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Información General |IMPRESIONES: ENTRE IRONÍAS Y OCURRENCIAS

La inspectora de Control que fue descontrolada

La inspectora de Control que fue descontrolada

ALEJANDRO CASTAÑEDA
Por ALEJANDRO CASTAÑEDA

5 de Mayo de 2019 | 02:18
Edición impresa

La inspectora municipal Sonia Pellizzari es una franquista Iinda y desenvuelta que fue despedida un día hábil. Ella cree que la sancionaron porque en sus ratos libres brinda shows picantes por Internet. Su alejamiento vino a confirmar que en la Muni hay un bastión puritano y semi arrepentido que va y viene. ¿Estará en Obras Públicas? ¿O en la Tesorería, donde se dibujan números bien vestidos para que la crisis no muestre, como Sonia, que hay desnudeces en el Palacio?

La inspectora, con talonario de sobra, se dedica a levantar el ánimo a los frentistas

 

Meses atrás, la Comuna largó un bando limitando las minifaldas hasta zonas respetables. Y puso en jaque a esos escotes generosos que andan por los pasillos distrayendo mucho a los jefes. Pero se arrepintió. Ahora repitió ese zigzag. A Sonia la echaron, retrocedieron pero al final ganó la mano dura. Estas idas y vueltas muestran que hoy, antes de legislar sobre las mujeres, hay que analizar todas las variables. Lo cierto es que la inspectora franquista, a la que le sobra autoestima y talonario, se dedicaba desde su casa a levantarle el ánimo a más de un frentista solitario. Cuando sus demostraciones trascendieron, se desató una polémica. ¿Qué hacemos? Ya reculamos con tetas y polleras, pero el show erótico es otra cosa, dijeron los ortodoxos. Hace meses había caído muy mal el memo dirigido a tapar las tetas y muslos de una tropa que honra la tradición de un Palacio que, bajo la mesa y bajo las polleras, ha desarrollado sus mejores gestiones. Aquella prohibición quedó archivada y hasta hubo una mini revuelta a favor de más escotes y más piernas. Las que tienen para mostrar, que lo hagan, dijeron todos. Los pasillos del edificio son espaciosos y por eso no molesta cruzarse con una jefa de División que, con su mini y en pleno verano, convoca otros calores. Pero con la inspectora de Control Ciudadano no había acuerdo. ¿Merece castigarse a esta servidora con vocaciones entreveradas que controlaba y se descontrolaba? Revisaron el reglamento para saber qué decía la letra chica sobre las municipales en paños menores. Y hasta el sindicato seguramente dudó a la hora de calificar a una afiliada que difunde sus rutinas más íntimas. Los suspicaces de siempre la acusaron de dejarse robar sus imágenes. Pero la verdad es que la Red hace sus propias mujeres. La Muni informó que Sonia fue despedida porque faltaba mucho. Franquista y faltadora suena redundante. Sus seguidores se solidarizaron con las incursiones de esta inspectora que aliviaba a los inspeccionados con atrevidas coreografías. Pero algunas compañeras la ubicaban entre esas chicas que no tienen alma de funcionaria ni de ama de casa, sino que van haciendo carrera en otras oficinas.

¿Merece castigo la servidora de vocaciones cruzadas que controlaba y se descontrolaba?

 

Sonia se desempeñó desde hace ocho años como inspectora franquista (trabaja sábados, domingos y feriados) en el área administrativa de la secretaría de Control Ciudadano. ¿Por qué hacía lo que hacía? Es cierto que la cosa no está para andar seleccionando ingresos. Al parecer ella construía pequeñas metáforas para un vecindario que festejaba estas prestaciones. Como los jueces de faltas perdonan poco, más de uno al recibir la multa apelaba a esta inspectora demostrativa que con uniforme de entrecasa le bajaba el precio a las infracciones. En plena campaña, Sonia hizo a un lado el timbreo para poder llegar a los domicilios con sus transparencias. ¿En Control Ciudadano se aburría? Quizá se desvestía para darle algo inquietante a la narrativa de su vida. Lo cierto es que para las nuevas generaciones la práctica de dejar huellas en la Red no es vista como un descuido sino como una ampliación de la propia persona. En Servicios Generales le inculcaron que todo se puede mejorar. Y en tesorería le enseñaron que siempre habrá algo de pérdidas y ganancias cuando uno regala la propia intimidad. Había aprendido de su padre eso de llegar a casa y empezar a quitarse prendas para andar más cómodo y liviano. Pero la camarita siempre husmea por zonas deseables. Mientras Sonia se sacaba de encima el rol municipal, su cuerpo pedía que lo inspeccionaran. Yal final pasó de inspectora eventual a mujer de tiempo completo.

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