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Cándido López dejó más de 60 magníficas pinturas sobre la guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay. Su redescubrimiento como maestro de la pintura por parte de Romero Brest
Después de la batalla de Curupaytí, de Cándido López. 1893
MARCELO ORTALE
Por MARCELO ORTALE
Se le llamó el “manco de Curupaytí” porque en esa batalla librada por la Triple Alianza (integrada por Argentina, Brasil y Uruguay) contra el Paraguay, dominado entonces por el dictador Francisco Solano López, un casco de metralla le voló la mano derecha y la amputación debió llegar hasta el codo.
La víctima fue Cándido López (1840-1902), que peleó con las tropas argentinas, pero que pasó a la historia por haber documentado con más de sesenta óleos de gran calidad aquella desgraciada guerra entre países americanos.
Pintaba inicialmente con la mano derecha, con ella fue tomando a lápiz apuntes minuciosos de la guerra. Tenía una trayectoria y obra pictórica previa, pero cuando ocurrió el accidente pensó en que no pintaría más.
Sin embargo superó con empeño ese obstáculo y, como dijo el historiador Daniel Balmaceda, “desde 1868, ya en Buenos Aires, Cándido comenzó a educar a su otra mano en el arte de la pintura. Toda su obra sobre la Guerra de la Triple Alianza fue pintada con la mano izquierda. Cándido López realizó la más extensa obra sobre esta cruel guerra”.
Para narrar las guerras después llegarían las fotografías, las cámaras de cine y televisivas y hoy se sumó la perversa exactitud fílmica de misiles y bombas que en su trayectoria hacia los blancos elegidos van captando imágenes que se retransmiten, antes de sumarse ellas también a la explosión.
Y pese a ello, los historiadores no dejan de señalar con sorpresa la extrema fidelidad de los más de sesenta óleos -la mayoría de ellos apaisados, muy panorámicos- que Cándido López pintó sobre aquella guerra librada entre 1865 y 1870, que terminó con la muy dramática derrota del Paraguay en términos sociales, económicos y demográficos.
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Ataque de la escuadra brasileña a las baterías de Curupaytí, el 22 de septiembre de 1866, de Cándido López. 1901. Museo Nacional de Bellas Artes
Sus cuadros, se ha dicho, fueron como crónicas escritas, como historias vívidas de aquel devastador enfrentamiento. Ver una pintura de Cándido López es como si el observador estuviera allí presente y conviviera con el heroísmo anónimo y la tragedia de aquellos ejércitos enfrentados.
El calibre y la ubicación de las artillerías apostadas; el detallismo con que expone los uniformes de las distintas tropas; las arboledas bucólicas con algunos árboles dramáticamente tronchados por cañonazos; las escenas masivas de ataques o los grupos de cuerpos yacentes, como islas de dolor luego de la batalla; los paisajes en que se desarrollaron los enfrentamientos; la presencia tutora e imponente de los buques; las carpas de los soldados y hasta un cuadro sobre el velorio al primer soldado muerto en la contienda, todo quedó meticulosamente registrado por el ojo-cámara de aquel cronista de guerra.
Es que así se lo consideró durante décadas, hasta bien entrado el siglo XX. Se vio en su obra una suerte de corresponsalía militar no escrita, sino expresada con formas y colores. Hasta entonces Cándido López no era considerado un pintor, un artista, sino un cronista.
Primero fue el crítico de arte José León Pagano que lo incluyó en libros sobre pintura publicados en la pasada década del 30. Allí lo calificó a Cándido López como a un “precursor del arte nacional”.
Pero el mayor espaldarazo artístico lo da a partir de 1963 el vanguardista Jorge Romero Brest, que revaloriza la obra de Cándido López y presenta varias exposiciones de sus cuadros en el Museo Nacional de Bellas Artes.
Romero Brest recataloga para siempre a Cándido López –tal como lo hizo también con otro pintor, Xul Solar- como un representante anticipado en el país del modernismo y del arte naif.

Trinchera de Curupaytí, de Cándido López. 1893. Museo Nacional de Bellas Artes
Aún con grandes diferencias de estilo, algunos críticos aluden a cierta semejanza “vivencial” de Cándido López con Goya, el magnífico pintor español que, en tiempos de las guerras de independencia de España contra el bonapartismo que dominaba a la Península, pintó 82 cuadros que dejaron a la vista, con elocuencia y crudeza, los horrores de la guerra.
El mencionado Balmaceda reseña que Cándido López nació en Buenos Aires y que ya desde pequeño se sintió atraído por la pintura. “Su padre, Sebastián López dijo a su esposa: “Josefa, este niño está perdiendo tiempo para aprender a ser útil en su vida”. Y su mujer le contestó: “No es bueno oponerse a los designios de Dios”. Por suerte, los padres de Cándido no se opusieron a la vocación artística del chico.
Agrega el historiador que “primero fue autodidacta, recorriendo la ciudad para dibujarla. Después se profesionalizó tomando clases con el maestro Carlos Descalzo, argentino y amigo de sus padres, y luego con un maestro italiano, Baldasarre Verazzi. Con Descalzo, precisamente, conoció los daguerrotipos, que son el antepasado de las cámaras fotográficas”-
A los 19 años, Cándido López, se fue a vivir a la ciudad de Mercedes, provincia de Buenos Aires, en donde se dedicó a ser retratista. De este período, su obra más famosa es “General Bartolomé Mitre”, en la cual retrató al recientemente asumido presidente de la Nación, tal como lo dice el historiador Marcos Estrada.
A los 19 años, Cándido López se fue a vivir a la ciudad bonaerense de Mercedes
En ese tiempo mercedino, añade Estrada, Cándido López pintó su “Autorretrato y un crítico (José María Lozano Mouján, “haciendo un “jeu de mots” afirmó más tarde que era “Cándido también en pintura”, haciendo referencia a su nombre de pila y su dibujo imperfecto”..
Termina narrando Estrada que “el 30 de noviembre de 1862 se hallaba en la ciudad de Mercedes y terminó para la posteridad el conocido retrato del general D. Bartolomé Mitre que actualmente se encuentra en el Museo Mitre, firmado C. López”, para añadir que decidió después viajar por el país, llegar hasta la Cordillera y volver luego a San Nicolás para pintar algunos retratos.
“Allí se enteró de la declaración de guerra de la Argentina al Paraguay. El artista empaquetó rápidamente su paleta y sus pinceles, transformándose en soldado; fue de los primeros que se presentó voluntario en el cuartel del batallón “San Nicolás” comandado por el valiente Boerr”, dice el historiador.
Al volver de la guerra se casó en 1872 con Emilia Magallanes, con quien tuvo 12 hijos. La familia se estableció un tiempo en un campo de San Antonio de Areco, propiedad de la mujer y allí vivió de la actividad agrícola, sin abandonar su vocación artística. En el club Gimnasia y Esgrima montó una exposición con 29 óleos que representaban diversos episodios de la guerra con Paraguay, que el gobierno argentino finalmente le compró.
Se inició un período de penurias para el artista. Se mantenía con una pensión por invalidez. Le escribió a Mitre pidiéndole ayuda y este no lo desoyó, haciendo que se compraran sus obras. Trabajó un tiempo en la zapatería de su hermano, en un barrio porteño, mientras pasaba al óleo los apuntes a lápices que había tomado durante la guerra. Se mantenía, además, con una pensión por invalidez.

Vista interior de Curuzú mirado de aguas arriba (norte a sur) el 20 de septiembre de 1866, de Cándido López. 1891. Museo Nacional de Bellas Artes
Su vivienda última fue en la calle Güemes 3838 de la capital federal en donde falleció el 31 de diciembre de 1902 de una miocarditis aguda. Los restos del “manco de Curupaytí” descansan en el Panteón de los Guerreros del Paraguay en el Cementerio de la Recoleta.
Sus obras pueden verse en el Museo Histórico Nacional, Museo Nacional de Bellas Artes, Museo de Luján, Museo Mitre y Museo de San Nicolás. Allí están, distribuidas. Pero esos cuadros se han reproducido en numerosas ediciones.
Sus cuadros fueron como crónicas escritas, como historias vívidas...
“Dibujo la guerra, doctor. Me propuse servirle a mi patria como soldado voluntario y también como historiador en el pincel. Estos son los bocetos, cuando la guerra termine y vuelva a Buenos Aires van a ser pinturas al óleo”, le dijo Cándido López, al médico argentino que lo atendió una vez por una herida.
Dijo esa promesa cuando aún tenía la mano derecha, con la que pintaba. El artista, que volvió a su tierra amputado de ese miembro, educó por años a su mano izquierda e hizo lo que antes se hacía en el país de los argentinos: cumplir con la palabra.

Cándido López - Autorretrato / Web
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