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Donde se come no se... Los tabúes de formar pareja en la oficina

A pesar del reconocido refrán, más de la mitad de las personas admite haberse enamorado en el trabajo. Por qué es un espacio que facilita el surgimiento de romances

Donde se come no se... Los tabúes de formar pareja en la oficina

Estar de novio en el trabajo, un tema que puede controvertido / Freepik

7 de Septiembre de 2025 | 04:22
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En la Ciudad, comop reflejo de las costumbres nacionales, los refranes populares suelen marcar más que una guía moral: se vuelven brújulas culturales que atraviesan generaciones. Entre ellos, el dicho “donde se come, no se cag*” ocupa un lugar especial en la memoria colectiva, porque con su crudeza advierte contra el riesgo de mezclar lo laboral con lo sentimental. Traducido al lenguaje de oficina, significa algo así como “no te pongas de novio con alguien del trabajo”. Sin embargo, los números y las historias muestran que, más allá de la advertencia, los romances en los pasillos de empresas y oficinas son mucho más frecuentes de lo que se cree.

Una encuesta regional realizada por Bumeran este año reveló que más de la mitad de los trabajadores argentinos admitió haberse enamorado en su lugar de trabajo, y que en el 77 por ciento de los casos ese sentimiento fue correspondido. De esos encuentros surgieron tanto historias formales como vínculos casuales: un 32 por ciento terminó en relaciones serias y un 27 por ciento en citas esporádicas. En otras palabras, la oficina puede ser tan eficaz como Tinder para encender la chispa.

No obstante, la mirada social y las políticas empresariales no son unánimes. Un relevamiento de Randstad mostró que la opinión está partida: el 53 por ciento de los trabajadores considera que no es conveniente mantener relaciones amorosas entre colegas, mientras que el 47 por ciento restante lo ve con buenos ojos. Y cuando se indaga en la experiencia concreta, apenas el 15 por ciento de los consultados reconoce haber tenido una pareja o aventura en su propio trabajo. El contraste entre lo que ocurre y lo que se admite sugiere que, quizás, lo que sigue pesando es la condena implícita de ese refrán que se repite en los pasillos como advertencia.

“Conocí a mi marido en una empresa de tecnología. Empezamos como compañeros de proyecto y hoy tenemos dos hijos”, cuenta Mariana, administrativa de 39 años, para quien el dicho no es más que un consejo viejo y desactualizado. En su relato, el amor encontró un canal inesperado en el ámbito laboral y se convirtió en una historia de vida.

Pero no todos piensan igual. Daniel, analista contable de 44 años, recuerda una experiencia amarga: “Salí unos meses con una compañera de área. Cuando cortamos, fue un infierno seguir viéndonos todos los días. Te condiciona, te distrae, te afecta en lo profesional. Desde entonces creo que el refrán tiene toda la razón del mundo”. Su testimonio refleja la otra cara: la de quienes sostienen que un fracaso amoroso puede arruinar el clima laboral, perjudicar la concentración e incluso afectar la carrera.

Entre ambos extremos se ubican los que relativizan y aceptan que todo depende de los límites. “No lo buscaría, pero si pasa, pasa. Lo importante es ser responsable y que no afecte al equipo”, opina Florencia, empleada de marketing de 28 años. Su visión coincide con el 62 por ciento de los argentinos que, según el estudio, trabajan en empresas donde no existen políticas formales sobre romances entre colegas, aunque algunos señalan restricciones si se trata de jefes y subordinados.

El trasfondo es cultural. El refrán “donde se come, no se cag*” nació de una lógica práctica: no ensuciar el lugar de subsistencia. En inglés existe un equivalente, “don’t shit where you eat”, que tiene idéntico sentido. Lo curioso es que, pese a la persistencia de esta máxima, los estudios muestran que en la Argentina los vínculos laborales se convierten en romances con una frecuencia notable. No sólo desafían el tabú, también lo resignifican: hoy, para muchos, el trabajo es un espacio más de socialización y cercanía, un terreno fértil para que aparezca el flechazo.

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