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Realeza egipcia: cuna de mujeres faraones que dejaron su legado

A diferencia de lo que sucedía en los reinados occidentales, en esta zona de África el sexo femenino tenía los mismos derechos que el masculino y por eso se destacaban las “faraonas”

VIRGINIA BLONDEAU
Por VIRGINIA BLONDEAU

5 de Marzo de 2023 | 09:24
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Viajar es descubrir. Y, a veces, tiempo y espacio se unen milagrosamente para inspirar reflexiones que nunca hubieran aparecido en nuestras mentes de no estar en el lugar indicado y tiempo preciso.

Siempre tratamos en esta columna de relacionar a los protagonistas del pasado con actores de la realeza de estos tiempos o con circunstancias de la realidad. Acercándose como se acerca el Día Internacional de la Mujer pensábamos ¿qué reina o princesa merece ser homenajeada en esta fecha? La respuesta la encontramos en un viaje a tierras lejanas, entre la majestuosidad de piedras milenarias que fueron alguna vez templos de faraones. Y faraonas, claro. Egipto, mágico, nos ha regalado en este viaje grandes mujeres, pioneras en luchar por reivindicaciones.

Todos hemos estudiado en el colegio a las grandes civilizaciones de la antigüedad. Sabemos que los griegos y romanos fundaron la base de la cultura occidental, que los fenicios fueron grandes comerciantes y que los árabes eran unos adelantados en cuestiones matemáticas. Sin embargo toda esa sabiduría estaba restringida a los integrantes del sexo masculino. Las mujeres estaban muy lejos del poder. El único pueblo les que dio un lugar preponderante, donde hubo reinas por derecho propio y donde las esposas de los faraones tenían funciones específicas, fue en Egipto.

No quiere decir esto que les haya sido fácil. Ocupar posiciones más allá del cuidado del hogar y la maternidad fue todo un desafío. En la vida cotidiana, las mujeres tenían los mismos derechos ante la ley, no estaban obligadas a tomar el nombre del marido cuando se casaban y podían acompañarlo en las actividades cotidianas. Dirán los lectores “obvio” pero no es tan obvio si tenemos en cuenta que en Grecia, incluso siglos después, las mujeres era considerada como “niños eternos” sin raciocinio ni derechos.

No todo era rosas pero, por lo menos, había hasta cierta conciencia del trato que debía darse a una mujer. “Si eres sabio, mantén tu casa, ama a tu mujer, aliméntala apropiadamente, vístela bien. Acaríciala y cumple sus deseos. No seas brutal, obtendrás más de ella por la consideración que por la violencia: si la empujas, la casa va al agua. Ábrele tus brazos, llámala; demuéstrale tu amor” son palabras que aparecen en el célebre papiro del Ani, escrito hacia el 1000 a.c.

La reina Hatshepsut

Vale aclarar, y ya volviendo al tema que nos ocupa, que a las mujeres que alcanzaron el más alto rango no se las consideró nunca “faraonas” sino “mujer-faraón”. Y digamos como curiosidad que aún hoy el término “faraona” está marcado como error en algunas versiones del Word. Microsoft ya debería pensar en modernizarse.

La primera mujer-faraón de la que tenemos conocimiento es Neferusobek, último monarca de la Dinastía XII quien reinó por casi cuatro años a partir de 1790 a.c. Su nombre significa “la belleza de Sobek” y está representada en varios bustos, la mayoría sin cabeza. Neferusobek ascendió al trono porque su padre no tenía hijos varones de sangre real. En teoría, ser la única heredera hubiera bastado pero, por las dudas y para asegurar su poder, la muy astuta se casó con un medio hermano, que por su condición de varón podía hacerle sombra.

Neferusobek, como todas las faraonas (si se nos permite el término en este siglo XXI), tuvieron que vestir con atributos masculinos. El travestismo era moneda corriente ya que un faraón era un faraón sea del sexo que sea. Incluso hubo casos de mujeres representadas con barba y aún persisten ciertas dudas con respecto al sexo de algunos gobernantes. Pero no con Neferusobek porque la muy pícara se vistió de varón excepto por un detalle: su traje era escote en V para destacar sus senos.

Dos siglos después asume en el imperio una nueva faraona y es ella la más grande. La mujer que aún hoy se considera en Egipto como la más importante de las mujeres de la antigüedad: Hatshepsut, quien reinó entre el 1513 y el 1490 a.c.

La historia volvió a repetirse. Ella era la única hija con sangre real del faraón pero al morir su padre asume el trono su medio hermano, Tutmosis II. Nuestra heroína era ambiciosa y para estar cerca del poder aceptó casarse con este medio hermano y convertirse en “solo” reina consorte. En este período Hatshepsut es representada como la dulce esposa y compañera de su marido quien no tenía muchas luces y tuvo la genial idea de fallecer joven.

Juntos habían tenido solo una hija mujer, algo que a Hatshepsut le venía como anillo al dedo ya que su idea era formar una dinastía exclusivamente femenina. Pero no tuvo suerte: la pequeña Neferura falleció joven.

A la muerte de Tutmosis II, Hatshepsut se convirtió, teóricamente, en regente de su hijastro Tutmosis III pero en realidad se convirtió en dueña y señora del imperio. Con un golpe de estado cambió a un visir por otro afín a sus intereses y se puso al clero de su lado a través de prebendas en oro contante y sonante. Los sacerdotes la recompensaron con creces ya que declararon que no era hija de su padre sino que descendía directamente del dios Amón.

 

Todas las faraonas tuvieron que vestirse con atributos masculinos

 

Cuando su hijastro llegó a la mayoría de edad su madrastra estaba tan atornillada al trono que poco pudo hacer salvo casarse con una hija de su padre, el exfaraón, y esperar a que Hatshepsut le diera algunas migajas de poder.

Muchas fueron las obras que la gran faraona dejó para la posteridad y la gran mayoría de ellas las realizó con al arquitecto real, Senenmut. El obelisco en el templo de Karnak recubierto de oro, la Capilla Roja y el gran monumento dedicado a la faraona, cerca del Valle de los Reyes, son solo algunas de las majestuosas obras que aún se conservan.

“Sublime entre los sublimes” se llamaba en ese entonces el templo de Hatshesput y en él encontramos una piedra que despierta curiosidad: la faraona y su arquitecto “posan” juntos en actitud algo pecaminosa. ¿Fueron amantes? Todo hace pensar que sí. Incluso la presencia de una de las estatuas de Senenmut con Neferura hace sospechar que fue su padre. Vale aclarar también que en su período de mayor esplendor, Hatshesput comenzó a vestir como hombre e incluso es retratada con barba postiza.

Pero nada es eterno. La faraona sufrió la muerte de sus más cercanos colaboradores, de su hija, de su amante y ella misma enfermó gravemente. Todos la fueron abandonando y su hijastro, agazapado, salió de su escondite y tomó el poder.

La agonía de la reina fue larga y triste y después de la muerte su suerte no fue mejor. Si creemos, como creen los egipcios, que el alma se eleva pero luego vuelve a buscar su cuerpo para juntos tener una nueva vida, digamos que la pobre la pasó mal. Los investigadores tardaron años en identificarla porque la momia de Hatshesput se encontraba en el piso, en el lugar donde deberían haber estado sus sirvientes. Profanada, ultrajada y mal momificada. Un triste final para la más grande, un personaje polémico que aún hoy en Egipto se venera y se vilipendia en partes iguales.

Más allá de las opiniones, su templo, enclavado en la montaña, a pasos del Valle de los Reyes, es una de las grandes maravillas que podemos visitar. Vale la pena subir las interminables escaleras para acceder a sus tres terrazas y sentir, desde lo alto, poder y sobrecogimiento.

Salvo por un breve reinado de Tausert, de la que poco sabemos salvo que estuvo en el poder por dos años y que era experta en pócimas venenosas que usaba a su favor, tenemos que viajar hasta el año 52 a.c. para encontrar a nuestra próxima faraona, la más popular de todos los tiempos: Cleopatra.

 

En la vida cotidiana, las mujeres tenían los mismos derechos ante la ley

 

Y llegado a este punto nos vemos en la obligación de desencantar a nuestros lectores. En el actual Egipto casi no hay vestigios de Cleopatra salvo en el templo de Dendera que recomendamos visitar. Cleopatra no es considerada egipcia y eso se debe a que perteneció a la dinastía ptolomeica, la que entregó el poder a griegos y romanos. Para los egipcios la época faraónica es la que cuenta y ésta finalizó en el 300 a.c.

De todas formas es un trato injusto con la pobre Cleopatra que fue una mujer inteligente y muy bella. A diferencia de los otros faraones ptolomeos se ocupó de aprender el idioma egipcio clásico aunque ya por ese entonces la lengua oficial era el griego.

Cleopatra nació, creció y vivió en medio de las guerras. Si recorremos su vida no encontramos un segundo en que sus ancestros, sus pares o sus hijos no estuvieran peleando por algo: tierras, poder, oro. Por eso no la juzguemos mal por haber querido llevar trigo para su molino a través de las artes amatorias en lugar de en el campo de batalla.

Cuando se enteró que el romano Julio César estaba en Egipto se visitó con sus mejores galas y allá fue a su conquista. Que el César estuviera casado con Calpurnia era un dato menor ya que, después de todo, no tenía herederos y la egipcia quería dárselos. El ansiado embarazo de Cleopatra se produjo, posiblemente, en la suntuosa barca en que ambos recorrieron el río Nilo para visitar los templos de la antigüedad. Revivir esa romántica navegación por el Nilo es aún posible y lo recomendamos aunque no haya tanto oro en la cubierta y los templos que se visitan hayan sido espoliados por ingleses y franceses. La magia del Nilo aún sigue viva.

Volviendo a la historia, César hizo mutis por el foro cuando se enteró que Cleopatra estaba embarazada pero ésta lo siguió a Roma con el pequeño Cesarión a cuestas. De nada le sirvió. Al morir César, otro fue el sucesor.

Pero Cleopatra no se rindió. Cuando recibió en Egipto a Marco Antonio, uno de los integrantes del triunvirato que gobernaba el imperio romano, supo que era su próximo objetivo. Esta fue mucho más que una unión de conveniencia. Marco Antonio y Cleopatra formaron un matrimonio de hecho que se prolongó hasta la muerte de ambos en el año 30 a.c.

El arquitecto y posible amante de la reina Hatshepsut con su hija

Fueron compañeros de lecho pero, fundamentalmente, de lucha. Formaron un ejército y batallaron con valentía contra todos sus enemigos pero no pudieron con el emperador Augusto quien empezó con la guerra fría otorgando a la esposa que Marco Antonio había dejado en Roma poderes divinos. Imaginemos la bronca de Cleopatra al ver encumbrar a “la legal” mientras ella criaba los tres críos de su amante y lo ayudaba con todo su ejército a hacerse dueño del imperio más grande de todos los tiempos.

Finalmente Augusto invadió Egipto y con su imbatible ejército decretó el final trágico de los amantes. Aunque no haya constancia, todo hace pensar que Marco Antonio y Cleopatra habían hecho un pacto suicida porque al enterarse de la derrota, él se arrojó sobre su propia espada y, agonizante, fue llevado por sus soldados hasta donde se encontraba ella para morir en sus brazos. Pocos días después y para evitar se humillada por los vencedores, Cleopatra también se suicidó inoculándose veneno de serpiente.

Así termina la historia de las mujeres egipcias en el poder. Aunque en el Egipto actual la mayoría de las mujeres llevan su cabeza tapada y muchas visten las prendas típicas, las oportunidades de estudio y progreso están más equiparadas que en otros países de la región. En este camino ninguna de las heroínas que nombramos se toman como ejemplo sino que el espejo donde mirarse está más orientado hacia occidente.

Curiosamente son las grandes marcas europeas y asiáticas las que han inspirado sus colecciones en la cultura egipcia. Los propios diseñadores como Mohanad Koyak huye de estereotipos faraónicos y en la marca de exclusivos bolsos y anteojos Okthein, solo hay reminiscencias vagas de la cultura imperial. Una pena porque es una estética tan rica en matices y con mujeres tan poderosas. Es verdad que muchas veces tuvieron que travestirse o usar armas poco morales pero todas lucharon por tener espacio en un mundo de hombres. Fueron, quizás, las primeras mujeres de la historia en hacerlo. En ellas homenajeamos a todas en su día.

 

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