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Ocurrencias: palabras y almohadas

ALEJANDRO CASTAÑEDA
Por ALEJANDRO CASTAÑEDA

18 de Octubre de 2020 | 03:02
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CAMAS.- El deseo conquistó al fin su protocolo. Los albergues transitorios tuvieron que esperar mucho para poder montar sus instalaciones amorosas. Pero todo cuesta en una comarca sin vacunas contra la el miedo y la decepción. Las camas volvieron a ocupar el lugar central de este infinito acuartelamiento.

Los telos ya tienen permiso para reabrir sus cuartos y esperar que lleguen amantes sin cuarentena. Habrá que reservar turno (por supuesto, con nombres falsos) y los concurrentes deberán jurar por teléfono, y mientras se desabrochan, que no tienen síntomas. El alcohol será la fragancia romántica. Pero el protocolo no se meterá en la cama y dejará que cada uno tramite como pueda sus ganas y sus contagios.

Las camas veraniegas serán distintas. El Colegio de Martilleros y Corredores Públicos de Mar del Plata ha presentado un plan preventivo para la dudosa temporada. Más allá de los consejos de siempre, se establece, por ejemplo, que los alquileres de casas o departamentos deberán ser por un mínimo de siete días y que cada turista deberá viajar con su propia almohada y su ropa de cama.

La semana pasada glosamos la modalidad de dormir juntos o separados. Un tema que ha vuelto a la picota y que también tiene mal traer a un presidente que no termina de ponerse de acuerdo con su dama de compañía. Pero lo de poner en valor la almohada viene de muy lejos. Se trata de una antigua servidora que fue elegida por la clase alta “para poder enaltecerse o abatirse”.

Los libros dicen: tiene su raíz en jadd (lado o mejilla) y alude efectivamente a dejar de lado al mundo y abrazarse a su nulidad. “Una almohada idónea –agrega Vicente Verdú- es en efecto aquella que coopera al vaciado de la mente y la desaparición de lo peor”. En la almohada se derraman las lágrimas de amor o de desdicha, la consultamos y nos da sosiego o temores y es la frontera blanda y clara de un inconciente que buscaría lavarse y perdonarse antes de internarse en los laberintos del sueño. Por eso los martilleros marplatenses quieren que cada uno traiga la suya.

Los telos tuvieron que esperar mucho para poder montar sus instalaciones amorosas

 

PALABRAS.- Al poder le molesta las opiniones. Por eso no sorprende que Alberto mire con buenos ojos esta idea de tener centinelas que anden vigilando lo que dicen los otros. El Observatorio de la Desinformación y la Violencia Simbólica (NODIO), es un organismo público que, según la presentación en la página oficial, trabajará “en la detección, verificación, identificación y desarticulación de las estrategias argumentativas de noticias maliciosas y la identificación de sus operaciones de difusión”.

Las almohadas fueron elegidas por la clase alta “para poder enaltecerse o abatirse”

 

Su gestión sin duda ejercerá una presión indebida. Y la interpretación y ejercicio de su tarea dejará margen para algunos excesos que ojalá no sucedan. La pomposa dependencia demandará un gasto que supera los 250 millones de pesos mensuales y buscará “alfabetizar la comunicación” y dejar que los controladores demuestren su benevolencia policiaca a la hora de filtrar o no lo que la gente opina.

Los organismos oficiales de este tipo han operado no tanto como servicios de espionaje y control, sino como agentes de amedrentamientos. Ejercen una presión a distancia que de alguna manera invita al cuidado y la autocensura. Como decía Paco Umbral sobre los observatorios del franquismo: “No esperan nada sensacional de nosotros. No quieren enterarse. Sólo quieren que nos enteremos”.

El nuevo observatorio patrullará con un centenar de inspectores las andanzas del palabrerío nacional. Y por supuesto no castigará a los políticos que mienten sino a los comunicadores que la pifian. Promete equilibrio y respeto, pero se sabe que el lenguaje acaba expresando lo que quiere el poder.

Ya lo dijo Lewis Caroll en su inolvidable Alicia: “Cuando yo uso una palabra, quiere decir lo que yo quiero que diga”; frente a las dudas de Alicia sobre la posibilidad de que las palabras puedan significar tantas cosas diferentes, el ovoide responde: “La cuestión es saber quién manda... eso es todo”.

Alicia va a necesitar otro espejo para “la detección, verificación, identificación y desarticulación de las estrategias argumentativas de noticias maliciosas y la identificación de sus operaciones de difusión”.

 

 

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