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Los mini influencers: una niñez marketinera

Cada vez hay más cuentas de redes sociales donde se expone de cierta manera la vida de los más chicos, sin que ellos tengan real noción de lo que significa ser “seguido”

Los mini influencers: una niñez marketinera

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MATILDE CARLOS
Por MATILDE CARLOS

16 de Agosto de 2020 | 09:36
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Hablar de infancias en plural nos invita a desnaturalizar la idea monolítica de infancia en singular y nos propone abandonar la noción de un único modo de transitar esta etapa de la vida. Sea por diferencias materiales, culturales, sociales, físicas, de género y psíquicas, entre otras; la diversidad de infancias hace estéril cualquier generalización.

Pero aún así hay ciertos elementos comunes que en el mundo tal y como lo conocemos y transitamos hoy en día permiten evidenciar cómo la niñez es percibida y moldeada según ciertos parámetros de consumo, y cómo la noción de prosumidor está cada vez más asociada a niñes desde muy temprana edad.

Hace tiempo a la pregunta infalible de “¿Qué te gustaría ser cuando seas grande?” las respuestas recurrentes eran: astronauta, doctor/a, jugador de fútbol, maestra; y desde los `90 para acá, también respondían “modelo”. El estatus social de chicas y chicos tapa de revista se había vuelto un sueño en sí mismo y prometía grandes beneficios. Claro que ese panteón de diosas y adonis no era para todo el mundo y generaciones enteras quedaron con la ñata frente al vidrio viendo desde afuera un ideal inalcanzable.

Pero todo cambió cuando llegaron las redes sociales con la democratización de la comunicación y ahí sí, en cada plataforma personal cada quien pudo desplegar su perfil y, con el contenido apropiado a la demanda y los algoritmos correspondientes, saltar del anonimato a la fama en cuestión de clics.

El fenómeno se expandió en múltiples direcciones y es así que hoy vemos gran cantidad de youtubers e instagramers menores de 10 años que se vuelven verdaderos influencers para gente de su edad o menos todavía. Está claro que detrás de ellos hay padres y madres que producen, fotografían, crean un universo visual propio del estilo de cada niñe para que vaya delimitando su potencial marketinero. Y si bien desde siempre han existido actores y actrices muy precoces, en esos casos se los hacía representar un papel determinado y por lo general con ciertos recaudos, de igual forma que sucede con el modelaje infantil cada vez más monitoreado y fiscalizado por adultos y ámbitos de control.

Pero hoy lo que vemos es la exposición de sus propias vidas, o de la vida que sus mayores quieren contar. Y en ese juego de mostrarse permanente, las marcas comienzan a proponer acuerdos comerciales, surgen los sponsors y la rueda gira cada vez más rápido; porque el tiempo pasa y a medida que los chicos y las chicas crecen ya dejan de ser rentables para cierto target.

Ejemplos como el de @clementstwins (dos niñas que son catalogadas como “las gemelas más lindas del mundo”), @fashion_laerta (una niña que en sus posteos luce maquillada y producida con distintos looks en locaciones top), @gavinduh (un pequeño de siete que llama la atención por su mega jopo y por posar con cara malo), la cuenta de la familia @kcstauffer con las hermanas Mila y Katie que desde los 3 años pueblan la cuenta con sus fotos producidas para parecer espontáneas; así como los ejemplos locales de @mirko_ok (el hijo de Marley que tiene más de 5 millones de seguidores), @lovingmatilda (la cuenta de la hija de Luli Salazar), o Giovana Diotto Callejón (que sin cuenta propia, luce prendas y objetos en el Instagram de su madre, Fernanda Callejón); nos hacen pensar en qué pasa con estas personas que pese a su edad son sujetos plenos de derechos y a quiénes en la mayoría de los casos no se les consultó sobre su deseo de compartir la vida online.

Tal vez la justificación sea que estas prácticas son vividas como un juego; pero en tiempos de haters que destilan toda su frustración en los comentarios, en un contexto en el cual se está poniendo énfasis en decodificar los mensajes que se difunden por los medios de comunicación masiva y las redes sociales, ¿cuán protegidas están estas personas menores de edad que cosechan likes y comentarios de todo tipo en las múltiples plataformas en las que se exhiben? ¿En qué medida los estereotipos hegemónicos hacen mella en ellos y ellas y en sus seguidores coetáneos cuando se muestra un único estilo de belleza, de silueta, de color de piel y de condición social? ¿Cuántas etapas se estarán saltando cuando posan y actúan como adultos en miniatura y lucran con su imagen?

La rueda del consumo gira y lo hace de manera muy veloz, de modo tal que hay que hacer deseables y “necesarias” cada vez más cantidad de cosas y de estilos de vida desde muy temprana edad. Todo lo que se pueda pactar vía canje o acción comercial será arreglado con los adultos responsables de niñes influencers; y sea que efectivamente se abran cuentas a sus nombres para un futuro, o que la recaudación pase a manos de los mayores, la vida expuesta y comercializada es siempre la de personas que aun no distinguen entre el juego y la responsabilidad.

¿Qué estamos haciendo con generaciones que viven a través de una pantalla?

 

En un día como el de hoy en que se celebra la niñez, no está de más reflexionar sobre qué estamos haciendo con generaciones que viven la vida a través de una pantalla, y que muchas veces crean un escenario en el cual representan un papel que no necesariamente es fiel a sí mismos, o asumen un rol del cual no son conscientes pero que generan acciones y reacciones en quiénes visualizan sus posteos como parte de un show más de las plataformas de streaming.

Tal vez sea el momento de preguntarnos si nos parece divertido consumir este tipo de cuentas, y en ese caso, cuestionarnos si con nuestro aparentemente inocente “me gusta” o la simple visita diaria no estaremos contribuyendo a consolidar infancias marketinadas.

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