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Permacultura: un sistema para la evolución

Cómo crear asentamientos humanos sostenibles, ecológicamente sanos y viables en materia económica. Experiencias de platenses que conviven con la naturaleza

Permacultura: un sistema para la evolución

Bruno Carpinetti en su herta de Las Tahomas

María Laura López Silva

María Laura López Silva
llopezsilva@eldia.com

16 de Agosto de 2020 | 09:37
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Con el devenir de la pandemia de coronavirus y la información que sugiere que la forma de producción masiva de alimentos y la contaminación del planeta pueden ser la causa de esta y otras enfermedades de origen animal que afectan a los humanos, no son pocos quienes están tratando de llevan una vida más ecológica. Pero además, desde organismos internacionales como las Naciones Unidas, se insta a seguir esta tendencia.

La directora ejecutiva del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, Inger Andersen, reflexionó sobre cómo el COVID-19 puede verse como una oportunidad para construir una “economía diferente, una en la que las finanzas y las acciones impulsen empleos sostenibles, el crecimiento verde y una forma distinta de vida”.

“La pandemia del coronavirus, que ya ha causado devastación y dificultades inimaginables, ha detenido casi por completo nuestro estilo de vida. El brote tendrá consecuencias económicas y sociales profundas y duraderas en todos los rincones del planeta. Ante esta turbulencia, el COVID-19 requerirá una respuesta nunca vista: un plan de `tiempos de guerra´ para enfrentar una crisis humana. A medida que pasemos de esta respuesta a la etapa de `reconstruir mejor´, debemos tener en cuenta las señales ambientales y lo que significan para nuestro futuro y bienestar”, sostiene la experta.

En este sentido, la permacultura, comienza a resurgir y ser mirada por más ojos. ¿Qué es? Se trata de un sistema de diseño que busca la creación de asentamientos humanos sostenibles, ecológicamente sanos y viables en materia económica.

Muchos la definen como “una filosofía de trabajar con la naturaleza, en vez de contra; de observación prolongada y reflexiva en vez de acción prolongada y desconsiderada, de mirar a los sistemas en todas sus funciones en vez de esperar sólo un rendimiento y de permitir que los sistemas demuestren sus propias evoluciones”.

Fermín Dubor (35) es de Las Flores y vivió varios años en La Plata cuando cursaba Educación Física en la UNLP. Pero mientras iba a la facultad ya le picaba el bichito de estar en contacto con la naturaleza. Fue así que en 2011, un posteo en Facebook llamó su atención. “Había dejado de estudiar y me había vuelto al pueblo. En 2011 yo ya tenía mi terreno y estaba averiguando para construir la casa cuando vi una publicación de un taller de permacultura en Tanti, Córdoba. Fui por 10 días y me terminé quedando seis meses. Ahí comenzó mi experiencia. Hice varios viajes y cursos”, dice el joven que hace seis años tiene en pie su casa realizada con diferentes materiales “que fui reutilizando y reciclando, revocado con barro y partes con materiales ‘convencionales’. Así es que tengo paredes de botellas de vidrio, eco ladrillos, estructuras de fierro como la de las camas antiguas, gomas de autos, aberturas recicladas, entre otras cosas”, describe Fermín.

“Hay que adaptarse y crear una armonía para estar al ritmo de la naturaleza”

 

Él dice que su hogar es un híbrido “porque también se ha servido de cuestiones de la construcción convencional ya que ante el desconocimiento de cómo podrían funcionar algunas ideas, opté por invertir en lo que sé que no me iba a fallar y lo adapté a la construcción general. Como por ejemplo, el techo, al que le puse plantas y pasto, o las columnas que sostienen la estructura de la casa, que si bien están revocadas con barro, son como las columnas de cualquier casa de ladrillo y cemento. Porque la permacultura es un poco es eso también, romper con lo binario, con `esto o esto otro´. Lo que puedo decir es que la casa es muy térmica. En época de frío, se mantiene el calor y en verano hace unos grados menos, adentro”.

En lo que respecta al espacio verdes, Dubor tienen una huerta y canteros con cactus y otras plantas. “La idea es que mi casa sirva un poco para tomar conciencia sobre la importancia de la reducción y reutilización de materiales orgánicos e inorgánicos; y también tener presente que una construcción así es más barata y facilitaría que muchas familias puedan acceder a la vivienda. No es necesario tener un terreno a las afueras de las ciudades para este tipo de construcciones. Ese es otro mito que hay que derribar. Tenemos que comenzar a romper con lo establecido, también desde ese lado”.

Más allá de trabajar en este espacio, al que le quiere agregar paneles y termos solares, Fermín es parquero en una escuela agropecuaria, da charlas en colegios sobre permacultura y energías alternativas y participa de otras construcciones naturales. “Mi idea es que la gente aprenda y que se hagan sus cosas. Hablar de permacultura es hablar de una forma de concebir un montón de aspectos de la vida en general. Hay que adaptarse y crear una armonía para estar al ritmo de la naturaleza”.

La ideología de Alejandro Grosso (45), apicultor y productor orgánico platense radicado en Brandsen, respecto a la naturaleza y lo que puede darnos tiene sus fundamentos: “no me defino como permacultor porque conocí la palabra mucho después de haber trabajado con lo orgánico”, destaca. Su contacto con el modo de vida rural comenzó en 1996 cuando entró a trabajar en una quinta agropecuaria de verduras y frutas orgánicas de la Ciudad. “El dueño me ofreció atenderle las colmenas a porcentaje. Ellos hacían todo de manera natural y pude conocer las cosas ahí. Después me largué por mi cuenta. En el `98 arranqué con un vivero chiquito cuando vivía en City Bell y en el `99 me compre una hectáreas en Brandsen, a unos pocos kilómetros del pueblo, donde tengo el negocio. Allí Alejandro vende árboles nativos (unas 20 especies) y plantas ornamentales. “Intentamos producir el sustrato a base de ganadería y no se compra tierra porque creo que la extracción de tierra negra es minería. Hacemos las semillas, los gajos y el sustrato, todo sin pesticidas, herbicidas ni químicos”.

Pero además, Grosso coincide en la premisa de la permacultura que busca el desarrollo y sostenibilidad de los sistemas sin apoyo de corporaciones, instituciones o gobiernos. ”Vivimos en un país que tiene muchos altibajos y extremos ideológicos en los gobiernos. Si ligás tu economía a un subsidio, en algún momento eso se corta, por lo q sea, y terminás engañándote con los resultados económicos que va teniendo tu trabajo. Con los aportes del Estado muchos no innovan y no progresan porque ya tienen una seguridad económica. Y el día que el subsidio se cae, se cae todo el sistema. Además, Argentina subsidia a través de lo que recauda con la ganadería y minería, y si acepto ese dinero voy en contra de lo que quiero. No me identifico con los sistemas de producción y extracción que contaminan y modifican la naturaleza”, argumenta.

Más allá de que el vivero es su entrada económica, Alejandro administra un campo ganadero familiar que se trabajaba tradicionalmente y hace 12 años apostó a lo orgánico. “Se maneja el pastizal naturalmente, en eso me ayuda mi experiencia en el vivero. Busco un manejo libre de químicos y hermanar la producción con el ecosistema. En 2008 arranqué a plantar montes nativos y recién ahora estoy viendo la conexión de la fauna con estos montes”.

Por otro lado, y como si fuera poco, este productor genera alimentos para su familia. “Tengo tres hijos y tratamos de producir todo lo que comemos: hortalizas, verduras, huevos y carnes. He desarrollado bastante la quinta para autoconsumo. Criamos pollos y gallinas, con los años nos vamos perfeccionando. Esto es un camino de aprender todo el tiempo y saber que hay ciclos dentro de otros ciclos. Es todo experimental. Por ejemplo, hace años que no compro maderas de desmontes. Considero que es algo tiene q terminar y para eso tenemos que no necesitar bienes e insumos. Para que no haya agricultura industrial hay que cambiar la economía. En función de eso experimento con maderas de crecimiento rápido y de buena calidad para usar. Tenés que ir resolviendo a medida que surge la demanda. Consulto con colegas de otros viveros. Muchas prácticas son antiguas, hay gente que siempre lo hizo así y otros que van volviendo a lo natural. Leo libros, googleo y comparto mucho la información que genero”, cuenta Grosso.

El platense Bruno Carpinetti (51), guardaparque, antropólogo social y docente de la cátedra de Ecología general y recursos naturales, en la carrera de Gestión Ambiental de la Universidad Nacional Arturo Jauretche, cuenta que en lo que produce en tierras del Paraje Las Tahonas, un pueblo del partido de punta Indio, que hasta que él llegó con sus seis hijos tenía siete habitantes, “tratamos de tener una autosuficiencia alimentaria, donde no usamos ni agroquímicos ni pesticidas. Es una producción artesanal donde hacemos un trabajo tradicional (sacamos malezas, rotamos la tierra, combatimos las plagas con otras plantas). Se parece a un modo de producción arcaico del siglo XIX que a algo de vanguardia, intercalamos los tipos de cultivo, usamos rotocultivador”, enumera sin tomarse el permiso de decir que, al fin y al cabo, practica la permacultura.

Yo y seis hijos, además de colaborar con el hogar. La usamos con fines educativos.

La generosidad de la tierra es tan grande como la de Bruno, que es vicepresidente del hogar de niños platense Ángel Azul donde también colabora con los alimentos que produce. “Nos sobran algunos productos como frutas o calabazas por ejemplo, y eso lo donamos o intercambiamos”, dice y agrega: “empezamos un trabajo de recuperación comunitaria en la zona, para compartir saberes, experiencias y proyectos que nos beneficien a todos”.

Eso también entra dentro de la permacultura, que se entiende como un sistema, en el cual se combinan la vida de los seres humanos de una manera respetuosa y beneficiosa con la de los animales y las plantas, para proveer las necesidades de todos de una forma adecuada. Y como resaltan desde Naciones Unidas, “cuanto mejor gestionamos la naturaleza, mejor gestionamos la salud humana”.

 

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