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Realeza: reyes de Bélgica, entre el cielo y el infierno

Pasados los desequilibrios de la familia monárquica, parecieran haberse topado con un punto de balance. Los entretelones de los protagonistas que lidian entre los ideales y las realidades

Realeza: reyes de Bélgica, entre el cielo y el infierno

Felipe y Matilde, el día de su boda / Getty Images

VIRGINIA BLONDEAU
Por VIRGINIA BLONDEAU

27 de Noviembre de 2022 | 09:00
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Un ejemplo para la sociedad es lo que se les pide a las familias reales que sean. Qué tengan matrimonios armoniosos; que sus hijos sean rubios, simpáticos e inteligentes y que, si hay algún trapito sucio, que lo laven dentro del palacio. En un mundo ideal esto podría suceder pero en el mundo real (de realidad) siempre hay un escándalo los salpica.

Sin embargo los milagros suceden y hoy analizaremos a la familia real belga que, luego de siglos de balancearse entre el cielo y el infierno, parece haber encontrado un aceptable punto medio.

En 1999, el entonces príncipe Felipe era un solterón de 40 años bastante tímido. Corrían rumores acerca de su orientación sexual que se acallaron cuando, hacia fin de año, anunció que por fin había encontrado a Matilde, de 26 años, una joven aristócrata dispuesta a casarse. El 4 de diciembre de 1999 se realizó la boda real, la primera entre de los príncipes herederos de la generación de Felipe. En los años siguientes pasarían por el altar Haakon de Noruega, Guillermo Alejandro de Holanda, Felipe de España y Federico de Dinamarca. Del matrimonio nacieron cuatro hijos que, hasta ahora, nunca han dado un disgusto. Puede que nos parezcan un tanto anodinos pero la monarquía en Bélgica siempre pende de un hilo así que cuanto más desapercibidos, mejor.

La de Bélgica es una dinastía relativamente “joven”. En 1830 algunas regiones de Europa Occidental deciden separarse de esa mancomunidad de naciones que se llamaba Países Bajos y constituirse como monarquía parlamentaria al estilo de la inglesa. El tema era conseguir un rey que quisiera hacerse cargo de una monarquía enclenque formada por pueblos que tenían diferentes idiomas y culturas y que era un volcán político a punto de estallar. Tardaron un poco en hallarlo pero justo estaba libre de compromiso un hombre-comodín, un príncipe a quien su versatilidad lo llevó a convertirse en un verdadero Influencer del siglo XIX.

 

Tras algunos años felices, les atrajeron los clubes nocturnos y los juegos sociales...

 

Nos referimos a Leopoldo de Sajonia-Coburgo y Gotha, nacido en 1790 y octavo hijo del titular de un pequeño ducado alemán. No se esperaba de él más que fuera capitán de un barco o teniente de ejército pero… no contaban con su astucia (ni con su ambición). El pequeño Leopoldo se dio cuenta enseguida que si quería progresar debía estudiar idiomas y tener conocimientos de historia, geografía, finanzas y, por supuesto, instrucción militar. Por eso, mientras sus hermanos y primos se dedicaban a cazar primero urogallos y luego damitas de dudosa reputación, él estudiaba. A los 14 años se incorporó al ejército ruso y diez años más tarde, en 1815, tuvo un destacado papel en la batalla de Waterloo en la que resultó derrocado Napoleón Bonaparte.

Por esa época se enteró que le estaban buscando marido a una princesa inglesa que tenía muchas posibilidades de llegar a reina así que, con la ayuda del zar de Rusia, se instaló en Londres donde fue presentado en sociedad. Entre sus tantas virtudes, Leopoldo era galante, elegante y buenmozo de modo que no nos extraña que Carlota, la princesa casadera, lo haya elegido entre tantos candidatos. Fue un matrimonio feliz que terminó abruptamente cuando Carlota dio a luz y ella y su bebé fallecieron en el parto.

Leopoldo quedó desconsolado pero inmensamente rico ya que heredó bienes, títulos y prestigio. Y una pensión que lo mantuvo soltero (con tal de no perderla) durante 15 años a pesar de ser un codiciado soltero en el “Royal Tinder” de la época.

Los reyes de Bélgica recuerdan con emoción y cariño su compromiso / Gtres

El príncipe no estuvo ocioso en esos años. Desde Londres se dedicó a concertar los matrimonios de sus hermanos y sobrinos con lo más granado de las cortes europeas. Creó lazos con Rusia, Luxemburgo, Italia, Austria, Portugal y Francia pero los resultados más redituables para su reputación los consiguió en la misma Inglaterra al casar a su hermana con el cuarto hijo del rey Jorge III. Leopoldo fue el único que se dio cuenta que los hermanos mayores nunca tendrían hijos y que sería su hermana y su cuñado los que algún día podrían procrear al próximo rey de Inglaterra. Pero no fue rey sino reina. Nada más y nada menos que la famosa reina Victoria a quien Leopoldo también le dio un empujoncito para caminar con paso firme hacia el matrimonio cuando le presentó a su apuesto sobrino menor. Todo le salió bien ya que Victoria y Alberto formaron un matrimonio armonioso y contaron siempre con la ayuda de ese tío sabio y poderoso.

A Leopoldo lo habían tentado con varios proyectos pero recién cuando le ofrecieron el trono de Grecia consideró que valía la pena dejar la cómoda vida de Londres y la pensión y empezar a trabajar. Esa idea quedó trunca pero, ya inserto en el mercado laboral, a Leopoldo le ofrecieron el trono de Bélgica y así fue como asumió el 26 de junio de 1931 como Leopoldo I, rey de los belgas. Fue un gran rey y un marido muy poco fiel para su segunda esposa.

 

Pero en el mundo real (de realidad) siempre hay un escándalo que los salpica

 

A su muerte, heredó el trono su hijo como Leopoldo II. Al principio de su reinado se lo conoció como “el rey constructor” debido a la cantidad de obras públicas que realizó. Era un hombre inteligente pero obsesionado con la política y el dinero. Eso lo llevó a embarcarse en negocios en el Congo, un país africano en el que Bélgica había propiciado varias obras filantrópicas. Pero la filantropía se le acabó pronto a Leopoldo y la cambió por la industria del caucho. Sin importar las consecuencias, puso a trabajar a destajo a los nativos al punto de que se calculan que fueron 10.000 los fallecidos en los campos y la selva. Leopoldo II es uno de esos personajes de la historia que no se discuten: todos los que han investigado su vida, lo odian. Y mucho más lo debe haber odiado su esposa a quien torturaba psicológicamente, maltrataba físicamente y humillaba mostrando libremente a sus amantes en la corte. Cuando ella murió, Leopoldo comenzó a relacionarse con prostitutas cada vez más jóvenes al punto de casarse con una de ellas, de 16 años, a quien legó toda su fortuna personal.

La familia completa / Bekia.es

Luego de una sucesión de reyes que con diversa suerte atravesaron el período de las guerras mundiales llegó al trono Balduino I. Así como dijimos que Leopoldo II encarnaba el mal, Balduino era casi un monje. Ultracatólico, de corazón noble y medido en sus decisiones fue un rey muy querido. Había comenzado su reinado a los 21 años con la idea de mantener de por vida sus votos de castidad pero la necesidad de dar un heredero a la corona lo hizo plantearse la necesidad de una boda.

Balduino era buenmozo y simpático de modo que el avispero de princesas se alborotó cuando se supo que el rey de los belgas estaba disponible. La infanta Pilar, hermana del rey Juan Carlos de España, decidió pasar como quien no quiere la cosa por Bruselas. Cuenta la leyenda que le aconsejaron que llevara las damas de compañía más deslucidas que tuviera para que así resaltara su belleza (que no era tal).

Entre ellas fue Fabiola de Mora y Aragón, feúcha y apocada. Pero Balduino vio en ella un alma gemela así que doña Pilar se volvió soltera como había ido pero con la alegría de ser testigo del flechazo de su amiga quien, al poco tiempo, se convirtió en la reina Fabiola de los Belgas.

Lamentablemente Fabiola no pudo llevar a buen término sus múltiples embarazos de modo que a la muerte de Balduino heredó el trono su hermano menor, Alberto.

De príncipe, junto a Alix / Getty Images

Todo lo de puritano que tenía Balduino lo tenía su hermano de fiestero hasta que en 1959, con 24 años, se enamoró y se casó con una de las princesas más bellas, la italiana Paola Ruffo di Calabria. Tuvieron algunos años felices hasta que las playas del Mediterráneo, los clubes nocturnos y los juegos sociales les resultaron mucho más atractivos que el matrimonio y el cuidado de los niños. A él se lo conoció por sus múltiples amantes que le dieron hijos extramatrimoniales y a ella porque Adamo (un cantautor italiano muy famoso) le dedicó un tema que denotaba que entre ellos había más que admiración y amistad. Durante años estuvieron por divorciarse pero mientras el mojigato de Balduino fuera rey, el divorcio era tema tabú. Y cuando ya Balduino no estaba y Alberto se convirtió en rey, el matrimonio se había afianzado y decidieron darse una segunda oportunidad. Hoy tienen 88 y 85 años y miles de problemas de salud pero van siempre tomados de la mano y mirándose tiernamente a los ojos.

Alberto abdicó en 2013 a favor de su hijo Felipe y comenzó junto a Paola la merecida jubilación. La juventud la perdieron pero el carácter no y fue famosa la pelea con su hijo, ahora rey, porque consideraba que la plata que él le pasaba era insuficiente para los caprichitos de su amada esposa.

 

Ambos festejaron el Día del Rey, una celebración mucho menos divertida que en otros países

 

Volvemos así a Felipe y Matilde quienes el 15 de noviembre pasado festejaron el Día del Rey, una celebración mucho menos divertida que la que se hace en los Países Bajos. Se trata de una misa de Acción de Gracias al que asisten todos muy compuestos y que no daría a comentarios si no fuera porque el príncipe Laurent, hermano de Felipe, y su esposa Claire suelen dar la nota o peleándose entre ellos o entablando conversaciones poco convencionales con el público. Son los papeloneros de la familia, esos tíos a los que te da miedo invitar.

Felipe, el rey de los Belgas es un hombre serio y compuesto pero tan fanático del fútbol que en este Mundial se ha desmelenado y ha sido el protagonista de un video en el que juega a ser director técnico del seleccionado belga junto con el verdadero DT, el español Roberto Martínez. Vale la pena verlo en YouTube (Lo encontrarán con los hashtags #REDdevils #KINGPHILIP).

Hemos hecho una breve recorrida por la historia de los reyes belgas y solo nos queda decir que el futuro tiene nombre de mujer: será Elizabeth, la hija mayor de Felipe, quien en unos años se convertirá en la primera reina de Bélgica por derecho propio. Por lo que podemos vislumbrar tomará el ejemplo de sus padres y conservará el delicado equilibrio pero también le pondrá su impronta y le dará un toque de swing a tanta perfección.

El Rey Felipe de Bélgica saluda al cabo Albert Kunyuku, de 100 años, el último veterano congoleño sobreviviente de la Segunda Guerra Mundial / Samy Ntumba Shambuyi / AP

 

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