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Elecciones |BIOGRAFIA PRESIDENCIAL

De La Plata a la Rosada: una carrera forjada en la militancia

Cristina Fernández se convirtió ayer en el tercer presidente en ser reelecto, un estatus al que sólo han llegado Juan Perón y Carlos Menem, ambos justicialistas, como ella

De La Plata a la Rosada: una carrera forjada en la militancia

De La Plata a la Rosada: una carrera forjada en la militancia

24 de Octubre de 2011 | 00:00

Cristina Fernández se convirtió ayer en el tercer presidente en ser reelecto, un estatus al que sólo han llegado Juan Perón y Carlos Menem, ambos justicialistas, como ella. Su segundo mandato también será, en cierto modo, su legado más personal a la historia reciente, toda vez que el primero se percibió como la continuidad de la gestión de Néstor Kirchner. En ese sentido, Cristina comenzará en diciembre el tercer período del llamado kirchnerismo.

Cuando ella nació, el 19 de febrero de 1953, Tolosa era un caserío más bien humilde en las afueras de nuestra ciudad. El país era gobernado por el Justicialismo. La frondosa información oficial sobre Cristina, incluidos varios libros que se publicaron con su consentimiento, no suelen abordar en profundidad aquellos años de infancia tolosana.

Se sabe, sí, sobre la figura claramente dominante en ese hogar de su madre, Ofelia Wilhelm, sindicalista del gremio de los empleados de Rentas, fanática de Gimnasia -aún hoy se la suele ver en la cancha enfundada de azul y blanco- y de sanguínea personalidad.

Eduardo Fernández, el padre, era colectivero, con una pila de horas de trabajo que cumplir sobre las espaldas, una figura acaso ausente. Dicen que Giselle, la hermana menor de Cristina, una médica que ejerce en un hospital público de La Plata, lo pudo disfrutar un poco más. El hombre murió en 1982. Cristina, celosa guardiana de la información sobre su infancia, lo ha mencionado pocas veces. La última fue en tono evocativo: lo puso de ejemplo cuando criticó a los empleados del subte porteño, que se quejaban por la supuesta tendinitis que les provoca recargar la tarjeta magnética que hace las veces de boleto.

DE LA ADOLESCENCIA A LA UNIVERSIDAD

Clic para ampliarDe la Cristina adolescente y universitaria hay, digamos, una historia más oficial, más conocida. Primero cursó el secundario en el Comercial San Martín pero los últimos años los hizo en el Colegio Misericordia. Allí compartió con amigas que frecuentaban el Jockey Club platense y el mundo del rugby local.

Esa foto muy difundida en blanco y negro de una Cristina joven, delicada y esbelta, apoyada en una reja y con la mirada hacia el piso, tal vez sea la mejor ilustración de la juventud en La Plata, de la época pre militancia. También denota, dicen los que la frecuentaban en esa época, el inicio de su obsesión por el cuidado personal, a esta altura una de sus marcas registradas.

Un rugbier del San Luis, Raúl "Lagarto" Cafferata, aparentemente fue un primer novio adolescente. Cuando ella ya era una estudiante de Derecho, previo paso fugaz por Psicología, la relación terminó por disolverse. Era 1973 y Cristina conoció en la facultad a Néstor Kirchner, mayor que ella, quien también cursaba abogacía. Alto, desgarbado, pelo largo oscuro, anteojos muy gruesos y un seseo que arrastraba de chico. Nada que ver con los corpulentos y apolíneos jugadores de rugby que la habían embelesado a los quince.

Por ese entonces, el santacruceño militaba en la Federación Universitaria para la Revolución Nacional (FURN). Fueron épocas, para ella, de mucha reunión política, de descubrir el mundo de los rebusques diarios de los compañeros que venían del interior a recibirse. De discursos encendidos en los mitines que duraban horas. Allí forjaría la Presidenta el cuidado por la retórica y la argumentación, una firmeza discursiva que aún la caracteriza y con la que se destacó en sus épocas de legisladora.

AMOR Y EFERVESCENCIA EN LOS AÑOS SETENTA

Clic para ampliarCristina y Néstor se enamoraron en ese contexto de efervescencia estudiantil setentista, con el sello de la violencia política previa al golpe del 76, cuando el peronismo ya era un volcán. El noviazgo fue relativamente corto. Se casaron por civil el 9 de mayo de 1975.

El matrimonio nunca participó de las corrientes del peronismo de izquierda que empuñaron armas y desmesura. Algunos amigos de entonces, que ocuparon cargos públicos con en el proceso iniciado en 2003, dicen sentir ahora la reivindicación tardía de aquellos valores e ideales que los apasionaban en la Universidad platense.

De algo había que vivir y Ofelia, con influencias en el ministerio de Economía, le consiguió a la pareja el primer trabajo remunerado en el Estado. El clima era cada vez más violento en La Plata y algunos compañeros de los Kirchner, más comprometidos o más expuestos, comenzaron a desaparecer. El santacruceño, entonces, tomó una decisión de vida importante: recibirse rápido y volverse, con Cristina, a la lejana Santa Cruz. Eso sucedió en julio del 76, ya con los militares en el poder. Fue el momento en que la Presidenta comenzó a enamorarse del que, con los años, sería su verdadero pago chico.

En la distancia de Río Gallegos, desde la lejanía de La Plata, construyó su dimensión política. Varios testimonios coinciden en que, ya en esa época, Néstor evidenciaba su vocación de convertirse en gobernador cuando pasara la tormenta dictatorial. En erguirse como el "Jefe" de un proyecto a largo plazo que incluía, claro, una muy sólida sociedad política con su propia esposa. El Lupo, como le decían a él, ostentaría aquella jefatura hasta su último día de vida. Aún cuando en el principal sillón del país estuviera sentada ella.

Cristina volvió a La Plata en viajes cíclicos a recibirse de abogada. Aquí tuvo a Máximo, su hijo mayor, hoy un consejero más que influyente. Años después, en otro contexto, llegaría Florencia, la mimada de Néstor, quien ahora evidencia vocación por el cine.

EL PODER EN LA LEJANA SANTA CRUZ

En el sur, el matrimonio prosperó económicamente como abogados. Para el 81 comenzaron a participar de las primeras reuniones políticas, ocultas, esperanzadas. Vivieron la guerra de Malvinas en forma muy cercana, como todo habitante de Río Gallegos. Con la democracia instalada, Néstor y Cristina fueron nombrados funcionarios públicos y comenzaron el ascenso político. Para ella, la bisagra, el salto que la catapultaría a la primera plana de la política sureña, fue la elección de Kirchner como intendente de la capital santacruceña, en 1987. Desde la Legislatura, como diputada, acompañó el crecimiento partidario de su marido y entendió que se movía con soltura en ese mundo de comisiones parlamentarias y discursos rimbombantes en el recinto.

Cristina fue clave en la nacionalización del proyecto kirchnerista que se dio en los noventa. El gobernador era el que peleaba por la provincia desde Río Gallegos y ella la cara de él en la Capital Federal. Una delimitación de roles que la llevaría, cuando usaba flequillo despuntado, a ser más conocida que su marido en el circuito de los medios porteños.

Fue senadora nacional, después diputada y luego otra vez senadora, siempre representando a la provincia donde vivía. Lo mismo que cuando le tocó integrar, por el peronismo, la Convención que reformó la Constitución y posibilitó la reelección de Menem. Es una parte maldita de la historia de los Kirchner: Cristina, como Néstor, y como todo el PJ de los primeros noventa, estuvieron alineados con el riojano. El quiebre fue la oposición del matrimonio al acuerdo con Chile por los Hielos Continentales.

LA LLEGADA A LA CASA ROSADA

Clic para ampliarLa diferenciación de Menem llevó a los Kirchner a convertirse en aliados de Eduardo Duhalde durante la guerra política entre ambos, sobre el fin de la década del 90. Años después, cuando era presidente transitorio luego de la crisis de 2001, el bonaerense terminaría bendiciendo a Néstor para llegar a la Casa Rosada en mayo de 2003 y frenar así un regreso de Menem. Cristina se convirtió, entonces, en primera dama. Era, además, legisladora nacional. Nunca seguiría el molde más bien decorativo de sus antecesoras.

Ya en el Gobierno, Kirchner hizo lo que mejor sabía hacer: ejerció el poder a fondo. Lo que incluyó ir por todo el soporte partidario que Duhalde había patentado. Se adueñó del PJ bonaerense y Cristina resultó, otra vez, una herramienta central para eso. Fue la cara del triunfo K en la elección legislativa de 2005, en la que se enfrentó a ese emblema duhaldista llamado Chiche Duhalde. Duelo de mujeres, duelo de esposas. Para Cristina tuvo, además, un condimento extra porque por primera vez se candidateó por la provincia de Buenos Aires. Ella que, a esa altura, era más santacruceña que bonaerense.

Aquella elección fue su espaldarazo. Automáticamente se la empezó a considerar como una presidenciable. Mucho más porque las usinas kirchneristas divulgaron la supuesta estrategia de los mandatos intercalados: uno Néstor, uno Cristina. La especulación terminó siendo realidad. Kirchner renunció a su legítima reelección y fue ella, la primera dama, la candidata presidencial para continuar "el modelo" en las elecciones generales de 2007.

Cristina se impuso en primera vuelta el 28 de octubre. Obtuvo más del 45 por ciento de los votos. Y protagonizó dos hechos inéditos en la historia argentina: fue la primera mujer en ser elegida Presidente y la banda que cruzó su pecho fue puesta allí por su propio marido. Un traspaso de mando familiar. Kirchner, sin título oficial, siguió siendo su sostén, su ministro de Economía en las sombras, su jefe político.

El 27 de octubre de 2010, cuando el país respondía al censo nacional y mientras el oficialismo aún se recuperaba de la derrota en las legislativas del año anterior, la Presidenta sufrió el golpe personal y político más duro de su vida: Kirchner murió repentinamente en El Calafate, lugar de ensueño que la pareja eligió para los retiros de descanso. Una ola de simpatía popular, que pocos se hubieran atrevido a predecir, bañó a Cristina y a su Gobierno. Los blindó. Néstor dejaba así una herencia que se convirtió en capital político. Desde entonces, las decisiones de Gobierno pasan sólo por ella y una mesa pequeña de colaboradores. Desde ahora, Cristina, la chica bonita de Tolosa, afrontará el desafío de hacer aún más perdurable ese legado.

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