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Una pinturita: los retratos reales dicen más que mil palabras

En siglos pasados, los cuadros eran como las fotografías de hoy, aunque sólo los ricos accedían a ellos y no siempre mostraban fidelidad con la realidad. De eso saben mucho las coronas

Una pinturita: los retratos reales dicen más que mil palabras

La simbólica obra del pintor Laurits Tuxen que nos muestra al rey Christian IX de Dinamarca con su familia

VIRGINIA BLONDEAU
Por VIRGINIA BLONDEAU

27 de Junio de 2021 | 09:10
Edición impresa

Aunque para la generación de los millennials sea difícil imaginar un mundo sin cámaras ni selfies, esos tiempos existieron y nuestros antepasados se las arreglaban bastante bien en eso de plasmar imágenes para la posteridad. Sobre todo aquellos nobles que contaban con suficiente dinero como para encargar un retrato a los pintores cortesanos.

Así es como llegan a nuestros días copias fieles de todos los integrantes de las familias reales anteriores al siglo XIX, en que se inventó la fotografía. Y podemos conocer, a través de la pinturas, cómo vivían, con qué se vestían, de que enfermedades adolecían e, incluso, como era el entramado político que los sostenía.

Y no crean, lectores, que eso de usar filtros para mejorar nuestra foto de perfil de Tinder es un invento de este siglo. Sino que se lo digan a Fernando de Borbón, príncipe de Asturias allá por 1720.

Artista Antonio López junto a Juan Carlos y Sofía de España. 20 años tardó el pintor en hacer el cuadro encargado por los reyes

Cuando Fernando aún era adolescente, sus ministros comenzaron a buscarle novia entre las muchas jóvenes princesas de Europa y llegaron a la conclusión de que, políticamente, la que más convenía era la portuguesa Bárbara de Braganza. Para que Fernando se entusiasmara pidieron a la corte lusitana que enviara un retrato de Bárbara pero pasaba el tiempo y el retrato no llegaba. Y es que parece que la pobre era tan tan fea que temían que España rompiera el compromiso si la veían previamente. Finalmente el retrato llegó pero, según dejó testimonio el embajador español, la chica “no está nada semejante porque además de encubrir las señales de la viruela, se han favorecido considerablemente los ojos, la nariz y la boca, facciones harto defectuosas”. A pesar de la desilusión, Fernando y Bárbara se casaron pero el matrimonio nunca llegó a consumarse y no por el retrato fallido sino porque el futuro rey resultó ser impotente.

Mientras tanto, en Inglaterra, Jorge, el príncipe de Gales, también recibía el retrato de su futura esposa: el de Carolina, una de las tantas primas alemanas. Dentro de todo, la chica le pareció de buen ver pero cuando llegó a Londres para la boda descubrió que era poco propensa a bañarse, que dientes le quedaban pocos y que no tenía el más mínimo sentido del decoro. Su padre, el rey Jorge III, no le permitió anular el compromiso y el príncipe, para “cumplir”, llegó a la abadía y al lecho nupcial completamente borracho.

En 2013 se presentó la obra del pintor Thomas Kluge hizo una polémica obra que retrata a Margarita II con su familia

Pero no solo para concertar bodas sirvieron las obras pictóricas de siglos pasados. A partir del siglo XIX los reyes comenzaron a retratarse en escenas más descontracturadas, con sus perros y sus niños, sin uniformes y mostrándonos escenas de la vida cotidiana. Las obras más famosas son las encargadas por la reina Victoria de Inglaterra.

Con la irrupción de la fotografía los retratos pictóricos no perdieron vigencia. Y muestra de ello es la simbólica obra del pintor Laurits Tuxen que nos muestra al rey Christian IX de Dinamarca con su familia. Christian había nacido como un príncipe danés de segundo orden pero una serie de reyes y príncipes infértiles lo llevaron a acceder al trono de Dinamarca. Christian y Luisa no eran ricos, vivían en una casa relativamente modesta y sus hijos fueron criados como niños de una burguesía acomodada. Pero el futuro promisorio y la gran astucia de Luisa lograron cambiar el destino y muchos de sus descendientes llegaron a ocupar tronos, sea por derecho propio o por matrimonio. Así es como a Christian IX se lo conoce como “el suegro de Europa” y el maravilloso cuadro de Tuxen tiene precisamente ese objetivo: mostrar como, de ser un modesto príncipe, pasó a tener las mejores conexiones de poder.

La escena se sitúa en la Sala del Jardín el Castillo de Fredensborg, cerca de Copenhage. Era la residencia de verano de los reyes y a donde todos sus hijos volvían a pasar sus vacaciones aún después de casados y ya residiendo en otros países. El cuadro fue pintado entre 1883 y 1885 y están retratados los seis hijos del matrimonio, sus yernos y nueras y todos sus nietos.

Vemos a la izquierda de la imagen a Alejandra con su esposo, el príncipe de Gales, quien 18 años después sucedería a su madre, la reina Victoria, en el trono del Reino Unido. El matrimonio está con su heredero, el príncipe Eddie.

Carolina de Brunswick fue la esposa de Jorge, el principe de Gales. arreglaron el matrimonio tras verse en cuadros

Sentados aparecen los reyes Christian y Luisa y atrás de ellos su hija Tyra con su hijita en brazos y su marido Ernesto Augusto de Hannover. Ernesto no era tan buen candidato porque había perdido su reino pero Tyra tampoco lo era. En el mundillo de las cortes se sabía que la chica no solo no era virgen sino que había tenido una niña bastarda a la que había dado en adopción. Fue un matrimonio de conveniencia pero feliz.

En el centro de la imagen se destacan el matrimonio formado por Dagmar, la hija del medio de los reyes de Dinamarca, y su esposo, el majestuoso Alejandro III, zar de todas las Rusias.

Un cuadro así tarda unosde 4 años en hacerse. Salvo el de los reyes de España que se hizo en 20

 

El grupo que se encuentra a la derecha lo forman los dos hijos mayores del rey y sus esposas: Federico (futuro rey de Dinamarca) y Jorge quien, cuando tenía 17 años, fue elegido rey de Grecia. Entre los nietos se destacan especialmente, en el centro de la imagen, Nicolás, futuro zar de Rusia, y Jorge, futuro rey de Inglaterra. Y en toda la escena, ajenos a la importancia del momento, vemos a los pequeños príncipes quienes poblaban de risas y juegos los veranos de en Fredensborg. Esos niños son son bisabuelos o tatarabuelos de los actuales monarcas (o de sus consortes) de España, Dinamarca, Inglaterra, Luxemburgo y Bélgica y tienen, incluso, algún tipo de parentesco con el ex rey de Grecia y con los Grimaldi, en Mónaco.

Curiosamente en el cuadro original no se encuentra el hijo menor de los reyes, el príncipe Valdemar. Por ese entonces aún no estaba casado pero ya mantenía un romance con su sobrino Jorge, uno de los adolescentes que aparecen a la derecha de la imagen. La pareja sobrevivió a los matrimonios de ambos, crisis, enfermedades y vaivenes políticos y solo finalizó con el fallecimiento de Valdi a los 80 años en 1939.

Al rey Luis II de Baviera le encantaba posar para los retratos

Volviendo a la obra digamos que el Photoshop no existía pero aún así Tuxen se tomó el trabajo de pintar varias versiones del mismo cuadro. Se conocen por lo menos tres, además de los bocetos previos. Los lectores muy bien podrían jugar el juego de las 7 diferencias ya que entre una versión y otra aparecen y desaparecen príncipes, los personajes cambian de posición y la luz los enfoca de manera diferente. Así es como en una de esas versiones aparece el joven Valdemar atrás de sus padres.

Tuvieron que pasar 150 años para que Dinamarca tuviera otro retrato así. En 2013 se presentó la obra del pintor Thomas Kluge que nos muestra a la reina Margarita II con su consorte, el príncipe Enrique. A la derecha se ubica el príncipe heredero Federico con su familia y a la izquierda el príncipe Joaquín con la suya. En el centro de la imagen y en primer plano nos muestran al futuro de la monarquía: el príncipe Christian, heredero del heredero, quien, si la naturaleza sigue su curso, reinará en Dinamarca dentro de 20 o 30 años. La escena también se desarrolla en el castillo de Fredensborg pero solo vemos uno de los murales de la pared, el que representa una ciudad en ruinas. Muy lejos del apacible cuadro del siglo XIX, éste parece, más bien, el afiche de una película de Stephen King, el maestro del terror. El estilo es hiperrealista y el pintor ha dicho que la representación refleja la modernidad de la familia real.

A partir del siglo XIX los reyes ya se retrataban en escenas más descontracturadas

 

¿Cuánto tiempo se tarda en pintar un cuadro así? En general entre dos y cuatro años. No es tarea fácil. Aunque hay excepciones, claro. En 1994 los reyes de España encargaron al afamado artista Antonio López la realización de un retrato en el que debían aparecer Juan Carlos y Sofía junto a sus hijos Elena, Cristina y Felipe, todos ellos jóvenes solteros. Para tomarlos como modelo, los cinco asistieron a una sesión de fotos. Se suponía que el hombre iba a empezar la obra pero a los dos años tuvieron que repetir las tomas porque aquellas “no le inspiraban”. Los años pasaron, el rey juntó canas y quilos, la reina, cuernos y los chicos, cónyuges e hijos. Y el cuadro sin terminar. López ofreció agregar al retrato a los nuevos integrantes de la familia pero el rey dijo que mejor no. De bien que hizo ya que en el medio hubo hasta divorcios. Finalmente 20 años después, en 2014, el cuadro fue terminado, entregado y expuesto en el Palacio Real. “Me gusta mucho, el antes y el después” dijo la reina Sofía. “Me veo fenómeno pero ahora estoy mejor, más descansado”, dijo Juan Carlos que, a esa altura, ya había abdicado.

El retrato de Bárbara de Braganza que le enviaron a Felipe de Borbón

Uno de los reyes de otros siglos que más retratos unipersonales ha dejado es, sin duda, Luis II de Baviera. Inteligente, un poco loco y bastante narcisista, a Luis le encantaba posar con todas sus condecoraciones y oropeles. Era un joven hermoso pero cuando los años y la agitada vida hicieron estragos en su cuerpo igual siguió siendo retratado. Luis, homosexual que luchó toda su vida por no serlo, tuvo en estos días su revancha. El duque Franz, de 78 años, es hoy el titular de la Casa y depositario de los derechos al trono de Baviera. Al igual que su antepasado ilustre, nunca se casó, no tuvo hijos y también es homosexual pero no lo oculta y es moneda corriente verlo asistir a eventos reales con Thomas Greinwald, su pareja desde hace años. Si bien no contrajeron matrimonio, el mes pasado decidieron oficializar su relación a través de un retrato que es pura solemnidad y en el que aparecen Franz sentado y Thomas a su lado. La imagen fue tomada en los salones del palacio de Nyphenburg, en Munich, por el fotógrafo holandés Erwin Olaf, conocido por ser el retratista de Máxima y Guillermo Alejandro. Es la primera “salida del closet” oficial del mundo de la realeza.

Es apasionante el mundo del retrato cortesano. Cada detalle esconde un símbolo, una intención y analizarlos a fondo nos trasmite mucho más que mil palabras.

 

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