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El ferretero de calle Cantilo, en el recuerdo

16 de Enero de 2015 | 00:00

Muchos vecinos de City Bell extrañan a Santiago Alaimo, el ferretero del pueblo. Y es que ya hace un año que no lo encuentran tras el mostrador de su negocio de la avenida Cantilo. Un domingo, el 12 de enero de 2013, fue el último día que fue a la ferretería. Casi un mes más tarde, el 6 de febrero, falleció.

Alaimo hubiera cumplido 71 años el 3 de enero; y estuvo al frente del local durante más de dos décadas.

Era ingeniero en telecomunicaciones y aplicaba su “ingenio” permanentemente. A veces alguien traía algo muy viejo que no andaba, para comprar uno nuevo. ¿Por qué lo quiere tirar?, le preguntaba. Y se iba al fondo, con ácido, aceite, pinza perro, kerosene, morsa, lo que fuera, le dedicaba toda su paciencia y lo ponía en condiciones. “¿Ve que anda? ¿Para qué va a comprar otro?”, decía. Monetariamente no le quedaba nada a cambio, pero sí el agradecimiento del cliente.

Cada vez que alguien llegaba con un problema le gustaba encontrarle la mejor solución y explicársela al cliente. Quería que la gente entendiera, así podría resolver mejor lo que le estaba pasando.

Era íntegro y honesto. Nunca iba a recomendar algo de lo que no estuviera convencido. Ofrecía todas las opciones posibles aún si él no las tuviera en la ferretería.

María Angélica Gallardo -o Maty Alaimo, para todos los vecinos- fue su compañera durante 31 años. Y es la madre de sus dos hijos menores: Nicolás y Ernesto. En estos días habló con NORTE para compartir algunos recuerdos: “si tengo que empezar por algo te diría, la música. Vos le hablabas a alguien de la ferretería de Cantilo y la ubicaba enseguida: `Ah, sí, la del señor que escucha música clásica`. Lo apasionaban Bach, Mozart, Beethoven y se daba el gusto de escucharlos en la ferretería. Hace muchos años teníamos un cliente , el doctor Álvarez -que ya murió-, que venía todos los días y se acodaba en el mostrador a escuchar. Santiago le habilitó una piecita del fondo y le ponía la radio, se pasaba toda la mañana allí”.

“También -cuenta- le ponía humor a las ventas. `¿Qué dice jovencito?`, `¿Cómo anda jovencita?`, eran sus saludos habituales para los mayores de 70. `Quiero una lamparita`... `¿Prendida o apagada?`, preguntaba él muy serio. `Busco el cómo se llama...`, decía el cliente. `Santiago`, respondía él. Y así montones de juegos de palabras que debido a la seriedad con que los decía a veces derivaban en conversaciones de lo más estrafalarias”.

CLIENTES Y AMIGOS

Cosechó amigos a montones. Muchos clientes pasaban sólo a saludar, o a festejar cuando ganaba el Pincha o sólo hablar del partido, a comentar algún concierto, o para hablar de política.

Fueron 22 años de estar al frente de su ferretería. City Bell era un pueblo, así le gustaba decir a la gente entonces. Había muy pocos negocios. Santiago le dio su apellido a esta ferretería y un modo de hacer las cosas. Si prometía conseguir algo para alguien, removía cielo y tierra para lograrlo. Era una satisfacción para él escuchar cuando alguien llegaba diciendo “me dijeron que si no lo consigo acá, no siga buscando”. Fueron muchos años de dedicación.

“Santiago -dice Maty- se jugaba por las causas que consideraba justas y se comprometía a fondo. En la Asociación de Comerciantes (Acips) que existía hace 20 años, en la constitución de la Asociación Civil de Bomberos Voluntarios de City Bell, en la agrupación que formaron los vecinos del Barrio Savoia para oponerse a la construcción del paseo de compras, en Feyba (la agrupación que reúne a ferreteros y bazaristas donde fue una temporada presidente) en todos esos lugares de defensa y reconocimiento de derechos fue un luchador entusiasta, aportando sus ideas, su tiempo, su trabajo”.

Además, “mimó a Carlota (La gata de la ferretería) como ninguno. La convirtió en la gata más sociable de City Bell, que se pasa el día en el mostrador y recibe las caricias de todos todo el día. A veces atendía con Carlota en brazos”.

“Fueron muchos años de convivencia, amor y, por mi parte, admiración, Santiago fue una persona muy inteligente, lo extrañamos todos los días cuando se nos plantea algún problema”, dice su compañera, desde la ferretería. Y agrega: “Hay mucha gente que nos ha ayudado a sobrellevar este año tan penoso. Nos sigue acompañando, por suerte, y en el mismo estilo. No es necesario venir a comprar algo. Con su saludo o un abrazo, nos ayudan a sobrellevar su ausencia”

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