En los ojos de Rodolfo Walsh

Aun cuando el viento maligno del olvido sople cada vez más fuerte, pues se trata de un viento que todo lo aplana y ordena, María Moreno, absorbida de fascinación por la belleza de un estilo de precisión abrumadora para dar cuenta de una verdad en detalles, se propone recuperar los engranajes secretos que se condensan en dos textos de Rodolfo Walsh: uno, Carta a Vicki, escrito cuando ya la protagonista estaba muerta, y otro, Carta a mis amigos, escrito para sus compañeros de militancia. La narradora es una consumada cronista de sólida formación literaria, es decir, extrae de las canteras de la literatura la mayoría de los recursos formales para contar las huellas que habían dejado aquellas cartas, y con esos elementos monta una arquitectura tan atractiva como la de los grandes textos literarios.

El único límite que se permite la escritora es que eso que se cuenta haya sucedido. Es una rigurosa investigación periodística en la que su mirada, que en el libro oscila entre el ensayo, la crítica y la biografía, recupera el brillo oculto de las epístolas, con la certeza profunda de que sólo si una prosa intenta tener vida, tener nervio y sangre, quien ha de leerla podrá sentir la pulsión que se necesita para tomar una real dimensión de lo que se cuenta. En el caso de Walsh, en cada circunstancia devastadora- especialmente el suicidio forzado de su hija Victoria, que también fue militante de la organización armada de Montoneros, durante un operativo antisubversivo del Ejército- lo había sostenido la convicción de que todos los sacrificios eran necesarios cuando se aspiraba al bien mayor de la Revolución. Aun así, con una vocación permanente de jugar con los límites que separan las aguas del periodismo y la literatura, él escribe consciente de que es imprescindible darle a la escritura un fulgor que la realce y le de vuelo. Se imponía mirar la realidad con nuevos prismas; y en el libro son desgranados con gran sobriedad como si cada detalle fuera el ojo de una cerradura.

María Moreno, experta en el arte de encontrar resquicios y de disparar sobre el lector dos armas de altísima capacidad de fuego: la de recrear escenas y testimonios condenados al olvido y la de sembrar una poderosa semilla de curiosidad en un relato que se libera de su función instrumental y se convierte en espacio de absoluta reflexión, enseña las claves que desnudan rasgos fundamentales en la escritura de Walsh en la que sobrevive algo familiar e inquietante. Es un libro escrito desde una pasión cuajada en un estilo trabajado hasta el último detalle; allí donde otro acaso se hubiera limitado al goce de la lectura, Moreno vio una constelación de significados que esperaban ser descifrados.