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Buscar dar lo mejor de uno mismo es beneficioso. Sin embargo, excederse puede generar problemas con uno mismo y con el entorno
Leo la última parte una vez más y lo entrego. ¿O sería mejor repasar todo el documento otra vez? Los perfeccionistas pueden demorar muchísimo hasta con las cosas más pequeñas.
Si el jefe les pide un resumen de algo, son capaces de presentar un documento de varias páginas con los detalles estudiados y cronometrados al ciento por ciento. ¿Hay algún problema? Sí. A veces los jefes se preguntan por qué demoran tanto. Y ellos sienten esa presión y se estresan aún más.
Por supuesto que el perfeccionismo no es de por sí algo negativo. El punto central es saber cuál es su medida justa. “El perfeccionismo no es algo de lo que uno tenga que deshacerse”, subraya el coach Bernd Slaghuis, autor de un libro titulado “Trabajar mejor”.
Slaghuis destaca que ese fenómeno se da en personas que son meticulosas y que le dan mucha importancia al orden y la estructura, “todas cualidades que en realidad son buenas”, observa.
Sin embargo, puede resultar muy útil echar un vistazo a las posibles causas del perfeccionismo, apunta el coach Jochen Mai, que trabaja en un portal alemán llamado “La Biblia para hacer carrera”.
Ser perfeccionista es bueno cuando alguien quiere dar siempre lo mejor de sí
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Según este especialista, ser perfeccionista es bueno cuando alguien quiere dar siempre lo mejor de sí y entregar resultados al cien por ciento. “En cambio, ser perfeccionista es malo si alguien lo hace por miedo a cometer errores o por miedo a ser criticado”, advierte.
La pregunta obvia que se plantea entonces es: ¿cómo saber cuál es la medida justa de perfeccionismo? Por lo general es, “como tantas otras cosas, un comportamiento adquirido que ha sido entrenado a lo largo de años y a veces hasta décadas, a través de la educación o de la experiencia”, dice Slaghuis.
Agrega que solo se puede cambiar si uno trabaja en un modo consciente y consecuente hacia ese objetivo.
Los expertos recomiendan tomar una decisión cada vez que uno esté en una situación de estrés. Cuando uno se da cuenta de que el tiempo para terminar una tarea comienza a apremiar, debería preguntarse ¿qué estoy haciendo en este momento? ¿Realmente es necesario que cada detalle esté perfecto o cuáles son las consecuencias de estar abordando esto de este modo?
“Eso puede llevar a aprender que es más sano ponerle coto al perfeccionismo aun a costas de que el resultado general sea del 80 por ciento”, recomienda Slaghuis.
Los perfeccionistas no suelen funcionar tan bien en equipo porque por lo general tienen un nivel muy elevado de exigencia, también hacia los demás.
Para poder trabajar mejor con otros, Slaghuis recomienda cambiar la perspectiva desde la que se los mira. En lugar de pensar todo lo que le sale mal o todo lo que demora otra persona en hacer determinadas cosas, más vale pensar qué es lo que se aprecia de él.
Tal vez la cualidad de ese compañero sea que se empeña en que el equipo entregue un buen resultado. “Un equipo vive de todo un abanico de cualidades”, recuerda Slaghuis.
Si uno tiene algún perfeccionista en el equipo debería preguntarle qué es lo que lo estresa, ofrecerle apoyo o explicarle que, de acuerdo con lo que uno ha visto hasta ahora, en determinados momentos también ayuda buscar la solución menos compleja.
Si alguien sabe que tiene una tendencia a ser perfeccionista, no hará mal en decirlo directamente en la entrevista de trabajo. “Uno no debería ocultar las debilidades”, opina Mai, que asegura que sería ilusorio pensar que los jefes de personal no lo notarían.
“Es más sano ponerle coto al perfeccionismo aunque el resultado sea del 80%”
Lo que requieren las empresas es en todo caso una persona que sepa lidiar de un modo reflexivo y constructivo con esos puntos débiles. “Uno podría decir, por ejemplo: tiendo a ser perfeccionista, pero he reconocido por qué y lo estoy trabajando”, propone Mai.
Bernd Slaghuis aconseja preguntar con tiempo qué idea tiene el futuro jefe sobre cómo debiera ser el trabajo o el rendimiento, o el artículo o documento a entregar. Sabiendo cuál es su idea, tal vez sea suficiente con entregar unos apuntes escritos a mano en lugar de elaborar una presentación extensa y perfecta. (DPA)
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