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La precursora del feminismo en la Argentina. Defensora de los derechos del niño y de la mujer, no pocos intelectuales rescatan del olvido la figura de esta educadora. “Soy en mi país un alma huérfana o una planta exótica que no se puede aclimatar”
Por MARCELO ORTALE
“Quiero probar que la inteligencia de la mujer, lejos de ser un absurdo o un defecto, un crimen o un desatino, es su mejor adorno, es la verdadera fuente de su virtud y de la felicidad doméstica”, decía hace más de ciento cincuenta años una mujer argentina que, ahora, está volviendo lentamente del injusto olvido en que se encuentra.
En aquellos tiempos, recién pasada la mitad del siglo XIX no corrían brisas agradables para el feminismo, pero ella fue la primera y más valiente precursora, la defensora más íntegra y consistente de los derechos de la mujer en la Argentina, Brasil y Uruguay. Fue una vanguardista y le decían “la loca”.
Fue la mano derecha de Sarmiento en aquellos raros tiempos en los que se sembraba e invertía educación en el país. A Sarmiento también le decían “el loco”. Tan locos eran los dos que trabajaron juntos, a la par, y no se llevaban bien. La escritora Silvia Miguens escribió un libro sobre ella titulado “¡Cómo se atreve!”, que es la frase que Sarmiento le decía a esta educadora –cuyo nombre, Juana Manso, ya debe darse- a raíz de las actitudes autónomas y completamente libres que ella solía adoptar.
“Las ideas de Juana Manso están vigentes”, asegura Miguens. Juana Manso había nacido en buenos Aires en 1819 y a los 20 años debió emigrar a Montevideo, perseguida su familia por el gobierno de Rosas. Después viajaría a Brasil y a Cuba, donde vivió varios años creando escuelas de vanguardia, enseñando materias hasta entonces desconocidas como higiene y puericultura.
Manso fue además una escritora de primer nivel y antes que eso fue autora del primer libro de texto sobre historia argentina, utilizado por los escolares. Pero en todos sus escritos y actitudes sobresalió por su defensa de los derechos de la mujer y del niño.
En una carta que le dirigió en 1959 a la educadora norteamericana Mary Mann, ella le confió: “Conozco que la época en que vivo, soy en mi país un alma huérfana o una planta exótica que no se puede aclimatar”
Quien recuerda este texto es la investigadora y profesora de letras Myriam Southwell que, en pocas líneas, sintetizó el legado que dejó Juana Manso como educadora. Dice así: “Si uno recorre las características que los sistemas educativos alcanzaron en su despliegue, encuentra numerosos rasgos que –aunque anónimamente– reflejan problemas y propuestas que Juana Manso se formuló: el temprano despliegue de la educación inicial, la profesionalización docente, la ausencia de dogmatismo en la enseñanza, la difusión del republicanismo, la tolerancia y el respeto por quienes transitan la formación. Probablemente, su principio más formativo en la época en la que vivió, fue su convicción acerca de que la emancipación de la Nación implicaba la emancipación de sus intelectos, y ello desató consecuencias que muchas veces la hicieron objeto de condena.
En nuestra región, más precisamente en Berisso, vive la investigadora y profesora de letras Lidia F. Lewkowicz que, desde hace años, se ha especializado en Juana Manso. Como becaria del Fondo Nacional de las Artes trabajó sobre el tema “Grupos literarios que determinaban la Generación del 80” y allí encontró la figura de Juana Manso, sobre la que escribió un libro editado en el 2000 titulado: “Juana Paula Manso(1819-1875) Una mujer del siglo XXI” (Editorial Corregidor”.
“Y así la pienso a ella. Dos frases célebres acuñadas por Juana Manso dan idea cabal de su temperamento. Una de ellas es la que dice “la ignorancia me rechaza” y la otra expresa que “cada uno es lo que es y no lo que debiera ser”. Fue partidaria de la libertad de prensa, a la que calificó como “la más bella de las libertades civiles”. En Brasil, ajustada a esta realidad fundó el periódico “O Jornal das Senhoras” y algunos de esos textos están en doble versión en mi libro, que fue presentado por María Rosa Lojo y Guillermo Jaim Etcheverry”.
Más adelante se transcriben otras expresiones de Lewkowicz sobre Juana Manso.
Juana Paula Manso nació en Buenos Aires un año antes de la anarquía del 20, hija del inmigrante andaluz e ingeniero José María Manso, casado con la joven Teodora Cuenca. Fue formada en un ambiente familiar acomodado económicamente e inspirado en las ideas de Mayo, ya que su padre había peleado en batallas por la revolución en 1810 y participado luego del gobierno de Rivadavia. En 1839 la familia emigra a Montevideo por las persecuciones que recibió del gobierno de Rosas.
En 1841 funda en su casa de Montevideo el Ateneo de Señoritas, enseñándole a las jóvenes uruguayas aritmética, lectura, labores, cuidado de los modales, moral, gramática, francés, piano, canto y dibujo. Pronto el ateneo se quedó sin vacantes, mientras que el también emigrado José Mármol la insta para que escriba en diarios, tanto artículos en prosa como poesías.
Los acuerdos alcanzados entre Rosas y Oribe obligan a la familia Manso a exiliarse nuevamente, en 1842, esta vez a Brasil. Allí publica historias y tratados filosóficos, pero la difícil situación económica hace que en 1843 regresen a Montevideo, pues es nombrada directora de una escuela de niñas. Publica las poesías “Una tumba” y “Una lágrima para ella” en El Nacional y un Manual para la educación de niñas. Contrae matrimonio con Francisco de Saá Noronha, un violinista apenas discreto que la hizo incursionar por giras en Estados Unidos, Cuba y Brasil. Con él tiene dos hijas.
Manso escribió obras teatrales (La Familia Morel, A Saloia, A Esmeralda, Rosas) obteniendo varios éxitos. El 4 de enero funda, dirige y redacta, el periódico O Jornal das Senhoras. Modas Literatura, Bellas Artes, Teatro y Crítica. Publica en este periódico en forma de folletín Misterios del Plata, desde el 4 de enero hasta el 2 de junio de 1852. Hay artículos sobre la emancipación de la mujer, contra el racismo y la esclavitud, partituras, poemas y crónicas de viaje. Al enterarse de la muerte de su padre que hasta ese momento hacía de mecenas, su esposo la abandona y con sus dos hijas regresa a Buenos Aires luego de la caída de Rosas.
De regreso a Buenos Aires, funda el semanario “Album de señoritas”, un periódico humanístico que contiene literatura, bellas artes, teatros y también algo de modas. Pero acentúa sus trabajos sobre la emancipación de la mujer, la educación popular, filosofía y relatos de viajes por América además de notas sobre avances científicos y ataques a la iglesia. Publica también su novela “La familia del Comendador”, con señalado éxito.
Pero allí, presentada por José Mármol, conoce a Sarmiento y abraza definitivamente la causa educadora. En un diario creado por Sarmiento, Manso difunde ideas de avanzada, apelando a la reflexión educativa en contra de la pedagogía del castigo.
Mientras tanto, se dedicó a traducir obras que le pedía Sarmiento, a realizar obras de difusión cultural y a seguir escribiendo. Entre otros textos, en 1862 redactó el “Compendio de historia de las Provincias Unidas del Río de la Plata”, un manual para difundir en las escuelas.1 En 1864, junto con Eduarda Mansilla, fundó “La Flor del Aire”, periódico literario dedicado a la mujer, que dirigía Lope del Río. Con el seudónimo “Dolores” escribió “Mujeres ilustres de América del Sud”, con el propósito de rescatar la vida y las luchas de las mujeres por la independencia y la libertad.
Cuando Sarmiento llegó a la presidencia en 1868 fue designada vocal del Departamento de Escuelas y luego de la Comisión Nacional de Escuelas. Como tal fundó más de treinta escuelas e introdujo el inglés a la enseñanza obligatoria, entre otros adelantes. El 24 de abril de 1875, rodeada de pobreza, fallecería con apenas 55 años de edad.
Infatigable y valiente en su batalla, escribió alguna vez en defensa de la mujer: “Vosotros, ricos, ¿por qué no las educáis ilustradas, en vez de criarla para el goce brutal? Y vosotros, pobres ¿por qué le cerráis torpemente la vereda de la industria y el trabajo, y la colocáis entre la alternativa de la prostitución y la miseria?”.
Lewkowickz añadió que primeramente pensó que el verdadero incentivo de Manso era combatir la ignorancia, pero que “el posterior recorrido y análisis de su obra me llevaron a pensar que ella, además, defendía fervientemente los derechos de muchas mujeres, entre ellos la resistencia a la opresión, la posibilidad de su educación e integración al mundo del trabajo y fundamentalmente la libertad de comunicación que supone un emisor de opiniones y un receptor”.
Juana Manso nunca dejó de apostar por la educación. Sólo ella, también, rompería las cadenas que oprimen a la mujer. No desmayó. Y así lo dijo: “Me rodea la indiferencia y persisto; brisas glaciales se ciernen sobre mi cabeza y persisto; acaso la perseverancia de un apostolado que se deshecha por inútil será la sola memoria que dejaré a mi patria”. Fue algo más, de su nombre y de su influencia descienden las obras de las escritoras más brillantes y libres de la Argentina. Pero esta ya es otra historia.
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