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La libre interrupción del embarazo y las banderas de la burguesía

La libre interrupción del embarazo y las banderas de la burguesía

“La mujer es dueña de su cuerpo, pero lo que se ha formado en ella no es un apéndice de su cuerpo. No tiene derecho de eliminarlo”

21 de Junio de 2018 | 02:21
Edición impresa

Por HÉCTOR AGUER (*)

El presidente está orgulloso de haber habilitado sobre el aborto “un debate histórico, propio de la democracia”, e invitó a “dirimir las diferencias con respeto”. Los diputados han dado media sanción a una ley que legitima el “crimen abominable”. Esta terrible expresión no es de mi autoría; se encuentra en la Constitución Pastoral “Gaudium et spes” (n. 51) del Concilio Vaticano II. Se ha semi-consumado una “estafa moral”, como bien dijo el Padre Pepe Di Paola, ya que la propuesta no figuraba en las plataformas de la coalición gobernante. Se puede sospechar, además, que “corrió guita”. En efecto, los diputados pampeanos obedecieron la orden del gobernador de su provincia de aprobar el proyecto abortista, y ese mismo día el Gobierno nacional depositó una fuerte suma (900 millones) que debía a La Pampa. ¿No tendrá nada que ver el asunto con el FMI? Es tradición de los organismos internacionales de crédito condicionar la ayuda financiera a la adopción de medidas antinatalistas. Lo mismo supo hacer Estados Unidos; basta recordar el célebre Informe Kissinger. Nuestro presidente ha había anunciado que si el proyecto que acaba de pasar al Senado se convierte en ley, no la vetará. En 2008, el presidente de Uruguay, Tabaré Vázquez, vetó la ley abortista sancionada por los congresales de aquel país; claro, el oriental es médico, no empresario. Nuestro empresario vetó la ley que retrotraía a índices más razonables las tarifas de los servicios públicos, para dejar bien ajustado el cinturón que asfixia a la pobre gente.

“Jesús fue un embrión concebido virginalmente. Fue un niño por nacer. Pero en un país de bautizados paganos ese argumento no pesa mucho”

 

Diálogo, búsqueda de acuerdos, “dirimir las diferencias con respeto”. La primera cuestión a discutir es de carácter científico. Los estudios de genética y embriología del siglo XX dejan en claro que el fruto de la concepción, desde el primer instante, es un ser humano, aun antes de la anidación en el seno materno; es una minúscula personita con un ADN distinto del de sus progenitores, y ya desde entonces es xx o xy. La mujer es dueña de su cuerpo, pero lo que se ha formado en ella no es un apéndice de su cuerpo; no tiene derecho, ni ella ni nadie a eliminarlo, sino que debe ser protegido, cuidado, para que llegue a ver la luz del sol y alcance la meta de su plena realización.

La certeza científica va acompañada de otra de carácter filosófico: un principio de acción guía internamente el crecimiento y la organización del nuevo ser. Platón escribió en su “Fedro”: “desde dentro se mueve de por sí”. Es la forma, el alma del compuesto humano que se ha de manifestar progresivamente como principio de conocimiento, conciencia y voluntad. La búsqueda de acuerdos consiste en dirimir esta diferencia: ¿lo matamos o no?

La faceta jurídica del asunto: el derecho a la vida del embrión está tutelado por tratados internacionales a los cuales ha adherido la República Argentina y que tienen rango constitucional. ¿Cómo se compagina la legitimación por ley del aborto con el artículo 75 de nuestra Carta Magna? Resulta incomprensible la posición de numerosos legisladores y de ciertos pronunciamientos de la Suprema Corte, que ha avalado fallos inconstitucionales. El tercer poder del Estado podría sumar, a las fallas que se atribuyen a la administración de justicia, una nueva iniquidad. A este capítulo corresponden varias cuestiones delicadas, y un reclamo: facilitar los trámites de adopción mediante una renovación de ese instituto. Con esta alternativa al aborto se saldaría una desigualdad: hay padres que tienen hijos sin querer, y padres que los desean y no pueden tenerlos.

Paso rápidamente a mencionar las perspectivas sociológica y psicológica del asunto. Dicho con todo respeto: la reivindicación de la libre interrupción del embarazo es una bandera de la burguesía. Dan pena los partidos de inspiración marxista. Las jóvenes pobres consideran al hijito como una riqueza, cualquiera haya sido la circunstancia en que fue concebido. Las jóvenes universitarias ideologizadas en sus respectivas facultades y aquellos medios de comunicación que están copados por los “lobbies” feministas o del colectivo LGBT profesan la ideología de género, según la cual la maternidad es una imposición arbitraria a la mujer si no se le concede el derecho de abortar; menosprecian lo más bello de la condición femenina. La dimensión psicológica del asunto se manifiesta crudamente en el síndrome post-aborto y en la dificultad de superarlo. Causó desagrado en el pseudo-debate que un médico presentara un video que registra una sangrienta operación abortiva. Pero esa es la impresionante realidad.

 

La cuestión política. El cuidado de la población es tarea indelegable del Estado. La Argentina posee un inmenso territorio semipoblado, y nunca se sostuvo en el tiempo una seria política de población. Si nos atenemos a la consigna de Alberdi, “gobernar es poblar”, se puede decir que el nuestro es un país desgobernado, o mal gobernado. Se afirma que la alternativa al aborto es la prevención entendida como distribución masiva de preservativos y anticonceptivos; hace 35 años que se aplica esta política, que por lo visto ha fracasado, ya que se hizo necesario apelar al recurso extremo de liquidar al fruto del embarazo no deseado. La prudencia, virtud propia del político, indicaría explorar otros caminos, ofrecer una auténtica educación sexual, no promover la perversión. Este último calificativo es el que emplea Freud en su “Introducción al psicoanálisis”: es perverso e impúdico impedir la finalidad esencial de la sexualidad, la transmisión de la vida.

He oído decir a un senador que “hay que dejar de lado las creencias” para definir la cuestión del aborto. Se refería a la fe religiosa. Como puede comprobar el lector, hasta esta altura de mi discurso no hice mano del argumento teológico; lo menciono nomás: el quinto precepto del Decálogo bíblico –“no matarás”- y un prodigio: el Dios hecho hombre, Jesucristo, fue un embrión, concebido virginalmente, fue un feto, un niño por nacer. Pero en este país de paganos bautizados semejante argumento no puede pesar mucho.

Macri lo hizo. ¡Alerta, votantes!

 

(*)Académico de Número de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas

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