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Los hermanos sean unidos: aunque den dolores de cabeza

Príncipes y princesas han hecho flaquear varias coronas europeas por cometer actos ilícitos, creyendo que su condición de nobleza los salvaría de condena social y judicial

Los hermanos sean unidos: aunque den dolores de cabeza

El príncipe Andrés y la reina Isabel II. Dicen que él es su hijo preferido

VIRGINIA BLONDEAU
Por VIRGINIA BLONDEAU

15 de Diciembre de 2019 | 08:37
Edición impresa

Quien tiene un hermano tiene un tesoro… o una bomba de tiempo. Porque muchos conocemos (o tenemos, en el peor de los casos) hermanas o hermanos impresentables, de esos que tienen la manía de meter la pata, de desmarcarse del mandato familiar o de convertirse en rebeldes a tiempo completo. Si hasta en las primeras páginas del relato bíblico aparece el traidor de Caín matando a su hermano Abel…

No crean que el asunto es muy diferente entre los hombres y mujeres de la realeza. Al contrario, es aún peor. En las “familias normales” del mundo occidental actual, todos los hijos, sin distinción de sexo y edad tienen los mismos derechos pero en las familias reales, para bien o para mal, el primogénito hereda título, honores y fortuna en desmedro de los demás hijos. Y desde los imaginarios Caín y Abel hasta el muy real príncipe Andrés de Inglaterra, hermano del príncipe Carlos, siempre ha habido roces.

¿Y por qué nombramos a Andrés? Porque acaba de protagonizar uno de los escándalos más sonados y más perjudiciales para la corona británica desde la muerte de Lady Di. Claro que ya veremos como Carlos ha tenido mucha mejor cintura política y ha logrado minimizar los daños.

El príncipe Andrés es el tercer hijo de la reina Isabel II. Nació en 1960 cuando sus hermanos mayores, Carlos y Ana, eran casi adolescentes. Resultó ser el más buenmozo y simpático de los Windsor y, aseguran, se convirtió en el consentido de su madre. Los lectores memoriosos o que hayan investigado la historia reciente de nuestro país lo recordarán como “el principito” al que hizo alusión el general Galtieri en una de sus tantas arengas fanfarronas durante la guerra de Malvinas. Y es que Andrés, en aquel entonces en la Marina Real, fue parte del contingente que vino a luchar a los mares del sur.

Andrés volvió a Londres con honores, al poco tiempo se retiró de su vida militar y anunció su compromiso con Sarah Ferguson. Sarah, quiso el irónico destino, conocía muy bien nuestras pampas ya que su madre vivía aquí con el polista y criador de caballos Héctor Barrantes, su segundo marido. (Si les suena el apellido es porque Héctor era el tío de Martín Barrantes, primer marido de Pampita, también dedicado a los caballos de polo).

Andrés y Sarah se habían conocido a través de Diana. Mucho más simpática y entradora que su amiga, muy pronto Sarah se convirtió en la nuera preferida de la reina quien les regaló para su boda el título de duques de York. Junto con sus dos hijas formaron la pareja ideal hasta que ella fue fotografiada, junto a una piscina, dejándose chupar los dedos del pie por un amante. Se divorciaron pero mantuvieron una excelente relación y ella siguió viviendo con sus hijas en dependencias de la corona. Eso sí, nunca dejó de hacer papelones: mal gusto a la hora de vestir, gestos procaces, incontables deudas, afición al alcohol y hasta pedido de sobornos para influir sobre su ex marido fueron motivos de sus apariciones en la prensa. Claro que Sarah es Heidi al lado de los acontecimientos que tuvieron como protagonista al duque de York.

El príncipe Andrés se alejó de la agenda de la corona y ya no la representa de ninguna forma

 

Por empezar, la gestión de Andrés como representante de la corona en temas de comercio exterior fue cuestionada en reiteradas oportunidades. Se suponía que era una función meramente protocolar pero parece que aprovechaba para sacar su tajada y se relacionaba con mandatarios conocidos por estar en el tráfico de armas. Además, en 2011, se publicó en los medios una fotografía del príncipe junto a Jeffrey Epstein, un millonario estadounidense condenado por violación y tráfico de menores para clientes de alta gama. Para colmo Andrés está en una foto abrazando a una mujer que resultó tener 17 años y ser una de las jóvenes que había acusado a Epstein de explotación sexual y a Andrés de haber participado de sus fiestas.

Incomprensiblemente, Epstein sólo estuvo en la cárcel un año y siempre mantuvo una relación con el príncipe que este califica como de lejana amistad pero que podría ser de proveedor/cliente. El Palacio de Buckingham negó una y otra vez que el príncipe hubiera tenido conductas inapropiadas con menores pero mientras la reina siempre lo defendió, su hermano Carlos, el heredero que a medida de que su madre envejece tiene más poder, puso en duda su inocencia. En 2015 un juez de Estados Unidos no encontró pruebas suficientes para las acusaciones que pesaban sobre Andrés.

El príncipe Lorenzo de Bélgica y la infanta Cristina de España cometieron exabruptos y delitos

 

Vinieron unos años apacibles para el segundón de la familia exceptuando que, en 2016, en lo que se supone un ataque de ansiedad, embistió contra el portón de su casa de campo con su camioneta Range Rover porque no le funcionó el control de apertura automática. Conclusión: portón y camioneta arruinados.

Aunque Andrés haya mantenido el perfil bajo durante estos años, Carlos siguió abriendo el paraguas porque sabía que tarde o temprano se vendría la tormenta y dejó bien claro que los York debían ir pensando a qué se iban a dedicar, porque cuando él fuera rey no iban a poder seguir alimentándose de la teta real. De bien que hizo en desmarcarse a su hermano porque la tormenta llegó antes de lo esperado.

Resulta que Jeffrey Epstein que, recordemos, había pasado un año en la cárcel por delitos sexuales, no había escarmentado y había seguido con su rentable “negocio”. El 6 de julio de 2019 fue arrestado nuevamente por tráfico de menores. A los pocos días intentó suicidarse y finalmente el 10 de agosto fue hallado muerto. Se supone que se colgó en la celda pero, como siempre en estos casos, hay mil y una dudas. Las 36 víctimas que habían dado su testimonio jamás encontrarán verdadera justicia.

El suicidio de Epstein abrió las compuertas para que la prensa publicara testimonios y fotos y se supo que Andrés y él mantenían una estrecha amistad y el príncipe era habitué en su mansión de Nueva York.

El 24 de agosto el príncipe envió un comunicado negando que su amistad fuera tal, diciendo que apenas lo había visto alguna vez y que jamás había visto ni sospechado nada relacionado con tráfico de menores. Incluso decía algo que dejó a todos con la boca abierta: que había seguido la relación con Epstein porque no sabía que el hombre había estado preso. Expresó una (dudosa) empatía con las víctimas y deploró el comportamiento de su apenas conocido (un poco tarde).

Nadie le creyó de modo que, con el fin de lavar su mala imagen decidió (no se sabe asesorado por quien ni si fue o no autorizado por la corona) dar una entrevista a la BBC. Fue el sábado 16 de noviembre y, aunque expresó cierto arrepentimiento porque su conducta no había estado a la altura de un miembro de la corona, su imagen se hundió más todavía. No pudo negar su estrecha relación con Epstein ni justificar porque lo había invitado a la fiesta de 18 años de su hija cuando ya se había demostrado su culpabilidad. Para colmo, en las fotos de esa fiesta Epstein aparece posando con el productor Harvey Weinstein, hoy acusado de violación y otros delitos sexuales. Tampoco quedó claro en la entrevista si reconocía o negaba haber conocido a la joven que en 2015 lo había acusado de haber mantenido relaciones con él cuando prestaba servicios para Epstein. Lo más patético es la razón que esgrimió en su defensa: la mujer, menor en aquel entonces, comenta que el príncipe transpiraba mientras bailaba con ella y él dice en la entrevista que eso no es posible porque en aquel entonces tenía una “condición médica” contraída en la guerra de Malvinas que le impedía transpirar. Y que, afortunadamente, ya se había curado. Otro momento increíble de la entrevista es cuando dice que, una vez al tanto de las acusaciones que pesaban sobre Epstein y como es “extremadamente honorable”, no quiso cortar la relación de amistad por teléfono y cruzó el océano para decírselo personalmente. Y que se quedó varios días porque, ya que estaba y que la casa estaba tan bien ubicada, aprovechó para hacer trámites en Nueva York. No aclara porqué razón participó en las fiestas que Epstein dio en esos días para festejar su liberación.

En la realeza, el primogénito hereda título, honores y más fortuna que los demás hijos

 

Pagaríamos por ver la cara de Carlos al escuchar la entrevista. Nunca sabremos que pasó en bambalinas entre los hermanos pero lo cierto es que finalmente el príncipe Andrés envió un comunicado diciendo que se alejaba de la agenda de la corona y que ya no iba a representarla. Volvió a lamentarse de su amistad con Epstein e insistió en simpatizar con las víctimas. Lágrimas de cocodrilo, dicen algunos.

Andrés no es el único integrante de una familia real que ha traído dolores de cabeza a sus padres y hermanos. Basta con recordar al príncipe Lorenzo de Bélgica y a la infanta Cristina de España cuyos exabruptos y delitos económicos han provocado, en parte, la abdicación de sus respectivos padres y han traído más de un problema a sus hermanos, los actuales reyes. Ya hablaremos de ellos en próximas ediciones. Mientras, seguirán deseando algunos, ser hijos únicos.

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