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Policiales |Terribles amenazas en un asalto con rehenes

“Estoy enfierrado, si se quedan tranquilitos no habrá muertos”

Cuatro delincuentes causaron pánico en un local de 32 entre 12 y 13. Encerraron a cinco clientes y dos empleados y saquearon el lugar. Huyeron con dinero y mercadería

19 de Junio de 2018 | 03:06
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Los domingos, en la fiambrería y autoservicio “Pintó Picada”, están acostumbrados a trabajar hasta tarde.

La hora de cierre suele ser las 22, porque “la gente tiene antojos a toda hora”, confiaron en el lugar, y muchas veces, minutos antes de bajar la persiana, los clientes se agolpan a realizar compras de último momento.

Sin embargo, antes de ayer, acaso debido al almuerzo “fuerte” por el Día del Padre y el frío nocturno, a las 21.30 sólo había una pareja comprando en el local de 32 entre 12 y 13.

Laura, la propietaria, se había ido a la terminal a buscar a una amiga. A cargo quedaron Coco y Maga, los empleados.

No puede ser que nos acostumbremos a que pasen este tipo de cosas todos los días”

En ese momento, un hombre grande, de contextura fuerte, con la cabeza encapuchada y el cuello de una chomba levantado, ingresó y se colocó detrás de los dos compradores.

Mientras observaba las instalaciones, esperó unos segundos parado.

Cuando estuvo decidido, miró a los encargados y enunció sus intenciones: “Estoy enfierrado. Esto es un robo. Si se quedan tranquilitos no pasa nada, si no va a haber muertos”.

Enseguida, como si se hubiese tratado de una señal, entraron otros tres sujetos, también ellos con los rostros semicubiertos.

Sin dar tiempo a reacciones, uno pasó detrás del mostrador y el resto se dispersó por las instalaciones.

A Coco lo encerraron en una habitación del fondo, donde se encuentra el horno del pan.

En tanto, a Maga, que tenía en sus manos el cuchillo con el que se cortan los quesos, la hicieron tirarse en el piso, boca abajo.

Cuando ya tenían a los trabajadores reducidos y estaban listos para iniciar el saqueo, entraron un joven, que compra asiduamente en el almacén, y otra pareja.

Nada alteró los planes de los atracadores.

Con total dominio de la situación, a los cinco clientes “los mandaron arriba”, previo despojarlos de todas sus pertenencias.

Por su parte, el ladrón que había pasado del otro lado del escaparate (presuntamente el líder de la banda), “le pisó la cabeza a Maga y le pidió que le diga dónde estaba el dinero”, relató Laura al ser consultada por este diario.

“¡Dame la plata!, ¿dónde está la plata?”, le gritó.

Después fue hacia donde la mujer había colgado su cartera y le arrebató el monedero, que tenía todo tipo de documentos, desde los papeles del auto hasta el DNI de su hijo.

Tras otro breve intercambio, la dependiente atinó a señalar la caja registradora y a asegurar que “no hay más que eso”.

En las arcas había algo más de 10 mil pesos. Presurosos, la arrancaron y guardaron todo el contenido.

“Me dejaron las monedas de 10 centavos nada más”, dijo la dueña.

No obstante, les pareció escaso, y sin contentarse con el resultado de ese botín, uno de ellos alentó la rapiña del comercio.

“Agarrate los vinos”, les ordenó a sus cómplices.

En total, la comerciante calculó que se llevaron al menos 20 botellas de vino, unas cuatro de whisky, varias longanizas y quesos.

“Todavía no pude ni controlar qué es lo que falta. Una trabaja todo el día para que pase esto, ahora esperemos que el seguro me cubra algo de lo que robaron”, lamentó.

Una cuadra víctima de los robos

Linderos a la fiambrería hay emplazados una casa de comidas y una heladería, que suelen tener concurrencia todos los días de la semana.

La avenida 32, transitada de por sí, se vuelve muchas veces caótica por aquellos que estacionan en doble fila mientras compran.

Esta situación parece tener sin cuidado a los delincuentes, que tienen a esos dos comercios de punto.

Así lo refleja Laura, para quien el asalto del domingo fue su bautismo en esa zona.

“En tres años y medio, es la primera vez que me pasa. A los dos negocios que están al lado ya les robaron muchísimas veces”, reveló.

Cuando los atacantes huyeron, clientes y trabajadores “quedaron en estado de shock, muy asustados”, agregó.

Y reflexionó: “Al final terminás conformándote porque no golpearon ni lastimaron a nadie. No puede ser que nos acostumbremos a que pasen estas cosas”.

 

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