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Casi nadie imaginaba en marzo que a esta altura íbamos a seguir en cuarentena. Así nos encuentra en esta fecha especial, donde muchas madres recibirán besos de forma virtual y regalos por delivery
María Laura López Silva
llopezsilva@eldia.com
Mi mamá me mima, mi mamá me ama y hoy se la saluda por videollamada. Nadie en marzo hubiese imaginado que a esta altura del año íbamos a seguir en cuarentena por la pandemia de COVID-19 -un poco más flexible, por suerte- y que el Día de la Madre iba a quedar en el grupo de los festejos que no pudieron ser.
Un domingo especial si los hay, donde las familias solían reunirse a compartir un almuerzo extendido y los regalos, besos y abrazos eran más que moneda corriente.
Nada de eso habrá hoy. Salvo aquellas familias que compartan hogar y en los muy pocos y privilegiados sitios donde la amenaza del coronavirus está controlada y madres e hijes puedan conmemorar el Día.
Las historias son miles y al escucharlas cae algún que otro lagrimón. Familias que no se ven hace casi siete meses o que sólo se saludan desde los balcones y cordones de la vereda. Sin embargo, el amor traspasa distancias y como la esperanza es lo último que se pierde, todos saben que no tener contacto hoy es cuidarse para poder abrazarse en un futuro, esperemos, muy cercano.
“Cualquier tipo de festejo, Día de la madre, cumpleaños o las fiestas de fin de año, tratamos de reunirnos y hacer asado (la comida no puede faltar) y pasar la tarde juntos”, dice Sofía Bártoli, oriunda de Lincoln, que hace años vive en La Plata pero solía recorrer los 380 kilómetros que la separan de su cuidad natal para poder compartir los eventos familiares. “Este es un contexto particular, la pandemia nos replanteó hasta el regalo, la originalidad creo que ya pasa por buscar algo que nos motive a hacer algo, que emocione desde otro lugar, porque por estar ya nos hicimos regalos del estilo desayuno sorpresas, picadas, todo lo que pueda llevarse en delivery”.
“Hay que dar las gracias por lo que uno tiene, estamos bien y podemos seguir adelante”
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Agotado el recurso de los obsequios del rubro gastronomía, Sofía y sus hermanos hicieron algo un poco más original: “mi vieja es fiel seguidora de Abel Pintos, entonces le regalamos el show vía streaming que ya hizo. Un regalo muy pandémico -dice entre risas-. El recital ya pasó, fue adelantado el regalo, pero la felicidad que tuvo mi mamá en ese momento superó hasta sus limitaciones con la tecnología. Un éxito, y de verdad fue algo que la emocionó incluso hasta las lágrimas”, cuenta la linqueña contenta por cómo Susana, la madre, vivió ese momento.
“Este Día de la madre va a ser inédito. Nunca pensé que íbamos a estar viviendo esto. En esta incertidumbre y los miedos que uno tiene, lo que primero me aparece es el tema del agradecimiento por mi salud la de los míos. Por ver crecer a esta familia que hemos podido armar, que todos estén bien con sus proyectos. Saber eso es una buena manera de pasar el Día de la Madre”, reflexiona Susana con la voz quebrada y enseguida se repone cuando habla de la sorpresa que recibió por adelantado de parte de sus hijos. “El regalo del recital de Abel me colmó el alma, sus canciones me llegan hasta lo más profundo, así que mi agradecimiento es para con mis hijos, fundamentalmente por ser mis hijos todos los días. Esto pasará y volverán los asados familiares. Me parece que hay que dar las gracias por todo lo que uno tiene, que estamos bien y que podemos seguir para adelante, aún es estos tiempos tan difíciles y complicados”.
“Mi mamá tiene 76 años y es el primer Día de la Madre que pasaré sin ella, al menos que recuerde”
Claro que este día no deja de ser especial y a lo lejos, Sofía saludará a su mamá desde el living de su casa. “Si todo marcha bien, ellos van a juntarse a comer allá, en Lincoln. No se sabe aún si cambian o no de fase -esta localidad bonaerense tuvo muy pocos casos de Covid por lo que la cuarentena es bastante más flexible que acá-. Si es así, haremos videollamada y ahí estaré. Sino, todos estaremos virtualmente, por suerte podemos hacerlo de esa manera”.
A pesar del momento, ella cree que su mamá la va a pasar bien porque si hay algo que Susana tiene es “fortaleza y buena onda. Siempre está dispuesta a darte una mano. Su alegría también, en los encuentros familiares es quien está poniendo música para bailar y cantar. La vi en febrero por última vez cuando con su pareja nos invitaron a todos (mis hermanos, yerno, nuera y nietos) de vacaciones a la Costa. La pasamos genial. Fue un regalo para nosotros que se hizo ella también”.
Carmen “Chichita” Caprile es una de las hinchas de Estudiantes de La Plata más famosas. Y es que esta fanática del Pincha que acaba de cumplir 90 años, se tatuó el escudo del club de sus amores en el hombro derecho cuando salió campeón de la Copa Libertadores en 2009 y sigue al León desde muy chica. Siempre fue a la cancha a ver los partidos y las pocas veces que no pudo, no se movía de al lado de la radio o frente del televisor. A pesar de que camina poco y reside en un hogar de ancianos, en febrero pudo conocer el nuevo estadio albirrojo.
Pero en marzo el coronavirus dejó a Chichita sin ver a su familia por seis meses. “Ese tiempo fue terrible, sólo podíamos llevarle cosas hasta la puerta del lugar y nos íbamos. Le compramos un celular para poder comunicarnos, pero al principio ella no entendía lo de las videollamadas, así que fue un proceso difícil”, relata Raquel Bizzozero, la hija de la pincharrata que ahora sí puede ver a su mamá, aunque detrás de un vidrio.
“En el geriátrico las visitas son por listado, y podemos ir por días. Ahora estamos viendo cómo vamos a hacer el domingo -por hoy-, ahí siempre hacen festejos, pero no sabemos cuántos podremos ir. Cumplimos todos los protocolos, nosotros atrás de un vidrio. Ahí les dan cotillón, nosotros le llevamos comida o flores, pero pasamos de verla tres veces por semana y yo me la traía a casa los fines de semana a no poder verla de marzo a septiembre. Al menos verla en vivo y en directo es otra cosa y ella se prepara porque sabe que vamos. La vemos a tres metros con barbijo y máscara. Los primeros días era llorar, llorar y llorar. El día del cumpleaños estaba preocupada de que nosotros estábamos afuera. Pero ella estaba feliz y nosotros estábamos felices por verla contenta”, recuerda Raquel y lamenta que la pandemia les haya impedido hacer la fiesta de 90 de su mamá.
Si bien fue duro el aislamiento total de los abuelos, gracias a los recaudos que tomó el hogar, ningún abuelo se contagió de coronavirus hasta ahora.
“Lo que más me molesta de la cuarentena es que pierdo el contacto con mis nietos”
Aunque hoy no pueda llevarse a Chichita a almorzar a su casa, si la flexibilización de la cuarentena se lo permite, Raquel va a estar acompañada de sus tres hijos y tres nietos: “Si se puede, nos vamos a juntar en casa, pondremos la mesa en el parque, todos distanciados un poco para pasar el día juntos. A mi lo que más me molesta de la cuarentena es que pierdo el contacto con mis nietos. Los llevaba a la escuela o a fútbol, cuando dejé de trabajar me organicé para estar mas tiempo con ellos, y ahora, recién jubilada no pude hacer nada”.
“Hace ocho meses que estoy sin salir. Tengo muchas ganas de ir a La Plata. Mi mamá, Mirta, tiene 76 años y es el primer Día de la Madre que pasaré sin ella, al menos que recuerde”, cuenta por teléfono María Mercedes Biasotti desde 30 de Agosto, una localidad de 10 mil habitantes que pertenece al partido de Trenquelaunquen, a casi 560 kilómetros de nuestra ciudad.
Esta platense y fanática de Gimnasia y Esgrima La Plata se fue de la Ciudad hace nueve años para poder desarrollar su profesión de médica generalista. “Me vine con mi marido y una beba de nueve meses y ahora somos cuatro: Josefina ya tiene nueve años y Joaquín siete. Tengo a toda mi familia en La Plata, nunca me había ido de la ciudad. La idea era venirnos unos años y seguimos acá. Soy la médica de familia, como era antes. Mi esposo es veterinario y trabaja con animales grandes, así que en la zona de campo estamos bien”.
La distancia se compensa con poder ejercer bien la profesión y la tranquilidad que brinda el pueblo, donde la cercanía permite tener más tiempo para estar casa con los chicos. Además, hasta marzo, Meme venía con su familia cada 20 días a la Ciudad a visitar a sus seres queridos y descansar o sus padres iban a verla. “Se necesita ese recreo para entretenerse y despejar porque acá nunca dejás de ser la médica y es agotador”, explica.
Pero desde febrero que vino a celebrar el cumpleaños número 70 de su papá, María Mercedes no puede venir. “Soy personal esencial de salud, atiendo en el hospital municipal donde hago guardias y consultas, y además tengo mi propio consultorio. No me puedo porque dejaría el pueblo sin un médico. Y además acá también se cortaron las clases y estoy atendiendo a los chicos”.
En 30 de Agosto los controles para entrar y salir del pueblo son muy estrictos, y se cree que por eso sólo hubo siente casos aislados de Covid en estos ocho meses. Entre miedo y culpa, Meme prefiere seguir esperando para poder ver a sus padres y no arriesgarse. “Mis otros tres hermanos los ven a mis papás con los cuidados necesarios. Antes se juntaban todos los domingos y desde marzo no se reunieron más, los ven desde la puerta porque ellos son de riesgo”.
Mirta verá hoy a su hija y sus nietos por videollamada, pero ya había elegido el regalo: “nos pidió cotorras porque tiene una pajarera, así que todos colaboramos con el presente”, cuenta Mercedes y sospecha que ella va a recibir chocolates porque “soy fanática”. Detrás de su voz Josefina anticipa que con su hermano le están preparando una sorpresa.
Sin embrago, para esta tripera de alma, los regalos más lindos son otros y fue su mamá la que se los dio: “De ella rescato que es una persona sencilla, humilde y con muchos valores. De mi rol como madre, creo que estar con mis hijos el mayor tiempo posible y verlos crecer es lo más importante que les di”.
Desde acá, con algunos testimonios, homenajeamos a todas las mamás en su día. Ojalá las palabras puedan acortar distancias.
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