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La pandemia quitó a muchos platenses que viven solos las chances de sociabilizar por fuera del campo virtual. Cómo los afecta esta “nueva anormalidad” y cómo se han adaptado
Cecilia Famá
vivirbien@eldia.com
“Solo, vive solo. Solo vive muy solo. Y duerme solo, duerme solo. Y come solo, hace todo solo”, canta Juana Molina en una de sus canciones monocordes, e interpela a una gran parte de la población que vive en hogares unipersonales. ¿Cómo se experimenta el confinamiento dentro de ellos?
La proporción de hogares unipersonales en la Argentina evidencia un constante crecimiento a lo largo de los años, con valores superiores a los de la mayoría de los países de Latinoamérica, pero inferiores a los de Europa. Los datos más recientes del Indec que se conocen son de 2010, y ya mostraban que, en los últimos 30 años, el porcentaje de hogares unipersonales sobre el total había crecido de 10 a 18. En paralelo con esa evolución cuantitativa, se desarrolla otra: antes, quienes vivían solaseran eminentemente mujeres de edad avanzada. En la actualidad, el abanico demográfico se ha ampliado y encontramos jóvenes y muchas personas de mediana edad, de ambos sexos.
“Elegí hace mucho tiempo vivir la experiencia de disfrutar de mis espacios y mis momentos de soledad e independencia, y soy muy feliz por eso; construí mi rutina y disfruto mucho de vivir sola, aún en pandemia y con una nueva realidad. Igualmente, no puedo negar que desde que arrancó todo y dentro del subibaja de sensaciones y sentimientos que pasamos, hay días en que me siento un poco más vulnerable. Me encontré en una nueva etapa: perdí mi trabajo el año pasado, y empecé otro con nuevos desafíos. Tuve que adaptarme a que todo sea diferente”, revela Clara, una comunicadora social de 40 años, soltera, que vive en el décimo piso de un edificio en la zona del Bosque.
Aislamiento, crisis económica, pérdida del empleo, alteraciones emocionales por la pandemia, enfermedad, todos factores que han hecho que, en el último año, hasta los más pertinaces abanderados de la vida en soledad hayan tenido sus momentos de desasosiego. Varios estudios psicológicos realizados en los últimos tiempos coinciden en afirmar que “el confinamiento puede generar sensaciones de pesimismo y desesperanza, con la posterior consecuencia de síntomas de depresión o ansiedad”.
“Yo creo que es lo mismo vivir solo ahora que en cualquier otra circunstancia. La soledad no es tanto el problema, de hecho, uno puede estar acompañado e igualmente sentirse solo. El verdadero problema es el encierro, y todo lo que esa situación de ostracismo trae aparejado. Al principio me resultó bastante angustiante, pero después empecé a utilizar este confinamiento a mi favor. Siempre fui una persona muy poco introspectiva, y siento que esto me ayudó -entre otras cosas- a encontrarme un poco con algunas cosas de mí mismo que necesitaba ver”, asume Juan Pablo (48), músico y productor, desde su departamento de plaza Hipólito Yrigoyen.
Juan admite que “me fui adaptando de a poco, acomodando los tiempos y los objetivos diarios para seguir cumpliendo con todo. Soy de naturaleza estructurada y organizada, así que eso me juega a favor muchas veces. También entendí como nunca la expresión en broma ‘esta reunión pudo ser un mail’”.
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“Respeto mucho la realidad” interviene Clara, quien a pesar de vivir sola y del confinamiento, siempre se siente acompañada y contenida: “sigo manteniendo los lazos con mi familia y amigos de la forma en que podemos. Utilizo las herramientas para mantenerme comunicada con todos. Me encantaría poder disfrutar como antes de muchas actividades, pero hay una realidad mucho más importante hoy. Estoy en constante diálogo con mi hermano. Tengo una relación muy simbiótica con él. Somos muy compinches y siempre nos acompañamos en todas las aventuras, en todas las buenas, y en las malas mucho más”.
Aunque ya está vacunada -“con una sola dosis” aclara- Lucía (84) también respeta, como lo hace desde que comenzó la pandemia, las limitaciones que impone la crisis sanitaria. Vive en un departamento de la zona aledaña con plaza Malvinas, y destaca que “hace un año y pico, todo lo que tiene que ver con las redes sociales e Internet me costaba bastante, pero esta situación me obligó a hacer un ‘curso acelerado’ y ahora uso Facebook y WhatsApp cotidianamente, para conectarme con la familia y con amistades que muchas veces están en la misma porque también son gente grande”.
La jubilada considera que el confinamiento “si bien es largo, y parece que lo será más todavía, no se me hizo largo porque cuento con lo que necesito; tengo a mi hijo y a mi hija que me traen los insumos para la casa, y la gente de confianza de los negocios del barrio, que conozco de toda la vida, que me acercan otras cosas con todos los protocolos. Extraño a mis nietos, pero nos mandamos mensajes y videos y la vamos llevando. Antes solía ir a comer, pasear o hacer algún viaje con amigas -de hecho, la ‘fase 1’ nos agarró justo un día que teníamos que volver de Córdoba y casi no sale el micro-, pero ahora hay que tener paciencia y cuidarse. Y de eso los viejos sabemos”.
En soledad y desde las cuatro paredes de sus dos ambientes, hay quienes han sabido ver el vaso medio lleno del aislamiento, y sacarle provecho. Ese es el caso de Juan Pablo, quien asegura que tiene “algo positivo para rescatar: soy músico, productor, técnico de grabación, y doy cursos de sonido presenciales desde 2013. Desde aquellos años en los que comencé a enseñar, deseaba trasladar la actividad al formato ‘virtual’ o ‘a distancia’. La llegada de la pandemia y el confinamiento me obligaron a poner en acción ese plan que siempre había venido postergando por uno u otro motivo. En el lapso de un mes rediseñé el contenido de mis clases, adaptándolo a este nuevo formato, puse en condiciones mis recursos técnicos, y cuando me quise acordar ya tenía mi primer grupo de estudiantes online... Soy el claro ejemplo del funcionamiento bajo presión”.
“Se complicó un poco la cuestión del trabajo en las salas de grabación, y esa es la parte fea, pero me siento agradecido de haber podido mantenerme de todas formas transmitiendo, mediante los cursos, lo que sé y tanto me gusta hacer. Desde abril de 2019, mi comedor es también mi ‘control-room’ de mezcla; en lugar de cuadros, en las paredes cuelgan paneles acústicos, y en lugar de un centro musical hay una mesa de mezclas de 16 canales y dos pares de monitores de estudio. Así que, en ese sentido, la cosa no ha cambiado mucho. La única precaución es mantener ordenado todo el sector que forma parte del plano de la cámara en mis clases”, describe Juan, es papá de Camila, Dante y Agostina.
“Con respecto a la rutina diaria, cocino, limpio todo, igual que antes, pero lo estoy haciendo con más ganas porque tengo más tiempo para dedicarles a estas tareas. De hecho, cocinar o limpiar la casa se vuelven, en ocasiones, actividades un tanto terapéuticas” advierte el experto en sonido: “respecto de los vínculos, tengo la suerte de tener cerca a mi familia y a algunos amigos. Que están siempre. Con o sin pandemia”.
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La cuarentena golpeó fuerte a muchos de los que viven solos, porque les acotó la vida social y el contacto físico con los seres queridos
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