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Séptimo Día |“El Gran Dictador”, de Charles Chaplin

El poder del humor enfrentado al poder

Los humoristas que destapan ollas y enfurecen a los tiranos. El rol de conductores y actores como Rolo Villar, Tato Bores, Fidel Pintos, Capusotto y Les Luthiers. La profecía de Florencio Parravicini

El poder del humor enfrentado al poder

Tato Bores, un referente del humor en nuestro país, en uno de sus programas de TV / web

Marcelo Ortale
Marcelo Ortale

22 de Enero de 2023 | 02:54
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“Hay una conspiración para deteriorar la imagen del Presidente. ¡La conduce Alberto Fernández…!” dijo hace pocos días el humorista argentino Rolo Villar. El aguijón del humor, el aguijón que pica, que hace arder y mantiene a raya a funcionarios y a políticos. Cuando es lúcido, el humor es como un dardo que siempre atina en el blanco. Que da en el hueso, en el centro de los blancos más altos: los de los príncipes, los de los más altos dignatarios. Reírse del que está en el suelo no tendría sentido. Desde Grecia y Roma los humoristas le apuntaron al poder y el pueblo respondió con sus carcajadas en los anfiteatros.

En la historia de la Argentina y del mundo no faltaron estos intérpretes que divirtieron a sociedades enteras. Sobre todo en los tiempos de mayores crisis, que es cuando el humor sirve para destapar ollas. Muchos altos y engolados gobernantes hablan en público y no saben –parece un chiste, pero no lo saben- que el pueblo que los escucha en los boliches, en las pulperías del campo, en las sillas de sus casas, sonríe burlonamente de sus discursos. Esa gente encuentra una coraza en el humor.

Darío Fo aportó una clave: “La sátira es el arma más eficaz contra el poder: el poder no soporta el humor, ni siquiera los gobernantes que se llaman democráticos, porque la risa libera al hombre de sus miedos”.

Aristóteles dijo en la comedia que escribió que el hombre “es el único animal que ríe” y varios siglos después otro explorador de la conciencia, Henry Bergson, añadió que el hombre “es el único que hace reír”.

La risa forma parte de la esencia humana más fidedigna. Se dice también que ello es así, porque se la asocia con la libertad de pensar y de sentir. Hace pocos años, la exasperación de los autoritarios dejó su firma anti-humor en la matanza realizada en la revista francesa Charlie Hebdo. Los déspotas no toleran al humor.

“Mi manera de bromear es decir la verdad. Es la broma más cómica del mundo” dijo Bernard Shaw.

PARRAVICINI Y TATO

El humor político en la Argentina tuvo decenas de cultores de excelencia. El más primitivo, el filoso franciscano Francisco de Paula Castañeda (1776-1832), conocido como el “gauchipolítico” y que combatió a Rivadavia. El sacerdote fue poseedor de una prosa demoledora. Sería largo enumerar a todos los sucesores, pero conviene aquí rescatar esta anécdota de Hipólito Yrigoyen.

En su primera presidencia, a Yrigoyen (1916-1922) nadie le escribió el famoso diario que, se asegura, le hicieron leer en su segundo e interrumpido mandato (1928-1930). Don Hipólito hasta entonces se enteraba solo, consultaba a la calle y así detectaba el humor de la gente. Para eso iba de incógnito al teatro Apolo, en donde actuaba ese actor genial que fue Florencio Parravicini.

Yrigoyen se ocultaba en el primer palco, de modo que la gente no lo podía ver, tapado por la pared de ese ámbito. Parravicini hacía delirar a la gente con su actuación y de pronto, sorpresivamente, interrumpía el libreto de la obra, miraba de reojo al palco y decía esta frase: “Guarda Peludo con el Pelado…”. Corría el año 20 y Parra, como le decían, le avisaba a Yrigoyen (a quien le decían el Peludo) que tuviera cuidado con el Pelado (así lo apodaban a Marcelo T. de Alvear), que se candidateaba para reemplazarlo. Y dos años después, Alvear era el presidente.

En las décadas del 30 y el 40 el caso de humor político más popular en el mundo fue el que protagonizó Charles Chaplin con su película “El Gran Dictador”, una parodia devastadora sobre el entonces vigente y poderoso Adolf Hitler. Se dice que el dictador alemán, en su sala privada, vio dos veces la película que lo descuartizaba: “Hitler era demasiado megalómano como para no querer ver aquella película que había producido sobre él la mayor potencia cinematográfica mundial”, dice el novelista español Andrés Barba.

La potencia moral de ese film dio la vuelta al mundo. En nuestro país “El Gran Dictador” fue prohibida, impidiéndose su estreno en los años 40 bajo el pretexto de que su exhibición ofendía a gobiernos con los que la Argentina mantenía relaciones diplomáticas. Lo cierto fue que, durante el curso de la Segunda Guerra Mundial, miles de argentinos viajaban a Montevideo, para poder ver esta valiente denuncia antinazi.

Al promediar la década del 50 se conformó en el país una suerte de galaxia de humoristas políticos, cuyo sol fue Tato Bores, un actor cómico que, a 27 años de su muerte, mantiene una actualidad inusitada con sus monólogos por la TV.

Acá va un botón de muestra, creado en 1990: “Ahora entramos en época electoral, y todos salen con los dientes nuevos y bien peinados, y sacan afiches prometiendo, como gran mérito, ¡la honestidad! Con lo cual no robar pasa a ser una especie de opcional; vea: ningún coche hace propaganda diciendo que tiene ruedas o parabrisas, eso es estándar; te ponen lo distinto, lo novedoso. Y hoy parece ser que si sos honesto, sos una especie de GTX súper de lujo full equipo de la política”

Y como de tal palo tal astilla, hace poco el hijo de Tato, el columnista Alejandro Borensztein compuso esta muestra de soberanía del género humorístico: “El humor político es bajarle los pantalones al tirano”.

FIDEL y LES LUTHIERS

En la época de Tato entró a tallar fuerte Fidel Pintos, el de la larga nariz que consagró la famosa “sanata”, tanto en Polémica en el Bar como en la peluquería de Don Mateo. Un hombre que amagaba con decir y no decía, que se refugiaba en carraspeos y que, de pronto, prorrumpía en anuncios altisonantes, como que le habían ofrecido ocupar en el próximo gobierno –salvando las prohibiciones legales- dos cargos a la vez, de ministro y de legislador.

Fidel encarnó también al argentino omnisciente –que en realidad, suele saber poco de casi nada- y entonces aseguraba que le escribía los discursos al Presidente, que le había enseñado economía a Alsogaray y que elaboraba con Balbín la plataforma de la UCR.

Ya se dijo alguna vez acá que el humor como producto intelectual tiene dos vertientes. En una de ellas puede ubicarse al monje Jean de Santeuil (1630-1697) creador del aforismo “Castigat ridendo mores”, una expresión latina que significa “enmendar costumbres riendo”, es decir que el humor cumpliría, al fin de cuentas, una finalidad moral.

Del otro lado los críticos ubican a Henri Bergson (1859-1941) que en su ensayo “La risa” sostiene que la risa requiere ausencia de sentimientos. Para reír en plenitud es necesario relegar el afecto, la tristeza, la compasión. Bergson utiliza el término “anestesia momentánea del corazón”. En realidad, lo de Bergson suena cruel y, sin embargo, en su filosofía existe, desde luego la compasión.

Landrú primero haciendo reír sobre Onganía desde la aguerrida Tía Vicenta y después la generación joven de Satiricón y Humor –entre tantos otros, Cascioli, Basurto, Blotta (padre), Brascó, Flax, Faruk, seguidos por los más irreverentes y de menor edad, Rivero, Amengual, Caloi, Ceo, Cris, Fernández Branca, Fontanarrosa, Garaycochea, Grondona White, Ibáñez, Izquierdo Brown, Killian, Limura, Napoleón, Ortiz, Pérez D’Elías, Rafael Martínez, Sanzol, Tomás Sanz, Viuti. Abrevaya, Dolina, Alicia Gallotti, Viviana Gómez Thorpe, Guelperín, Guinzburg, Mactas, Parrotta, Trillo y Carlos Ulanovsky- que se jugaron la vida durante la última dictadura militar.

En una oportunidad, cuando empezaban a asomar las posibilidades electorales escribieron los nombres de una fórmula ideal para la Junta de Comandantes: “López Aufranc-Sánchez de Bustamante: candidatos por el Frente March”.

Aristóteles dijo en la comedia que escribió que el hombre “es el único animal que ríe”

Las corrupciones administrativas, tan en boga, fueron retratadas en 1996 por Les Luthiers en el video titulado “La Comisión”, en la que dos políticos coimeros (Mundstock y Rabinovich) le pagan a un compositor para modificar la letra del himno nacional, a través de sucesivos elogios al dictador de turno. El conjunto que este año se despide para siempre fue también un inolvidable y certero cultor del humor político.

Y si bien, pese a que fueron compañeros en varios programas y luego se distanciaron con la grieta en el medio, Alfredo Casero y Diego Capusotto forman parte de uno de los últimos capítulos del humor político, ese que profetiza, castiga y hace reír.

¿Y las mujeres? La catalana Isabel Franc escribió un libro llamada “Las humoristas”. En esa obra dice que las mujeres están usando el humor “como estrategia de transgresión, mecanismo de defensa, arma de resistencia y empoderamiento; para establecer y estrechar lazos afectivos, jugar con las normas, desafiar al patriarcado, romper estereotipos… Lo han hecho desde siempre y teniendo que salvar serias, nada inocentes, dificultades”.

 

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Tato Bores, un referente del humor en nuestro país, en uno de sus programas de TV / web

Integrantes de la formación original de Les Luthiers, grandes exponentes del humor en argentina / web

Fidel Pintos supo consagrar la famosa “sanata” / Web

Diego capusotto

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