siguiente de su muerte, ocurrida el 8 de octubre de 1913 en su departamento parisino de la Rue Victor Hugo, el diario Le Figaro le dedicaría una sentida página.
Fue sobrino de Juan Manuel de Rosas –su madre era hermana del caudillo, su padre, Lucio Norberto, oficial de San Martín, héroe de la Independencia y protagonista de la batalla de la Vuelta de Obligado-, pero ese vínculo familiar e histórico con el rosismo no le impidió convertirse en admirador de Sarmiento, que al ser electo presidente en 1869 lo designó comandante de Frontera en Río IV, Córdoba, y le encomendó que realizara negociaciones de paz con los indios.
Mansilla fue apreciado por los aborígenes, con quienes negoció de igual a igual. Sintió afecto por los indios y rescató sus costumbres, en descripciones que son memorables. Firmó acuerdos benéficos para ambas partes y si algo se le reprocha en este complejo y enriquecedor contacto, según dice José Luis Lanuza, es que no vio para los indios otro futuro que no fuera el de cultivarse y abrazar la civilización.
Combatió como militar en la guerra del Paraguay y desde el frente de batalla se desempeñó como corresponsal del diario La Tribuna, firmando con diversos seudónimos: Falstaff, Tourlourou, Orión. En sus partes no economizó críticas a la conducción de la guerra.
Nadie de su tiempo viajó como él por el mundo: recorrió Europa, la India, Egipto, Turquía, Arabia. Escribió “Diario de viaje a Oriente”, su primer libro, cuando tenía sólo 19 años de edad. Un año después regresó por un tiempo al país antes de la caída de Rosas y contrajo matrimonio con su prima Catalina Ortiz de Rosas y Almada, con la que tuvo cuatro hijos: dos varones, Andrés y León, que murieron siendo niños y dos mujeres, María Luisa y Esperanza, que también murieron en plena juventud. Fue otra de sus fronteras existenciales, entre el amor y el dolor.
Al cumplirse cien años de su muerte, escribió Miguel Angel de Marco en La Nación esta semblanza: “Era, sin duda, una de las figuras más notables y pintorescas de la Argentina, que supo combinar en su persona la erguida estampa del dandy efectista con la aplomada presencia del hombre de mundo acostumbrado a frecuentar tanto las cortes y los salones de la aristocracia europea como los grandes saraos de la sociedad americana; las dotes del escritor con las galas del conversador fino e ingenioso; el valor militar, con la sagacidad que le permitió pactar con el cacique Mariano Rosas y, de paso, escribir uno de nuestros mayores monumentos literarios: Una excursión a los indios ranqueles”. .
La obra cumbre de este hombre acaba de ser rescatada ahora por la Academia Argentina de Letras que termina de editar en la serie Clásicos Argentinos el libro esencial de Mansilla, “Una excursión a los indios ranqueles”. Se trata de un ejemplar que cuenta con 475 páginas más un DVD con el texto digitalizado de la primera edición, y notas de documentación textual, iconográfica y sonora (voces de descendientes de ranqueles). Tiene en la portada una fotografía de Mansilla y lleva adjunto un croquis de las líneas de frontera sud y sudeste de Córdoba y sud de Santa Fe confeccionado según las exploraciones de Mansilla. Los autores responsables de la edición son los académicos e investigadores Norma Carricaburo y Francisco Petrecca. Por ahora, el libro sólo se puede adquirir –hasta que llegue en breve a las librerías- en la sede de la Academia Argentina de Letras.
En la presentación de esta edición dice la académica Norma Carricaburo que “el libro de Lucio Victorio Mansilla constituye una de las obras argentinas literarias más importantes –y también una de las más placenteras para la lectura– del siglo XIX. Comienza a aparecer por entregas en el periódico La Tribuna el 20 de mayo de 1870, dos meses después del viaje de Mansilla a Leubucó, lugar donde estaban emplazadas las tolderías de Mariano Rosas, cacique mayor de los ranqueles. Poco después de su regreso a Río Cuarto, el coronel Mansilla fue separado del mando activo de tropas no por su “calaverada militar”, como llamó a su viaje a los ranqueles, sino por un acto de insubordinación: haber hecho pública una carta que mandó al ministro de Guerra Martín de Gainza”.
Reseña que Mansilla se opuso con firmeza a testificar en un sumario que se había levantado por la ejecución de un soldado, cinco veces desertor y cabecilla de una sublevación. El castigo le significó la no percepción de haberes: “Una vez más a Mansilla lo había traicionado su carácter díscolo y en esa carta “ponía de oro y azul”, según dijo Sarmiento, al ministro Gainza. En Buenos Aires, sin sueldo y con una familia para mantener, nuevamente se dedicó a la escritura, como ya lo había hecho en su destierro en Paraná tras el desafío público al senador José Mármol. El folletín apareció en el periódico de sus amigos Héctor Florencio y Mariano Varela, con un formato epistolar”. Así, por entregas, fue naciendo “Una excursión a los indios ranqueles”.
En la presentación Carricaburo describe la estructura de la obra, menciona los cinco retratos que se incluyen y destaca que el libro incorpora más de 400 notas, un glosario, un índice toponímico y una cronología de Mansilla en relación con su época. También lleva una hoja suelta desplegable con el Croquis topográfico que fue trazando el coronel Mansilla entre la antigua frontera del río Cuarto y la nueva del río Quinto e incorporando las tierras que recorrió en su viaje a los ranqueles”.
“Por otra parte, la innovaciones tecnológicas hacen que esta edición sea muy distinta de las anteriores. El libro se puede leer en soporte papel y en soporte digital. Va acompañado de un DVD que contiene un Apéndice, con una bibliografía que puede atraer al especialista o al lector curioso” añade la académica.
La personalidad literaria de Mansilla quedó reflejada en múltiples y valiosos testimonios. Ricardo Rojas dijo de él que “viajó por América, por Asia, por Europa, con espíritu independiente y observador; practicó varias lenguas extranjeras; leyó innumerables libros de todas épocas y naciones; fue amigo de caciques y de reyes; sintió curiosidad por todas las cosas; le preocupó el misterio de los caracteres humanos. Sus libros fueron la expresión de su alma y su alma el reflejo de su ambiente.” (Historia de la literatura argentina, Buenos Aires, 1922.)
Paul Groussac que lo calificó como “excursionista del planeta y de las ideas”, sostuvo que Mansilla “ha enriquecido su personalidad con todos los exotismos de la civilización, y ha sido su misión esencial, después de cada gira nueva, derramar sus experiencias en monólogos chispeantes y profundos, o en páginas sueltas casi tan sabrosas como sus pláticas. Así ha disipado su existencia y su talento, ¡pero ha vivido! Ha compuesto su vida como un poema romántico, en lugar de desempeñar, como nosotros, el modesto papel asignado por el destino. Y si es cierto que Byron envidiaba a Brummel, ¿cómo no admirar al que logró amalgamar en su persona al parisiense y al criollo, al gentil hombre y al comandante de frontera, al duelista y al causeur de salón…? (“La Biblioteca, 1928)
Dijo de él Pedro Henríquez Ureña: “Hombre poco común, dotado de una vasta variedad de experiencia, sobrino de Rosas, se hizo amigo y admirador de Sarmiento, a quien sirvió complacido; viajero y lector infatigable, frecuentó la sociedad más refinada de París, en el côté de chez Guermantes (Proust lo conoció en realidad), y llegó a familiarizarse con ella tan bien como con los hábitos de los gauchos y de los indios; no padeció ninguna de las limitaciones de sus compatriotas, que veían en el nativo sólo un salvaje peligroso. Su libro Una excursión a los indios ranqueles contiene una maravillosa riqueza de detalles, y su caudal de saber y de humor parece inagotable.” (Las corrientes literarias en la América Hispana, México, 1949.)
Por último, Julio Irazusta afirmó: “Sarmiento le encargó de negociar la paz con los indios ranqueles, lo que hizo en la forma que nos cuenta en la Excursión. A la vuelta escribió la obra célebre que como descripción literaria de la pampa argentina no tiene, en sus aspectos más delicados, otro rival que, guardando las distancias, las obras del gran escritor inglés Guillermo Enrique Hudson, autor de Un naturalista en el Plata. Mansilla reveló conocimiento del hombre universal y eterno que no se asocian comúnmente con su recuerdo de dandy alocado y superficial. (...) Por esta época acabó de ganar la fama de loco que Sarmiento le decía en 1868 no ser igual a la suya. Sus salidas de tono, sus travesuras y calaveradas, su seriedad en las bagatelas y su chacota en las cosas importantes le dieron tanta notoriedad como el premio que su Excursión a los indios ranqueles obtuvo en el Congreso Internacional Geográfico de París, en 1875… (Lucio V.Mansilla, Sur, 1938).
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Lucio V. Mansilla
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