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Tras la caída del comunismo en Albania, una zona privilegiada de los Alpes en ese pequeño país, cambió drásticamente su forma de vida al recibir una cantidad creciente de turistas que recorren los numerosos senderos de montaña en las inmediaciones de los pequeños pueblos de Valbona y Theth, donde cada familia tiene un alojamiento
Las montañas del norte de Albania fueron durante mucho tiempo un rincón olvidado, aún más pobre que el resto del país económicamente arruinado.
Ahora, sin embargo, son cada vez más los turistas de distintos países, amantes del senderismo, que buscan los caminos por los hermosos valles.
Algunos extranjeros incluso quieren comprar la torre de la vendetta, la Kulla e Ngujimit que la familia de Sokol Nikolle Koçeku viene vigilando desde hace 400 años. “Sin embargo, yo no quería abandonar la tradición”, dice Koçeku. La torre fortificada es una de las pocas en Albania que sobrevivió al Imperio Otomano y al régimen comunista. Ahora, insiste Koçeku, no debería ser sacrificada en medio de la nueva invasión, la afluencia masiva de turistas.
La torre se encuentra en Theth, un pueblo en las famosas “montañas encantadas” del extremo norte de Albania.
Desde hace siglos, la gente en esta región vive con escasos recursos.
Sin embargo, ha pasado un pequeño milagro: desde hace un par de años van a los Alpes Albaneses cada vez más turistas para hacer senderismo.
Y con ellos vuelven a sus pueblos los jóvenes que habían emigrado en busca de trabajo, porque ahora lo encuentran allí.
$ 847
En la bellalocalidad de Valbona hay promociones de alojamiento que se encuentran facilmente en Internet. Una de ellas es la de los “Apartamentos Turísticos Sanahuja”, situados en la calle Calvo Sotelo s/n; todos tienen vista hacia la montaña y la tarifa de uno para dos personas es de 847 pesos argentino al día.
El milagroso renacimiento comenzó en 2005, cuando la Agencia Alemana de Cooperación Técnica (GIZ) les dio créditos a algunos aldeanos para que renovaran sus casas e instalaran en ellas cuartos de huéspedes.
Al mismo tiempo se señalizó un sendero de gran recorrido transfronterizo.
El sendero, de 192 kilómetros, se llama Peaks of the Balcans y atraviesa Albania, Kosovo y Montenegro.
Ahora hay un segundo sendero de largo recorrido que atraviesa los Alpes Albaneses, la Vía Dinarica, que va de Eslovenia a Macedonia.
Sin embargo, a la mayoría de los turistas estas caminatas les parecen demasiado duras.
Ellos prefieren el trayecto más corto, que comienza en Shkodra, una ciudad de 2.400 años de antigüedad situada a orillas del lago Skutari, el centro del norte de Albania.
El camino más rápido y más bonito hacia el valle de Valbona pasa por el embalse de Koman.
El minibús sale a primera hora de la mañana. Durante dos horas traquetea por una garganta hasta llegar al puerto de ferries.
El milagroso renacimiento comenzó en 2005, cuando la Agencia Alemana de Cooperación Técnica (GIZ) les dio créditos a algunos aldeanos para que renovaran sus casas e instalaran en ellas cuartos de huéspedes
A veces, el ferry pasa junto entre acantilados de cientos de metros de altura y después vuelve a abrirse el lago.
En el puerto de Fierza espera Catherine Bohne con su todoterreno para recorrer el valle de Valbona, que se parece a los Alpes de hace 200 años: pacas de heno en las praderas, bosques y detrás las puntas de las montañas de más de 2.000 metros de alto.
No obstante, no hay telesquíes, ni bares, ni clubes, ni casinos ni locales de artículos deportivos.
“En 2004, cuando construí aquí un restaurante, los vecinos se rieron de mí”, relata por la noche Alfred Selimaj, el esposo de Catherine Bohne. “Me dijeron que tiraría mi dinero por la borda”.
Selimaj bautizó su restaurante “Rilindja”, que significa “renacimiento”.
“Actualmente, casi cada familia en el valle gana dinero con el turismo”. Para muchos albaneses, Valbona tiene algo místico”, explica a su vez Bohne, porque durante mucho tiempo el lugar estaba cerrado a la mayoría de la población. Sólo los dirigentes del Partido Comunista podían pasar aquí las vacaciones en un lujoso complejo hotelero, del cual han quedado ruinas.
Al final de la calle se encuentra el “Grand Hotel” de los nuevos tiempos, una mole de cinco plantas de piedras naturales.
El recorrido continúa por un espectacular sendero empinado entre hayas, pinos y robles. En algún punto del camino hay un letrero que señala la presencia de un café.
La autora inglesa Edith Durham escribió a principios del siglo XX sobre Theth que ningún otro lugar en el mundo le había impresionado tanto por su carácter solitario y majestuoso.
El adjetivo “majestuoso” sigue siendo válido: los picos se alzan hasta una altura de casi 2.700 metros, pero lo “solitario” ya es cosa del pasado. Minibuses con turistas estacionan frente a los hoteles y centros de información al visitante.
Los turistas ya suman miles al año y el número sigue creciento.
“Hoy, casi cada familia en el valle tiene una pensión”, dice Gjeçaj. Ya es difícil encontrar personal ya que la gente en el pueblo no quiere trabajar para otras familias.
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