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La Ciudad |Las actividades que generan más puestos de trabajo siguen siendo las que menor calificación requieren

El coronavirus dejó al desnudo una fuerte vulnerabilidad laboral

El 45% de la población económicamente activa (5,3 millones de personas) no realiza tareas consideradas esenciales y tampoco puede teletrabajar. ¿Hay que replantear la matriz productiva?, plantean expertas platenses

El coronavirus dejó al desnudo una fuerte vulnerabilidad laboral

la construcción es uno de los sectores más afectados por las restricciones ante el coronavirus/ archivo

Carlos Altavista

Carlos Altavista
caltavista@eldia.com

18 de Mayo de 2020 | 02:10
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Casi cinco millones y medio de trabajadores y trabajadoras están en una auténtica encerrona. Su actividad no se halla considerada entre las “esenciales”, y no les resulta posible hacerlas desde sus hogares. Se encuentran en un estado de vulnerabilidad laboral muy fuerte que, como tantas otras cosas, quedó al desnudo a raíz de la pandemia de coronavirus y la consecuente cuarentena.

“Se trata de los segmentos más vulnerables del mercado de trabajo. En promedio, cuentan con menor calificación, se concentran en actividades como la construcción, el comercio y el servicio doméstico, pertenecen a deciles de bajos de ingresos, y tienen mayor probabilidad de operar en contextos de informalidad”, indica el estudio “Políticas públicas para pensar el sendero laboral hacia la nueva normalidad post-COVID-19”, de los economistas del CIPPEC (Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento), Ramiro Albrieu y Megan Ballesty.

Los académicos apuntan que sobre ese segmento, que representa nada menos que el 45 por ciento de los 11,6 millones de personas que componen la población económicamente activa (PEA), “recae principalmente el costo económico de la alta rigurosidad en materia sanitaria”.

“El impacto económico de la COVID-19 sobre la población más vulnerable no es un hecho que se pueda disociar de los problemas estructurales con los cuales la pandemia y el aislamiento obligatorio nos encontraron”, subrayan, al respecto, las investigadoras y docentes de la Facultad de Ciencias Económicas de la UNLP, Nora Inés Rubbini y Andrea Suárez Maestre.

Una estructura preexistente

Teniendo en cuenta los datos duros del informe de la CIPPEC, las especialistas, quienes han desarrollado varios estudios sobre el teletrabajo (previos a la pandemia), hacen un planteo de fondo relacionado con esos problemas estructurales preexistentes. “Las actividades que generan más puestos de trabajo siguen siendo las que menor calificación requieren: construcción, cuidado de personas, manufactura, gastronomía, y son las más expuestas a la COVID-19”, resaltan, para plantear la debilidad del “modelo de desarrollo vigente en nuestro país”.

Antes de entrar en su análisis sobre la necesidad de un cambio en la matriz productiva, vale repasar el capítulo del informe del CIPPEC “Ni exceptuadas ni teletrabajables: las ocupaciones vulnerables”, es decir, las que abarcan a quienes “por no calificar para una excepción al aislamiento ni poder realizar sus tareas en forma remota, enfrentan mayor vulnerabilidad económica frente a las medidas impuestas por la cuarentena”.

Los tres grupos más débiles

En el informe se divide a los trabajadores y trabajadoras por su nivel de proximidad en el ámbito laboral. “Hay alrededor de 800.000 trabajadores vulnerables que se desempeñan en actividades con bajo nivel de proximidad, o sea, con poco contacto con otras personas. De estos, 660.000 son menores de 60 años y, por lo tanto, no son parte de la población de riesgo. Se trata de un grupo particularmente vulnerable en términos económicos y sociales: el 90 por ciento son mujeres, 60 por ciento del grupo asalariado trabaja en la informalidad y 65 por ciento de los que declaran ingresos se agrupa en los primeros tres deciles. En términos de rama de actividad, el 80 por ciento trabaja en el segmento de limpieza del servicio doméstico, y poco menos del 10 por ciento en ramas no teletrabajables asociadas a la enseñanza”, se describe (ver gráfico).

“Las ocupaciones vulnerables de proximidad media, en tanto, engloban al 30 por ciento de todos los ocupados, es decir, unos 3,6 millones de personas. Se trata de un segmento altamente heterogéneo, con participación similar de los distintos grupos de ingreso. La mayoría son hombres (75 por ciento), y la informalidad promedio roza el 50 por ciento. Gran parte de las ocupaciones son de calificación operativa (80 por ciento) y un grupo muy pequeño es profesional (2 por ciento). Allí prevalecen las actividades de comercio, construcción e industria”, indica el estudio.

“Las actividades que generan más puestos de trabajo en el país siguen siendo las que menor calificación requieren”

 

“Los puestos tradicionalmente teletrabajables pueden ser generadores de altas tasas de ganancias para las empresas”, dicen las expertas

 

Por último, desde el CIPPEC puntualizan que “las actividades vulnerables de mayor proximidad abarcan a casi un millón de trabajadores. Es un sector de alta vulnerabilidad social en donde la informalidad alcanza el 55 por ciento y las ocupaciones operativas y no calificadas comprenden al 80 por ciento de los ocupados. El 65 por ciento son mujeres que se desempeñan principalmente en servicios domésticos, particularmente en el segmento de cuidado de personas y servicios de sanidad no calificados. También tienen un rol importante los servicios personales, las actividades relacionadas con la enseñanza, los servicios de alojamiento y gastronomía y el comercio”, enumeran.

En tanto, subrayan que ese análisis “omite un hecho relevante, como es que los riesgos de aglomeración y la alta proximidad pueden no estar en el puesto de trabajo, sino en el transporte público”.

Las investigadores Nora Rubbini y Andrea Suárez Maestre realizan un minuciosa lectura sobre el atraso respecto del teletrabajo, un hecho que ha pesado y mucho en el parate económico.

“Una gran parte de la población desocupada no cuenta con calificación para realizar trabajos mediados por las TICs (uso de PC, plataformas digitales, etcétera)”, señalan.

En segundo término, sostienen que “muchas personas no pueden costear el equipamiento por sí mismas, o bien viven en lugares donde la conectividad a internet es limitada”.

Tercero. “Muchos puestos teletrabajables se desarrollan dentro de organizaciones con una cultura organizacional centrada en el trabajo presencial, en las cuales el trabajo es ‘un lugar donde se está’ (y nos podemos ver) y no algo que se hace. Quienes desconfían del teletrabajo lo asocian a menor dedicación, disponibilidad, comunicación y compromiso por parte de quienes lo realizan. Incluso, parte de la resistencia de adoptar el teletrabajo se encuentra en la dificultad de los jefes de realizar la supervisión”, realzan y disparan: “Cambiar la forma tradicional de organización del trabajo requiere cambiar también la forma de supervisión, y es un desafío para el liderazgo. Asimismo, el trabajo remoto, lejos de estos preconceptos, suele ser de mayor intensidad porque requiere mayor concentración, y en general las pausas se reducen y la colaboración con compañeros se complejiza”.

Después explican que “vinculado a ello hay cuestiones de salud laboral y condiciones de trabajo. Los riesgos del ambiente de trabajo no son tan relevantes, como sí lo son los riesgos de tipo psicosocial: la inseguridad por perder el trabajo porque ‘nadie ve lo que hago realmente’”.

La matriz productiva

Finalmente, y como se dijo al inicio de la nota, las expertas conectan la problemática de los casi 5,5 millones de trabajadores y trabajadoras vulnerables con un “modelo de desarrollo vigente en nuestro país” en el cual “las actividades que generan más puestos de trabajo siguen siendo las que menor calificación requieren. Los puestos tradicionalmente teletrabajables, en cambio, pueden ser generadores de altas tasas de ganancias para las empresas: informática, educación, industrias creativas, recreación, para lo cual resulta necesario formar personas en ese tipo de ocupaciones. Y también resulta urgente revisar los procesos de trabajo que hoy se hacen en su gran mayoría de un modo presencial, pero que pueden convertirse para ser teletrabajables”, advierten.

El impacto sobre los más vulnerables no se pueda disociar de las estructuras preexistentes

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