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Información General |Una encuesta indica, sin embargo, que los adolescentes se encuentran entre los más conscientes sobre la pandemia y los cuidados

Perderse el último año del colegio, entre la angustia y un futuro incierto

Ni en los peores sueños. Más de 200 mil chicos y chicas no pueden disfrutar de este tiempo tan esperado, que se recuerda toda la vida. Ansiedad, incertidumbre y temor: los sentimientos a flor de piel

Perderse el último año del colegio, entre la angustia y un futuro incierto
Carlos Altavista

Carlos Altavista
caltavista@eldia.com

30 de Mayo de 2020 | 04:00
Edición impresa

El buzo con el nombre del colegio y el número de promoción, duerme en el placard. Las fiestas para recaudar plata para el viaje de fin de curso, suspendidas. El día a día con los compañeros, que se exprime al máximo porque luego cada uno toma su camino, se esfuma día a día. Como las bromas. Y el ocio grupal. El año más esperado por los adolescentes, el último de la secundaria, quedó atravesado por una pandemia mundial. ¿Terminaremos en diciembre o el año que viene? ¿Qué carrera elijo? ¿Lo consulto con la almohada? ¿Cómo me voy a manejar en la universidad sin haber cursado 6º año?

Hablan ministros, expertos, comunicadores. ¿Y los chicos qué dicen? “Por suerte llegamos a hacer el UPD, pero al cole fuimos dos días y ya se empezó a hablar de la posible suspensión de clases”, cuenta a este diario Máximo Castillo, alumno de sexto Naturales del Colegio Misericordia, quien describe: “La cuarentena la empecé bien, hacía las tareas, entrenaba, pero con el paso del tiempo se me fueron las ganas de hacer cosas; a veces ni me quería levantar de la cama. Fue una etapa difícil. Ahora me siento mejor, estoy tratando de ponerme al día de nuevo y volviendo a entrenar”.

En ese sube y baja, Maxi extraña lo que, hasta ahora, no pudo ser. “Tenía muchas expectativas de este año. Más que nada extraño poder juntarme con mis amigos, las fiestas que organizábamos. La verdad que es un tiempo difícil. El viaje no es lo que más me preocupa porque tarde o temprano lo vamos a hacer”, proyecta.

Pega un salto. “Lo que quiero es que este año termine. La verdad no me interesa volver al colegio. Quiero terminar y empezar la carrera que me gusta”, apunta.

El 89 por ciento de los adolescentes cree que la vida “tardará mucho tiempo en normalizarse” cuando finalice el aislamiento. Y el 71 por ciento se siente preocupado (59,3 por ciento) o muy preocupado (11,7 por ciento) por la posible expansión de la COVID-19 y la cuarentena.

Los datos surgen de una encuesta que realizó el Colegio Nacional de La Plata junto con la Defensoría del Pueblo entre 390 chicos y chicas en edad de secundaria.

Otro dato clave: más de la mitad de los encuestados confió haber tenido “algún conflicto” (46,8 por ciento) o “conflictos cotidianos” (5 por ciento) en el ámbito intrafamiliar desde el inicio del aislamiento.

¿Despegar dentro de casa?

Es que “la adolescencia es un tiempo subjetivo que funciona como pasaje entre los vínculos primarios (el mundo familiar) y los vínculos sociales. Como antesala del mundo adulto, los pares y los otros adultos son quienes posibilitan nuevas lecturas que el adolescente hace de las cosas y de su entorno. Se trata de una salida del círculo familiar que le permite entrar en la escena social. En el confinamiento, transitar este pasaje es un desafío permanente, tanto para los padres como para los jóvenes. ¿Cómo recrear dentro de los hogares ‘territorios no-familiares’ donde algo de la separación del mundo familiar (tan necesaria en este momento) pueda producirse? Paradoja de la pandemia: que padres y adolescentes encuentren juntos y en confinamiento los modos de una separación necesaria”, reflexionan en el equipo de profesionales del Centro de Orientación Vocacional de la UNLP.

Y añaden que por estos días “muchos jóvenes han acentuado conductas que preocupan. Pasan muchas horas chateando, intentan circular por la casa en horarios nocturnos para estar solos, se encierran y no quieren ser molestados (...) Están recreando coordenadas de búsqueda, de otra forma de ‘vagar’ cuando la calle está prohibida, de que lo extrafamiliar se haga presente ahí donde el encierro los deja a solas con sus referentes primarios. Y los jóvenes hablan de ello cuando dicen lo que extrañan, sobre todo aquellos que transitan uno de los momentos fundamentales de ese pasaje al mundo adulto: el último año de lo escolar”.

“Pensar el después de la escuela se vuelve hoy un escenario muy difícil, no sólo porque no están dadas las condiciones para que la escuela tenga un ‘mientras tanto’, sino porque la misma incertidumbre acerca de ‘qué pasará’ cambia a medida que el aislamiento se acentúa y las noticias también son otras. De alguna manera, la pandemia ha visibilizado a la escuela como lugar privilegiado en su función de sostén del lazo social. El desafío es cómo recrear para los jóvenes prontos a egresar un escenario que les permita reinventar un tiempo y un espacio como lugar posible para comenzar a nombrar el mundo: el mundo adulto, el mundo ocupacional, el mundo de los otros no familiares”, agregan los profesionales. Y subrayan que hay que “darles la palabra para hablar sobre cómo están imaginando el mundo, ahora que la incertidumbre se ha vuelto una constante”.

“Entorpece todo”

“Es una situación que entorpece todo, desde los trabajos escolares hasta el día a día personal. Me resulta difícil entender algunas cosas, y cada vez pierdo más el ritmo que había adquirido con cuestiones laborales y escolares”, lanza Fletas Wingord, estudiante de 7º año del Albert Thomas (vale recordar que en las escuelas técnicas el séptimo año está exclusivamente dedicado a prácticas profesionales en empresas, o sea que los jóvenes están perdiendo el año que les sirve como introducción al mundo del trabajo). ¿Y qué sentimiento te genera haber perdido la normalidad en el año más esperado del colegio? “Ansiedad. No puedo evitar sentirme ansioso por no saber hasta qué punto esta situación afectará mi futuro y progreso”, dispara.

Su compañero Valentín Atanasof describe que el aislamiento le dibujó “un camino distinto a lo que imaginaba. Siento que no me agrada nada. Mis proyectos para este año no han surgido. O mejor, se han postergado. Creo que es un año que va a marcar a muchos. Es incomparable la práctica profesionalizante que otorga el colegio en el 7º año de un ciclo lectivo normal”, realza.

“Siento un poco de preocupación y miedo”, dice Jorge Bepre. “Preocupación porque no podamos aprender en su totalidad, lo cual es una desventaja muy grande. Y miedo por el simple hecho de que no sabemos cómo terminará esto, cómo afectará”, agrega.

Cuestión de fe

“La verdad es que me da ‘cosa’ no saber bien qué va a pasar, y que sea posible que tengamos que recursar el año”, acota Iván Martín Carbone.

“Siento angustia y ansiedad”, señala Damián Lafranconi. “Te invade la inquietud de saber si lo que planeaste para tu futuro se podrá concretar -continúa-. Que esta pandemia se haya dado en un momento tan delicado, el último año de secundaria y el paso a una nueva etapa, para los casi egresados genera una serie de inseguridades, que uno tiene que afrontar con ‘una suerte de fe’ en un porvenir positivo, para así seguir avanzando”. Claro como el agua.

140
Mil estudiantesde todo el país tienen “casi todo pago” para realizar su viaje de egresados.
890
Mil estudiantes secundarios hay en la Provincia, sobre 3,7 millones en los tres primeros niveles.
89
Por ciento de los adolescentes platenses cree que la vida tardará “mucho tiempo en normalizarse” cuando finalice el aislamiento.

 

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