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Séptimo Día |UNA RECIENTE EDICIÓN DE EUDEBA

Detrás de las obras, el alma de los escritores

Una encuesta que abarcó a Borges, Sábato, Cortázar, Guido, Heke, Bioy Casares y muchos otros. Cómo trabajaron y planificaron sus libros. Luces y sombras que acompañan a los autores. Un trabajo del académico platense José Luis de Diego

Detrás de las obras, el alma de los escritores

J.D. Salinger / Web

MARCELO ORTALE
Por MARCELO ORTALE

8 de Agosto de 2021 | 06:46
Edición impresa

Si hay un ámbito en la literatura que no puede ser comprendido ni abarcado, ése es el alma de un escritor. Nunca se llega a tocar el fondo siempre misterioso. Pero, al mismo tiempo, cada escritor se nutre y extrae sus creaciones de ese magma insondable. “Cada secreto del alma de un escritor, cada experiencia de su vida, cada atributo de su mente, se ven ampliamente reflejados en sus obras”, dijo alguna vez Virginia Woolf.

Como se verá más adelante, existe ahora un libro recién editado en la Argentina -“Los escritores y sus representaciones” (Eudeba 2020) del académico platense José Luis de Diego- que colecciona y analiza con agudeza testimonios de últimos y célebres autores de nuestro país, recuperados de una encuesta realizada hace tres y cuatro décadas.

Lo que puede verse es que el caos y la armonía se unen en el alma involuntaria de cada escritor. Involuntaria porque apenas si encuentran opciones frente a las luces y sombras que los acosan, que los deja indefensos en el abismo de su ser. La tensión interior es tanta que, inclusive, no pocos escritores jamás hubieran querido serlo. Y esto ocurrió no sólo aquí sino siempre y en todo el mundo.

El estadounidense J. D. Salinger (1919-2010) se escondió de la fama que se empeñaba en acompañarlo: “Hay una paz maravillosa en no publicar. Es pacífico, tranquilo. Esta publicación (dijo, cuando promovieron su novela “El guardián entre el centeno”, un clásico de la literatura moderna) es una invasión horrible de mi privacidad. Me gusta escribir, amo escribir. Pero escribo sólo para mi propio placer”.

Por distinto motivo, ya que estaba convencido de que su literatura era defectuosa, Franz Kafka (1883-1924) poco antes de morir le pidió a su amigo íntimo, Max Brod, que quemara todos sus manuscritos. Afortunadamente, Brod no le hizo caso y si no hubiera desobedecido nos hubiéramos quedado sin “El Proceso” y muchas otras obras.

Virginia Woolf / Web

Así lo describe en un artículo publicado en “El Español” el crítico Julen Berrueta: “¿Se imaginan un mundo sin El proceso de Kafka? ¿Un mundo sin los cientos de manuscritos inacabados del escritor checo más importante de la historia? Infinidad de textos que hoy en día pueden ser consultados por académicos e investigadores de Franz Kafka no estarían al alcance de la humanidad si su íntimo amigo Max Brod hubiera cumplido sus deseos”.

“Mi última petición. Todo lo que dejo atrás (...) en forma de cuadernos, manuscritos, cartas, borradores, etcétera, deberá incinerarse sin leerse y hasta la última página”. Estas son las palabras que el también escritor Brod encontró entre los archivos del departamento de la casa de Kafka. Pero, como se dijo, Brod no quemó esos documentos y luego de la invasión de Alemania a Checoslovaquia en 1939, el albacea emigró a Palestina llevándose los manuscritos de Kafka que, luego de un largo proceso judicial concluido en 2009 terminaron depositados en la biblioteca nacional de Israel.

Entre los escritores huidizos, que hubieran querido desaparecer, cómo no mencionar a Emily Bronté, autora de “Cumbres borrascosas” y entre nosotros, los argentinos, el caso profundamente ético de Enrique Banchs, que se mantuvo en una suerte de enigmático exilio creativo durante décadas y que después, según se presumió, obedeció a una razón de índole familiar

DE DIEGO

¿Cómo comenzó a escribir? ¿Cómo logró publicar su primer libro? ¿Cuál fue el clima intelectual de su casa y de su infancia? ¿Se apoyó o se desalentó su inclinación literaria? ¿Recuerda algo que pudiera denominarse “episodio de iniciación literaria”? ¿Cómo trabaja? ¿Hace planes, esquemas? ¿Cuándo y cómo corrige? ¿Cómo definiría sus temas constantes? ¿Cuál sería a su juicio el lector ideal de su obra?.

“Hay una paz maravillosa en no publicar. Es pacífico, tranquilo”

 

Estos son algunos de los interrogantes planteados a través de una encuesta a unos setenta escritores argentinos, varones y mujeres, cuyas respuestas son contextualizadas y analizadas por la profundidad académica De Diego. La obra parecería, en principio, ideal tan sólo para ser leída por especialistas y escritores. Sin embargo, las respuestas al cuestionario le otorgan al libro la fuerza vivencial de las testimonios reflejados y, por consiguiente, ellas abren espejos de notable vida existencial que reflejan la esencia humana.

El libro está editado por Eudeba, la editorial recuperada no hace muchos años, de la que De Diego es codirector, junto con Sylvia Saítta de la “Serie de los dos siglos”. Lo que se propuso De Diego en el libro “Los escritores y sus representaciones” –según se explicó desde Eudeba- consiste en recorrer esas y otras preguntas y analizar las respuestas que ofrecieron los participantes (figuras como Ernesto Sábato, María Ester de Miguel, Ricardo Piglia, Jorge Luis Borges, Silvina Ocampo, Julio Cortázar, entre muchas otras) y “a partir de estos testimonios se pueden esbozar los modelos de representación de la actividad literaria, la actividad editorial, la formación de los autores y la relación entre literatura y política”, que se proyectaban sobre todo en las décadas del 70, 80 y 90.

Se tomó como antecedente a la “Encuesta a la literatura argentina contemporánea que en 1982 realizó el Centro Editor de América latina. “El cuestionario que se realizó a los escritores –había otro para los críticos– constaba de 9 preguntas y fue respondida por 84 personas entre poetas, ensayistas, novelistas y dramaturgos. En su momento, el proyecto lo dirigió Susana Zanetti y la encuesta fue elaborada por Carlos Altamirano y Beatriz Sarlo. Allí había un material muy rico para estudiar al autor como sujeto social (su formación, sus expectativas, sus representaciones) con relación a su labor/profesión, a la imagen de lector, al mercado, la crítica, la prensa, el mundo editorial; y respecto de su situación, tanto en aquel contexto de producción específico como en las tradiciones en las que inscribe su obra”.

José Luis De Diego / Web

TESTIMONIOS

¿Como publicó su primer libro?, era la primer pregunta: “El (mi padre) me dio trescientos pesos. Con trescientos pesos se costeó en 1923 una edición de trescientos ejemplares en la imprenta de la calle del sur…El libro no se puso en venta, yo no lo mandé a los diarios ni a escritores, pero yo fui a la revista Nosotros y Bianchi me dijo: ¿Pero qué voy a hacer yo con estos libros? ¿Venderlo?. No –le digo yo- he recordado que la gente que viene acá es muy friolenta y Ud puede aprovechar su distracción para donar un libro en cada sobretodo” (Jorge Luis Borges)

“La ausencia casi total de literatura que hubo en mi infancia fue lo que hizo de mí un escritor”

 

Similares respuestas –con matices diferenciales, claro- a esa misma pregunta ofrecieron Alberto Girri, Marta Lynch, Alfredo Veiravé o Liliana Heker, entre otros. En general, los escritores dijeron que editaron sus propios libros, a su costo o por la generosidad de alguien.

El clima intelectual de su casa familiar influyó para que escribiera? Beatriz Guido dijo: “El clima hogareño de mi infancia siempre fue propicio para mi afición de escribir. Mi padre mismo garabateaba coplas puneñas”. Otro favorecido por ese clima fue Adolfo Bioy Casares: “Mis padres eran muy lectores, conocían nuestra literatura, la española, la francesa y habían leído traducciones de los griegos y los latinos…”. Por su parte, Ricardo Puglia replicó: “La ausencia casi total de literatura que hubo en mi infancia fue sin duda lo que hizo de mí un escritor”. Sobre estos y otros interrogantes respondieron escritores argentinos, mujeres y varones. Entre otros lo hicieron Ernesto Sábato, María Esther de Miguel, Manuel Mujica Láinez, Martha Mercader, Julio Cortázar, Bernardo Kordon, Abelardo Castillo, Angélica Gorodischer, Antonio Di Benedetto, entre otros sesenta más,

Doctor en letras graduado en la UNLP, profesor de Introducción a la Literatura y de Teoría Literaria II en la UNLP, decano durante tres períodos de la facultad de Humanidades de la UNLP, investigador, autor de libros reconocidos como “¿Quién de nosotros escribirá el Facundo?”, convocado para dictar cursos en las universidades de Buenos Aires, Complutense de Madrid, Carlos III, Granada, Oviedo, Valencia, Angers, Poitiers, Berlín, Colonia, Trieste, Ljubljana, entre otras, De Diego se ha especializado en temas de teoría literaria, literatura argentina e historia intelectual y en los últimos años, trabaja sobre políticas editoriales y mercado.

“Usted puede aprovechar su distracción para donar un libro en cada sobretodo”

 

Esas disciplinas nutren este libro que, como se dijo, escapa de cualquier densidad enciclopédica y le muestra a los lectores la vida, la existencia y los pensamientos íntimos de los escritores, los trabajos y oficios que ellos desempeñaron en sus vidas, de qué vivieron o cuáles fueron sus angustias y carencias. A otra interrogación, Borges responde que “lo que dan los libros es poco y nada” o, como dijo Martha Mercader: “En 1981 entreví la posibilidad de vivir de la literatura (en 1981 se publicó “Juanamanuela, mucha mujer”, que fue un best sellers), aunque no me ilusiono demasiado”. Sábato, igual.

“Los escritores y sus representaciones”, enriquecido por las interpretaciones de De Diego y complementado con citas actuales cuenta, por último, con un anexo de 83 páginas de extensión que contiene, año por año, los libros publicados en la Argentina entre 1940 y 1990.

 

Los escritores y sus representaciones
JOSÉ DE DIEGO
Editorial: EUDEBA
Páginas: 240
Precio: $ 1.160

 

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