“Las Furias”: la sangrienta venganza del amor

Leónidas, joven Huarpe destinado a ser el líder de su comunidad, se enamora de Lourdes, la hija del terrateniente blanco del pueblo: su amor es un amor prohibido, y su entorno se lo hace saber de la forma más cruel y opresiva. Ellos, sin embargo, se reencuentran. Y emprenden una sangrienta venganza en “Las Furias”, la nueva película de Tamae Garateguy que se estrena en el canal Cine.Ar mañana a las 22 (repite el sábado) y que podrá verse, desde el viernes, gratis por la plataforma Cine.Ar Play.

Entre el western y el melodrama, el amor se enfrenta a todo y, como anuncia el título, esta historia protagonizada por Nicolás Goldschmidt y Guadalupe Docampo está condenada a la tragedia. Aunque, adelanta sin querer spoilear Garateguy en diálogo con EL DIA, hay “una pequeña esperanza”, como suele ocurrir en su cine: “Aunque son todas películas muy diferentes”, dice la realizadora del thriller erótico “Hasta que me desates”, de la cinta de terror “Mujer lobo” y el drama “50 Chuseok”, “siempre hay un sobreviviente que logra irse de ese lugar que lo agobia”.

Agobiados están, al inicio del filme, ambos protagonistas, que son quienes colocaron la semilla de este amor prohibido: tras trabajar con la cineasta en “Mujer Lobo” le propusieron filmar “una historia de amor intenso en el desierto”, que devino en este relato de duelos de sangre, familias terribles, parajes inhóspitos y una venganza contra todo lo que oprime y aplasta, que puede leerse como una revancha metafórica contra el sistema patriarcal, la brecha de clases y la expulsión de los pueblos originarios de sus tierras.

“El cine de género más interesante es el que tiene comentario social”, dice al respecto la directora, y agrega que “en ese sentido, el western es un género que disfruto mucho, porque expresa la crueldad, la impunidad, los abusos de poder que sufrimos a todo nivel, y que muestran al hombre blanco como figura arquetípica de poder, eje de la cultura patriarcal”.

Esa figura de poder absoluto y corrupción absoluta, que “podría existir acá como en cualquier parte de América”, la encarna Daniel Araoz, convertido en el padre totalitario de nuestra heroína, el dueño de las tierras de la familia de nuestro héroe y, sobre todo, un ser “destructor, arrollador: no tenía que tener ninguna arista de sensibilidad”.

“Es algo que me propuso Araoz”, reconoce la directora, “y yo dudé: ¿no era demasiado? Pero finalmente está bien que haya construido así el personaje: es el dueño, el propietario, de todo, de los cuerpos de las mujeres, de las tierras, de las culturas de los otros, entonces tenía que ser bastante megalómano”. 

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Araoz no es el único que eleva su registro hasta el desborde: los géneros explorados, el western, el melodrama, exigieron lo mismo de todos los actores, que tuvieron que alejarse de la actuación naturalista y explorar nuevas formas. Los protagonistas tenían una experiencia previa sobre la que apoyarse: antes de ser largometraje, “Las Furias” fue un corto que permitió al equipo “probar la estética y los personajes”, un trabajo realizado mientras esperaban “ansiosos” a ver qué pasaba con el proyecto de largometraje en las oficinas del INCAA. Así, “cuando logramos finalmente hacer la película, habían varias cosas que los chicos ya sabían”.

NATURALEZA INHÓSPITA

Fue uno de los pocos atajos a los que pudo acceder la producción, que contó con poco tiempo para filmar, y sufrieron además las inclemencias del inhóspito paraje elegido de escenario: Garateguy y compañía viajaron a filmar en los desiertos de Mendoza, y aunque “no era la intención que fuera una aventura, nos sucedió”. El equipo se encontró con kilómetros y kilómetros de “nada”, comunicados por peligrosos caminos de ripio, a lo que se sumaron las inclemencias climáticas que eran parte del guion: “Ahora se ve muy bonito, pero fue complejo de afrontar”, se ríe la realizadora, que, por ejemplo, afrontó tempestades bíblicas para tener unos minutos de cielo relampagueante en su película, antes de escapar a toda velocidad, con los equipos mal guardados y por caminos sinuosos: “Había que aprovechar, pudimos hacer unos planos impensados. Y después, sí, huir”.

Así es como, en la tradición de los mejores westerns, “Las Furias” está repleta de desoladores paisajes, cielos imposibles y tormentas amenazantes. “Fue rudo, pero tuvimos el premio de esos paisajes y de esa energía: la cámara capta todo, y captó la ferocidad de la naturaleza”, afirma Garateguy, y se lamenta de que el estreno, en tiempos de pandemia, tenga que ser en pantalla chica: “Era una película para ver en salas, tiene unas imágenes y un espíritu imponentes”, dice, aunque, por otro lado, afirma que “hay algo positivo, porque el online tiene más llegada, y la gente se puso muy receptiva al cine argentino en estos tiempos. Ya las mostraremos después en alguna instancia, más adelante, en cines”.

La pandemia tiene la posproducción de otra cinta de Garateguy, rodada en México, paralizada, uno de sus cuatro proyectos para este año, ya que todavía tiene que estrenar “10 palomas”, que iba a ver la luz en el suspendido Bafici, y “Hombre perro”, otra cinta de género.

CINE DE GÉNERO

Hacer cine de género era pertenecer a una casta marginal, más en Argentina, aunque ahora, dice la realizadora, “tiene su auge, porque empezó a valorarse en los festivales más prestigiosos”: desde “Muere monstruo muere” a “The Lighthouse” y “Midsommar”, afirma, “empieza a circular un cine de género de autor” que está “en alza”, y “lo mismo ocurre acá en Argentina: de a poco el cine de género va creciendo, se van armando diferentes grupos”.

Un relato de duelos de sangre, familias terribles, parajes inhóspitos y una venganza

Es la única manera de que el género avance, opina, porque “se necesita ir aprendiendo: no es como en EE UU, que hay un know how de años de hacer uso de armas, maquillaje FX… Acá hay toda una generación de gente que se mandaba y hacía, y recién ahora los equipos tienen un conocimiento más experto y una idea de las posibilidades y las limitaciones”. 

Dentro de ese grupo de los que se mandó e hizo, Garateguy era una excepción: era mujer en un mundo dominado, históricamente, por hombres. 

“En el cine de género encuentro un lugar de libertad: se supone que es algo que hacen los hombres, que los hombres son los que representan la violencia, la sangre, el sexo, la crueldad. Así que para mi, poder meterme en esos género es un acto de rebeldía: las mujeres podemos hacer lo que queramos”, dispara la realizadora, y cuenta que “hay mucho prejuicio” y también “algo de discriminación positiva: ‘¡Ay! ¡Una mujer que hace películas re sangrientas!’”.

Pero también allí nota Garategui una evolución: “Veo una diferencia desde que el movimiento feminista tomó impulso: los mercados, los festivales, quieren tener en sus alineaciones directoras mujeres. Ya no es más ‘freak’, ya no somos más una curiosidad, los productores están realmente interesados, quieren saber qué vas a hacer”.