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El ser humano: mitad dios, mitad bestia

“Bioética Quiróntica”, de José Alberto Mainetti y su hijo José Luis. Un libro de reciente aparición que trata sobre los enigmas de la vida y de la muerte. Problemas que plantea el vertiginoso avance de la tecnología médica. Los microchips que cuidan al enfermo

El ser humano: mitad dios, mitad bestia

“Bioética Quiróntica”

Por MARCELO ORTALE

24 de Septiembre de 2017 | 04:36
Edición impresa

El vertiginoso avance en el mundo de la tecnología médica ha sido de tal magnitud ––hay microchips y biosensores implantados que se ocupan de la atención de muchos enfermos “cableados”- que la ciencia ya ha ingresado de lleno en la etapa del llamado poshumanismo médico. Pero eso plantea múltiples desafíos e interrogantes éticos.

Atrás, muy atrás, quedó el tema de la deshumanización de la medicina, la del médico que no conoce a sus pacientes, que se aleja cada vez más del enfermo, reemplazado ahora por uno mucho más complejo: el de la aplicación de técnicas moleculares para mejorar la calidad de vida, combatiendo a la enfermedad con métodos innovadores.

En 1959 el premio Nobel de Medicina, Richard P. Feynman, pareció fantasear: “En cirugía sería interesante si se pudiese tragar al cirujano. Ubicar al cirujano mecánico dentro del vaso sanguíneo para que viaje hasta el corazón y dé un “vistazo”. Encuentra cuál es la válvula defectuosa y lleva un pequeño cuchillo y la reseca. Otras pequeñas máquinas podrían incorporarse permanentemente en el cuerpo para reparar algún órgano que esté funcionando inadecuadamente”.

Este discurso de Feynman no resultó ser tan fantasioso, según se desprende de parte de los valiosos –y, por cierto, estimulantes- textos incluidos en el libro recientemente publicado “Bioética Quiróntica”, de autoría de los médicos platenses José Alberto Mainetti y su hijo José Luis Mainetti.

“La idea de Feynmann que antecede a los chips de computadoras, acerca de tragar al cirujano –o sea, de una pequeña máquina haciendo el trabajo de reparación de los sistemas del cuerpo- es el principio subyacente a la nanotecnología y la nanomedicina, esto es, de una tecnología que aprovecha las propiedades mecánicas en escala molecular”, dice José Alberto Mainetti, que además de médico es filósofo e impulsor y precursor en América de la bioética como disciplina humanístico-médica.

Corresponde aquí advertir que, una vez más, la literatura –en este caso, representada por la de ciencia ficción- llegó antes del amanecer de esa medicina revolucionaria o junto con ella. El libro de los Mainetti reseña el caso de la novela “Viaje alucinante” de Isaac Asimov, escrita en los 60, llevada al cine y continuada por una segunda novela del mismo autor.

Se narra allí la vida de un científico soviético –Shapirov- que ideó un ultrasecreto plan de miniaturización y que yacía en coma profundo. Una misión científica norteamericana, junto a un equipo de investigadores soviéticos, son miniaturizados hasta un tamaño molecular y los hacen viajar en un submarino por los torrentes sanguíneos hasta el cerebro de Shapirov, a fin de rescatar los secretos guardados allí.

BIOETICA QUIRONTICA

El libro “Bioética Quiróntica” selecciona textos publicados en estas casi cinco décadas por la Revista Quirón, publicación periódica que se edita en La Plata. Todos ellos tratan sobre los complejos y fascinantes problemas éticos y humanísticos de la medicina. Así aparecen textos legendarios y mitológicos relacionados a los centauros, seres que ontológica entre la tierra de las bestias y el cielo de los dioses”.

Las 126 páginas del libro recogen prosas y versos que nacen en los tiempos de Homero y llegan a nuestros días, con poetas casi contemporáneos como Elliot o el argentino Marechal. No falta “El centauro”, de Borges o el artículo sobre Quirón y el animal político, de Maquiavelo.

Aparecen también en estas páginas recientes las visiones de Goethe; Hölderling; Anatole France; Rubén Darío (el “coloquio de los centauros”); Ortega y Gasset; Pavese; de la inolvidable profesora de literatura italiana en la UNLP, Alma Marani; de Primo Levi; del novelista norteamericano John Updike, muchos de ellos glosados por la pluma esclarecedora de los editores.

La figura del centauro fue elegido como guía de una cosmovisión filosófica y médica. “El centauro es la criatura más armoniosa de la zoología y antropología fantásticas”, dice Mainetti. El centauro Quirón recibe una herida de flecha en la convergencia de sus dos naturalezas: “Símbolo arquetípico de la condición humana, Quirón lleva entre ambas partes de su ser la herida incurable causada por la flecha de Hércules, que señala con dolorosa evidencia la imposibilidad de la armonía, el eterno conflicto de una naturaleza dual. La enfermedad existencial que representa la flecha es la inquietud de vivir en el reino intermedio, entre la autosuficiencia de los dioses y la sosegada entrega a sus instintos propia de los animales”.

El espíritu de la medicina está representado por Quirón, primer inventor del arte de curar: “Quirón, en efecto, fue el pedagogo por antonomasia, preceptor de los héroes helenos –Jasón, Hércules, Aquiles, Asclepio- médico chamán experto en la precariedad e impureza de la condición humana”.

LA LEY Y LA FUERZA

El libro incluye un artículo de Maquiavelo, que alude al “animal político” y que el autor de El Príncipe relaciona con el centauro Quirón. La obra de Maquiavelo sintetiza fielmente los giros y contragiros de las conductas de los seres políticos, de quienes gobiernan a las sociedades. Dice así:

“Es necesario que el príncipe sepa que dispone, para defenderse, de dos recursos; la ley y la fuerza. El primero es propio del hombre y el segundo corresponde esencialmente a los animales. Pero, como a menudo no basta el primero, es preciso recurrir al segundo. Le es, por ende, indispensable a un príncipe hacer buen caso de uno y de otro, ya simultánea, ya sucesivamente. Tal es lo que con palabras encubiertas enseñaron los antiguos autores a los príncipes cuando escribieron que muchos de ellos, y particularmente Aquiles, fueron confiados en su niñez al centauro Quirón, para que los criara y educara bajo su disciplina. Esta alegoría no significa otra cosa sino que tuvieron por preceptor a un maestro que era mitad hombre y mitad bestia, o sea que un príncipe necesita utilizar a la vez o intermitentemente de una naturaleza y de la otra, que la una no duraría si la otra no la acompañara”.

Las primeras páginas de “Bioética Quiróntica” resultan de lectura laboriosa, casi porfiada. Pero, a medida que se avanza, la delgada penumbra inicial va aclarando en una cosmovisión sorprendente, el universo médico y filosófico que, de pronto, como revelado, se presenta luminoso y accesible al lector.

Poderoso como entidad humana y divina, el centauro es también un ser imaginario. Lucrecio, el autor latino, es casi el único de los clásicos que sostuvo que los centauros no existen: caballo y hombre no pueden convivir en un mismo cuerpo: cuando uno ya está en su fogosa plenitud, el otro seguirá buscando beber del seno materno; uno envejece antes que el otro: “no arden con los mismos amores, no concuerdan en sus costumbres y no pueden, en fin, complacerse con los mismos alimentos”.

Las últimas treinta páginas del libro desarrollan un diálogo imaginario –de plenaautoria de José Alberto Mainetti- entre Quirón y Prometeo, este último introductor del fuego, considerado como titán protector y benefactor de la humanidad, que dialogan sobre el humanismo y poshumanismo. Ambos debaten sobre temas como la inmortalidad y la muerte como solución de los males humanos, la enfermedad, la eutanasia o el misterio de la vida.

En el texto límpido, surgen referencias claves. Dice Prometeo: “En nuestra cultura griega del siglo IV nació el concepto de muerte natural y su criterio de determinación cardio-respiratoria. La cosa cambió estos días con la muerte artificial o intervenida, que da lugar a la revolución tanatológica, conceptual y operativa, de un criterio encefálico total, troncal y cortical”.

Quirón le responde: “Ya Platón y Aristóteles disentían sobre la sede del alma, para el primero neurocéntrica y para el segundo cardiocéntrica. Por lo que veo el hombre sigue viviendo y como un centauro, caballo y caballero, animal y racional como siempre…”

Se debaten cuestiones contemporáneas, comprometidas, como la donación de órganos y los trasplantes de órganos vitales: “la era de los trasplantes marca un triunfo revolucionario de la medicina”, le hace decir Mainetti a Prometeo. Quirón coincide, pero advierte: “las cuestiones de fondo en trasplantología permanecen abiertas, como la disponibilidad sobre el cuerpo, las relaciones de intercoporeidad o la determinación de la muerte”.

En las más altas horas de la madrugada, los ojos ya entrenados del lector se deslizan maravillados sobre diálogos cargados, a la vez, de humanidad y divinidad. Prometeo define al hombre: “Estoy junto a mis semejantes cada vez más numerosos, en los comienzos de una mutación. En efecto, el hombre comienza a sobrepasar infinitamente al hombre…”,

El ser humano, añade, “se convierte en lo que es: el más terrorífico y perturbador técnico, como lo designó Sófocles hace veinticinco siglos, el que desnaturaliza y rehace la naturaleza, el que recrea la creación, el que la saca de la nada y el que, quizá vuelva a llevarla a la nada. El que es capaz del origen y del fin. El intruso no es otro que yo mismo y el hombre mismo. No otro que el mismo que no termina de alterarse, a la vez aguzado y agotado, desnudado y sobreequipado, intruso en el mundo tanto como en si mismo, inquietante oleada de lo ajeno…”.

 

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“Bioética Quiróntica”

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