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Reyes Magos y de los otros: balance anual de la realeza

No fueron 12 meses como los de antes de la pandemia, pero los monarcas y príncipes han hecho lo que se pudo, generando igualmente noticias buenas y malas

Reyes Magos y de los otros: balance anual de la realeza

Harry y Meghan decidieron llamar a su pequeña, nacida el 4 de junio, Lilibet Diana

Virginia Blondeau
Virginia Blondeau

9 de Enero de 2022 | 04:55
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El escenario es un rincón de la Zarzuela, el palacio en el que viven los monarcas españoles. Felipe y Letizia sentados en un sillón con sus hijas, Leonor y Sofía, rodeándolos. Felipe, muy serio, les informa: “Hijas mías, debemos decirles algo: los reyes son los padres”. Este chiste circula en forma de meme cada 6 de enero y siempre nos despierta una sonrisa. Es un juego de palabras, claro porque aquellos tres Reyes Magos de la antigüedad a quienes les pusimos los zapatitos el jueves pasado parece que no eran ni tres ni reyes ni magos.

Antes de meternos de lleno en el mundo royal, recordemos de donde viene la leyenda. Estos personajes son mencionados en el Nuevo Testamento, específicamente en el Evangelio de San Mateo, donde no se aclara cuántos eran pero sí que habían ido a visitar a Jesús en su cuna siguiendo una estrella y que habían llevado de regalo oro, mirra e incienso. Si realmente hubo algún meteorito, cometa o estrella fugaz en ese momento en Belén, nunca pudo ser comprobado pero lo que sí sabemos es que el lenguaje celestial ha sido de gran ayuda para la orientación de los trashumantes. También se sabe que, para no encontrarse con Herodes (el rey de Judea que tenía la misión de matar niños por las dudas que alguno fuera El Salvador) no volvieron por el mismo camino y que, sin estrella ni GPS que los guiara, se perdieron y tardaron años en regresar a sus hogares, algo que no mermó su salud ya que alcanzaron la improbable edad de 115 años. En estos relatos de principio de la era cristiana fueron nombrados como magushoi, un vocablo que dio origen a la palabra “mago” pero que en realidad se usaba para nombrar a los hombres sabios. Recién en el siglo III se empieza a hablar de ellos como reyes y tres siglos después empiezan a aparecer en los libros nombrados como Melchor, que venía de Europa, Gaspar, el asiático, y Baltazar, el rey negro africano. Si esto de que no eran ni reyes ni magos los desilusiona, nos vemos en la obligación de decirles algo peor: tienen en el pesebre, por lo menos, dos intrusos. Según la historia original solo Melchor llegó hasta Belén en camello mientras que Gaspar usó un caballo y Baltazar, un elefante. Más allá del costado anecdótico y comercial que puede tener esta fecha, el pueblo cristiano la denomina “Epifanía de Reyes” ya que consideran que estos hombres sabios fueron los encargados de revelar ante los paganos que había nacido, por fin, el Mesías y que Él era una manifestación de Dios. Y, más allá de las creencias de cada uno, es una fiesta para celebrar momentos especiales y prestar atención a esas manifestaciones únicas que pueden cambiarnos a vida.

Pasando ya a reyes más contemporáneos nos toca hacer un balance de lo que sucedió el año que hace exactamente diez días nos dejó.

El 2021 no empezó bien para la familia real noruega. El rey Harald cumplía 30 años en el trono y su único festejo fue un discurso en el que agradeció a los ciudadanos el apoyo recibido. Es verdad que la pandemia impidió más festejos pero también es cierto que el rey estuvo enfermo casi todo el invierno boreal. Aparentemente fueron problemas óseos pero el hecho de que haya pasado ya tantas veces por el quirófano por tantas dolencias diferentes puso al país en alerta. Finalmente reapareció en otoño y, aunque todo el año lo vimos desmejorado y con muletas asistió a la mayoría de los actos con buen ánimo y secundado por la reina Sonia, que está cada día más joven.

Si en enero las alarmas se encendieron en Noruega, en febrero lo hicieron en Gran Bretaña: el príncipe Felipe de Edimburgo fue internado el 16 de febrero por una infección a la que siguieron problemas cardíacos. Un mes estuvo en el hospital hasta que finalmente lo trasladaron a Windsor. Lo que la prensa y todos interpretamos como una feliz recuperación fue en realidad el cumplimiento de su último deseo: morir en su casa rodeado de su familia. Y así fue. El 9 de abril nos dejó el consorte más longevo que haya existido nunca. Estaba a dos meses de cumplir los 100 años. Así comenzó el año para la reina Isabel y su familia quien, contrariamente a lo esperado, nunca, salvo en el funeral, vistió luto. Tanto ella como sus hijos y nietos entendieron que el duque hubiera querido que nada detuviera el show y volvieron, una vez más a reinventarse. Isabel regaló sus mejores sonrisas, la princesa Ana asumió muchas de las obligaciones que tendrían que haber asumido los autoexilados Harry y Meghan, Carlos y Camila se pusieron al hombro los actos relacionados con la ecología y la representación protocolar de la monarca y los duques de Cambridge no pararon de asistir a galas y viajes y se convirtieron en los verdaderos protagonistas de “la Firma” como se conoce a la Casa Real. El año terminó con una gran noticia: por los servicios brindados a la corona Camila, duquesa de Cornualles, ha sido nombrada Dama Real de la Orden de la Jarretera. Puede que a los lectores no les parezca nada especial pero esta condecoración es la más importante que otorga la monarquía inglesa y, también, la más vistosa. Y es absolutamente inusual que se le otorgue a una consorte antes de que sea reina. De ahí su importancia porque esto significa dos cosas: que Isabel II considera, y con razón, que su hijo ya está cumpliendo funciones de rey aunque no lo sea y que su esposa merece ser reina consorte cuando llegue el día de la coronación.

La tristeza de la reina por la muerte del duque se vio compensada por el nacimiento, en 2021, de nada más y nada menos que cuatro bisnietos. Aunque es posible que alguno le haya traído un pequeño dolor de cabeza. Harry y Meghan decidieron llamar a su pequeña, nacida el 4 de junio, Lilibet Diana. El nombre de su desaparecida abuela era una obviedad pero ¿Lilibet? ¿El sobrenombre de la infancia de la reina, aquel con el que siempre firmó sus cartas íntimas? Nunca supimos si la Lilibet original lo tomó como un homenaje o como una afrenta. 0, simplemente, como de quien viene: dos personajes que con sus actitudes belicosas y poco discretas están cada vez más lejos de Windsor.

En el transcurso del año nacieron también Augusto y Siena, hijos de Eugenia y Beatriz de York y Lucas, hijo de Zara Philips, la nieta mayor de la reina. Éste último estaba muy apurado por venir a este mundo. No le dio tiempo a su madre a llegar al hospital y nació en el baño de su residencia.

Otro que tuvo un año movido fue el príncipe soberano de Mónaco. Entre inauguraciones, premios de Fórmula 1 y actividades sociales tuvo que enfrentar a la prensa. El primer domingo de mayo, con el príncipe Alberto presente, el Monaco FC jugó como local contra el Olympique Lyon y perdió. Y no encontraron mejor cosa que publicar en su página web el siguiente titular: “contrariamente a Grace Kelly, L’Olympique Lyon ha regresado con éxito a Mónaco”, refiriéndose, sin duda, al trágico accidente que le costó la vida a la princesa cuando regresaba al palacio proveniente de Francia. Una falta de respeto sin atenuantes.

A todo esto y a esas alturas, todos se preguntaban en Mónaco dónde estaba Charlene. Las últimas fotos la ubicaban en Sudáfrica en un funeral primero y salvando rinocerontes después hasta que en junio el príncipe Alberto se vio en la obligación de explicar que la princesa estaba varada en el continente que la vio nacer por una infección en sus oídos y que, como no podía subirse a un avión, él y sus hijos iban a ir a visitarla. Y fueron, estuvieron unas horas, se sacaron unas fotos absolutamente forzadas y sin nada de emoción y regresaron los tres a la rutina monegasca. Finalmente, luego de varias operaciones, Charlene regresó el 8 de noviembre para participar de la Fiesta Nacional pero… no pudo ser. Tuvo que ser internada por no encontrarse en condiciones anímicas para poder asumir sus obligaciones personales, familiares y protocolares. Se desconoce aún donde está y donde la visitó su familia en Navidad pero todo hace suponer que en una clínica de salud mental en Suiza. Mientras, a puro Chanel, las princesas Carolina y Estefanía y sus hijas han asumido las funciones de primera dama y nos han regalado los momentos más glamorosos de los últimos años.

En los Países Bajos y en España las protagonistas del año fueron las primogénitas. Catalina-Amalia, princesa de Orange, cumplió 18 años, dio reportajes y se escribieron dos libros sobre su vida; Leonor, princesa de Asturias, asistió a su primer acto en solitario y sufrió en carne propia un titular de mal gusto por parte de la prensa. Cuando la Casa del Rey anunció que la niña, de 15 años en ese momento, continuaría sus estudios en una prestigiosa escuela de Gales, la Televisión Española, cadena estatal muy prestigiosa, tituló “Leonor se va de España igual que su abuelo”. Una ironía nada fina ya que las circunstancias no podían ser más diferentes. Mientras que la princesa se iba voluntariamente y para volver, Juan Carlos fue desterrado por su hijo por negocios nada santos. La RTVE se disculpó hasta el hartazgo pero la sombra de puja entre el gobierno socialista y sus aliados de ultraizquierda por el manejo de los medios quedó al descubierto.

Por Suecia, pudimos ver todo el año a la familia participar en actos no demasiados multitudinarios, siempre cuidándose del virus pero la noticia sino sorprendente por lo menos no habitual en otras monarquías es que la princesa heredera, Victoria, había sido elegida por los lectores de la revista QX como una de las personalidades destacadas de la Gala Gay. Ella es un ícono de la comunidad LGTB+ sueca y ha acudido en varias oportunidades a la gala de la revista. A fines de febrero posó, elegantísima, con el premio, el que agradeció con una carta muy significativa: “Estoy muy orgullosa y feliz por el bonito premio de los lectores de QX. Significa mucho para mí. ¡Gracias!. Es particularmente importante que continuemos trabajando todos los días por un mundo donde las personas LGBTQI tengan la oportunidad de vivir en libertad y sin opresión. Un mundo en el que puedas ser quien eres y estar orgulloso de ello”.

Imposible no nombrar a la reina Máxima en este balance, alguien que siempre da que hablar y que a nuestros lectores interesa especialmente. No ahondaremos en cada uno de sus actos ya que los hemos estado cubriendo durante todo el año, pero recordemos que nuestra Máxima cumplió el 17 de mayo 50 años y que más allá de un concierto con aforo limitado no pudo hacer. Eso sí, fue una de las pocas monarcas a la que la pandemia, entre ola y ola, le dio tiempo para sacar a relucir tiaras, joyas y modelos exclusivos poniendo foco (y en eso se da la mano con la reina de España y con la princesa Victoria de Suecia) en diseñadores nuevos que tienen como bandera la sustentabilidad y el cuidado del medio ambiente. Las tres saben que la ropa es un mensaje y ¿qué mejor que darlo a través de ella en lugar de hacerlo con discursos que nadie lee?

Este año nos esperan los jubileos de las únicas dos reinas por derecho propio que hay en el mundo: Isabel II de Gran Bretaña y Margarita II de Dinamarca. También cumplen números redondos Letizia y la princesa Mary de Dinamarca; habrá nacimientos y bautismos; alguna boda de príncipe segundón; aunque esperamos lo mejor, no faltará un funeral, y, si nada de esto ameritara un gran acto solemne, siempre tenemos a Harry, al rey Juan Carlos y a los Grimaldi, todos ellos dados a los escándalos para llenar estas páginas. Esperemos que la cuarta, quinta o sexta ola no lleguen nunca y podamos retomar la agenda con salud y prosperidad. La de los royals, claro, pero en especial la de nuestros lectores. Que así sea.

Todo hace suponer que Charlene de Mónaco está en una clínica de salud mental en Suiza

La tristeza de Isabel por la muerte del duque se compensó con el nacimiento de cuatro bisnietos

 

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