En Abasto los vecinos clamaron diez años por un semáforo: llegó demasiado tarde

“Están esperando que ocurra una tragedia para instalar un semáforo”, repetían, una década atrás, los vecinos de Abasto que veían con preocupación como en avenida 520 y 203 los choques se estaban convirtiendo en “cosa de todos los días”. Pero se equivocaron. Fue necesario que la fatalidad golpeara en ese cruce, conocido en el barrio como “la esquina de la muerte”, en no menos de una decena de ocasiones a lo largo de los últimos años para que el Estado reaccionara e instalara un ordenador vial en ese fatídico punto.

Llegó, claro está, demasiado tarde. Mientras ayer a las 14 un grupo de operarios realizaba la excavación para colocar tardíamente el equipo, Andrea Giles (46) los miraba abatida: “Tuvieron que esperar que entierre a mi hijo para poner el semáforo”, dijo, con impotencia. Su hijo, Matías Quiñones, es la última víctima fatal de una esquina que ya se cobró varias vidas y en la que no se había implementado medida preventiva alguna a pesar de los innumerables reclamos vecinales. Lejos de tratarse de un episodio aislado, es un ejemplo del peligro que representan numerosos cruces -tan peligrosos como olvidados- de la periferia platense  .

Fue el martes a la mañana. “Un rato antes me lo crucé en la calle y quedamos que a la tarde nos veíamos de nuevo, para charlar”, recordó la madre de Matías. Un rato después se enteró de la tragedia. A eso de las 9 el joven manejaba una moto por la avenida 520, en la mano que conduce a la ruta 2, cuando chocó con un Chevrolet Corsa conducido por un jubilado de 84 años. Por el impacto cayó pesadamente contra el pavimento y se golpeó la cabeza contra el cordón de la calle, a metros de una estación de servicio. Murió al instante. Tenía 24 años, una hija de 3 - Milena Estefanía- y una vida llena de proyectos por delante.

“Vivía en Santa Ana (donde alquilaba) con Florencia, su pareja, y había venido hasta Abasto para firmar los papeles del terreno, para construirse una casa acá”, contó su madre. Pese a que no pudo terminar la escuela -hizo hasta séptimo año en la 26 de Abasto-, Matías siempre se esforzó por superarse. Trabajó desde los 11 años; últimamente como pintor, junto a su padre.

“Tenía todas las pilas y me lo quitaron. Ahora lo que queremos es que no haya más accidentes. Se me fue uno de mis hijos, me quedan dos, no quiero que vuelva a pasar”, dijo Andrea, al encabezar la movilización que protagonizaron familiares de la cuarta víctima de la tragedia del tránsito en lo que va del año.

En Abasto cuentan que son varias las familias destrozadas por los choques en 520 y 203. Hace apenas diez días, un allegado a la familia de Matías sufrió un accidente con la moto en ese cruce y, según explicaron, sigue internado en Quilmes en estado muy delicado.

“Hace 17 años que trabajo acá y vi unos 20 muertos”, sintetizó Ariel, empleado de la estación de servicio ubicada justo en esa esquina.

Un cronista de este medio pudo contabilizar, en el plazo de una hora, no menos de una decena de maniobras de riesgo que por poco no terminan en siniestros viales. Es una zona en la que circulan numerosos motociclistas -muchos sin casco-, camionetas y camiones de las quintas que se extienden en el oeste platense e incontables automovilistas que acceden a la Ciudad por la 520. Las maniobras para entrar o salir de la expendedora de combustible, son, también, recurrentes.

“Esto era sabido, hace tiempo veníamos pidiendo un semáforo”, se lamentó Jorge, un vecino que ayer acompañó el piquete en la 520. A pocos metros operarios colocaban, por fin, el equipo. Llegó una década atrasado y se pagó demasiado caro.