

Algunos de los juguetes que están expuestos en el tradicional Museo de Hojalata, en Candeleda / M.R.Merinero / dpa
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Está ubicado en “La Casa de las Flores”, un edificio de 1862 cuyos balcones están decorados con numerosas plantas. Cuenta con coches, carruseles, animales y motos
Algunos de los juguetes que están expuestos en el tradicional Museo de Hojalata, en Candeleda / M.R.Merinero / dpa
CANDELEDA, ESPAÑA
Como en la mejor fantasía de un niño, un universo de juguetes de otra época da la bienvenida al visitante. Entrar en el Museo del Juguete de Hojalata de la pequeña localidad de Candelada (Ávila) supone sumergirse de golpe en la infancia. Un lugar que ejerce un efecto mágico sobre abuelos y nietos por igual.
Los primeros, porque los más de 3.000 objetos que pueblan armarios, mesas y estanterías los trasladan a los juegos de su niñez; los más pequeños, porque probablemente nunca antes han visto juguetes como los que aquí se muestran y a los que en muchos casos hay que dar cuerda para que funcionen.
“Los juguetes tienen y cuentan una historia”, dice Francisco “Paco” Gil, impulsor del proyecto y encargado de guiar a los visitantes por este mundo de fantasía. Este profesor de matemáticas fue recopilando objetos de su infancia desde que tenía 14 años para mostrarlos al público. “Un sueño que no tendría sentido si no lo pudiéramos enseñar”, asegura.
Ubicado en un edificio de 1862 conocido como La Casa de las Flores, porque sus balcones están decorados con numerosas macetas (y que nada tiene que ver con la popular serie mexicana de Netflix), aquí hay, entre otros, coches, norias, carruseles, animales, motos, naves espaciales y hasta un mono calculadora, que con un mecanismo aparentemente sencillo resuelve operaciones matemáticas con total precisión. Pero también una colección de objetos del pasado como planchas de hierro, gramófonos, máquinas de coser y de escribir o un pupitre de una antigua escuela.
El juguete de hojalata fue un producto de la revolución industrial y el compañero de los niños durante mucho tiempo. Dominó el mercado desde finales del siglo XIX hasta la primera mitad del XX. Fabricados con hoja de acero y recubiertos de una capa de estaño, conocida popularmente como hojalata, sus colores llamativos, intensos y brillantes tomaban vida con los movimientos de los juguetes.
En un principio, los juguetes eran de madera, barro o tela y en muchos casos de fabricación propia. Cuando los artesanos lograron tener un fácil acceso al acero, comenzó su fabricación a gran escala. La creación de nuevas empresas facilitó la aparición de juguetes a un precio asequible, al mismo tiempo que emergía una clase media con poder adquisitivo.
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La ciudad alemana de Nuremberg y sus alrededores se convirtió en el mayor centro juguetero del siglo XVII, pero pronto le salieron competidores en otros países, fundamentalmente Francia y Reino Unido. En 1890 ya podía hablarse de una auténtica industria del juguete de hojalata.
Con la introducción de la litografía como método decorativo y el sistema de ensamblaje como método de fabricación, se inició la producción a gran escala. Gracias al abaratamiento de los costes, los juguetes llegaron a todas las capas de la sociedad, produciéndose un auge importante.
En España, la producción se inició hacia finales del siglo XIX. La mayoría de las industrias jugueteras se instalaron en la costa mediterránea, concretamente en la ciudad de Ibi (Alicante) y alrededores. Payá Hermanos S.A. fue la primera empresa juguetera de la localidad y una de las más importantes a nivel nacional.
Pasada la Guerra Civil Española (1936-1939) aparecieron nuevas fábricas de juguetes de madera. Los juguetes de hojalata resultaban muy caros y fueron quedando relegados para las familias acomodadas. “En España se dejaron de fabricar juguetes de hojalata en 1984 y desde entonces todos son importados desde Rumania, China o Alemania”, explica Paco Gil, que disfruta contando todo tipo de anécdotas históricas.
Esta exposición entrañable y nostálgica está estructurada en tres secciones. “Una infancia de hojalata” alberga la colección privada del periodista Luis Figuerola-Ferretti. Tartanas, motoristas, autobuses, cochecitos, camiones y otras muchas piezas de marcas como Payá, Rico, San Juan, Verdú Y Hermanos o Jyesa.
El apartado “Otros juguetes del mundo” está formado por más de mil piezas que permiten comprender la evolución del juguete de hojalata y cómo se han perfeccionado las diferentes técnicas a través de las generaciones, adaptándose al mercado del juguete.
Por último, la sección “Objetos de otra época” recoge un amplio abanico de utensilios de todo tipo coetáneos de los juguetes, como radios, gramófonos o máquinas de coser. En muchas ocasiones, estos objetos “fueron el punto de partida de los maestros jugueteros, ya que lo que querían los niños era hacer lo mismo que sus padres”, explica Paco Gil. Así, los primeros fabricantes de juguetes se basaron en ellos para realizar miniaturas.
La colección que alberga La Casa de las Flores no recibe ningún tipo de financiación ni ayuda. ¿Cómo se saca adelante un proyecto así? Paco Gil lo tiene claro: “Por amor al arte y por la recompensa de ver las caras de los visitantes, mayores y niños, cuando entran aquí”.
Algunos de los juguetes que están expuestos en el tradicional Museo de Hojalata, en Candeleda / M.R.Merinero / dpa
Como en la mejor fantasía de un niño, un universo de juguetes de otra época da la bienvenida al visitante en este tradicional museo / Marta Rodríguez Merinero / dpa
Fachada de la entrada al museo del juguete / M. Rodríguez Merinero / dpa
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