Pasaron la barrera de los cien y el finde hubo festejos con familiares y amigos

A unas 20 cuadras de distancia, la Ciudad tuvo dos festejos de cumpleaños particulares: en un club, María “Maruca” Cipriana Suárez, celebró los 103 años y en la calle, en La Loma, Américo Smith fue centro de una fiesta barrial en la que volvió a subirse a la bicicleta, como cuando hacía el reparto de leche a sus vecinos de la localidad de Hinojo, en el centro de la provincia de Buenos Aires.

La pandemia dejó una marca en las reuniones, pero no las frenó. El sábado, María Cipriana no pudo recibir a todo el grupo de media docena de amigas por el aforo reducido en las mesas. La acompañaron en el almuerzo en Atenas, su hijo Rubén y su nuera Susana; su nieto Gastón, la esposa, Romina, y su bisnieto, Blas; los sobrinos Guillermo y Claudia; y sus amigas Bety y Elena.

La charla y el brindis pasaron de las cuatro de la tarde. Todo medido, seguramente para Maruca, como indica la definición de “vida moderada”, que le asignó su hijo Rubén en una charla con este diario.

“Maruca” conserva un grupo de amigas con las que se reunía a jugar a las cartas y a la lotería hasta que la pandemia cortó todo. Quizás en la mesa hayan planeado esa ansiada vuelta. Mientras tanto -contó Rubén-, sigue despuntando el gusto por la Escoba y el Chinchón en su casa.

La rutina incluye las charlas, la televisión y la lectura matinal del diario.

Desde hace muchos años se retiró de la tintorería que tuvo con su esposo y padre de Rubén, en diagonal 73 entre 48 y 49.

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“Nació en Rauch y vino a la Ciudad por el trabajo de mi abuelo. Era la mayor de cuatro hermanos”, apuntó su hijo y aseguró que en estos días conserva una “excelente salud, sin medicación ni bastón. Lee el diario todas las mañanas, sin lentes”.

Maruca vive con sus familiares en Barrio Hipódromo desde hace más de una década.

“Siempre tuvo un carácter muy especial”, definió Rubén y detalló que “lleva una vida moderada, con sus gustos, pero moderada”. En la agenda está la visita al bingo. También al médico, para los estudios de rutina. “Le decía que le quería comprar los estudios por lo bien que le daban”, contó el hijo.

También se ejercita con el tejido, las cartas españolas y la conversación sobre deportes, por ejemplo.

“Es hincha de Estudiantes y le gusta el box y el automovilismo, como a mí. Mi papá, siendo tripero la llevaba a la cancha”, dijo Rubén. A los cien le llegó la camiseta pincha firmada por varios jugadores y el video de uno de los ídolos, la “Brujita” Verón. Ayer, como siempre, se disponía a ver el partido con River.

Américo casi se queda sin fiesta de cien en 2020. La pandemia oscurecía todo, pero la imaginación pudo más. Familiares, amigos y vecinos se juntaron y cortaron la torta en la vereda, en 16 entre 41 y 42. Este año, el sábado, se repitió el esquema, con alrededor de 70 personas en una tarde soleada, ideal para la reunión.

Como hace un año o décadas, volvió a andar en bici. La usaba alternadamente con el carro para el reparto de su tambo en Hinojo, el pueblo de 6 o 7 mil habitantes que dejó hace unos años, para venir a La Plata a vivir con el hijo (y la familia) que había llegado como estudiante y hoy es ingeniero. Le trajeron de su pueblo, la última que usó en esas calles.

Allá, dejó en donación a su pueblo los elementos del museo de su vida y sus actividades, que montó en su casa luego de cerrar su último negocio, un locutorio.

Ayer, todo alegría: “la gente que pasaba, paraba, tocaba bocina. Había familiares, amigos y vecinos del barrio”, contó Guillermo Cavia, amigo y coterráneo de Américo.

Según contó, Smith conserva la costumbre de pueblo de dormir la siesta, “lee bastante y juega a la Escoba todos los días con la nieta, con una vecina o una sobrina”.

El hombre “nació en 1920 y vivió en Hinojo hasta los 93 años, cuando lo trajo el hijo a La Plata”, dijo.

Como siempre, esta vez hubo una torta y la camiseta de San Lorenzo en exhibición, que también atrajo a hinchas que pasaban por el lugar. La fiesta, completa.