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Toda la semana |EL FIN DE UNA ERA

Realeza: la reina ha muerto ¡Viva el rey!

De la partida física de Isabel II, la monarca que más perduró, a la espera por la coronación formal de Carlos III, a sus 73 años. Los países de todo el mundo rindieron sus homenajes

Realeza: la reina ha muerto ¡Viva el rey!

El Féretro de la reina Isabel II llegaba así a Londres / Chip Somodevilla / Getty Images

VIRGINIA BLONDEAU
Por VIRGINIA BLONDEAU

18 de Septiembre de 2022 | 08:35
Edición impresa

Sabíamos que este día llegaría pero siempre nos costó imaginarlo. Pensábamos que tendríamos más tiempo para prepararnos, tal vez alguna dolencia que se intensificaría con los días hasta llegar al final. Pero Isabel II se fue el 8 de septiembre pasado alrededor del mediodía, sin escándalos ni agonías intrincadas. Comme il faut, dirían los franceses. Dos días antes había recibido en Balmoral, su retiro escocés, a la primera ministra entrante y, aunque se la había visto muy disminuida, nadie podría haber imaginado el desenlace.

Nos quedará para siempre la imagen de la reina con pollera a cuadros y saquito gris, con su bastón y las infaltables sonrisa y carterita negra dándole la bienvenida a Liz Truss. Un abismo separa a Winston Churchill, el primer Primer Ministro de Isabel, allá por 1952, y a Liz, una mujer de estos tiempos que incluso en su juventud propició la legalización del cannabis y la abolición de la monarquía. Esa evolución fue encarnada por 15 primeros ministros en estos 70 años pero la reina fue única y tuvo que reinventarse una y otra vez para estar acorde con los tiempos. Su popularidad cayó en picada varias veces pero de cada una de estas caídas se levantó más fuerte hasta alcanzar niveles de popularidad asombrosos para un jefe de estado. La reina se fue a los 96 años en su momento más estelar.

Ý esta partida, que para nosotros no deja de ser una anécdota y un meme sobre la eterna rivalidad entre la reina y Mirtha Legrand, a los británicos les produce un gran sentimiento de orfandad. El 80% de ellos no conoció otro monarca más que a Isabel; jamás vieron otra cara en los sellos postales, billetes y monedas, y la selección nunca fue a jugar un Mundial sin que la reina estuviera viva.

Pero no se quedan solos. “La reina ha muerto ¡Viva el rey!” fue la frase que más resonó en estos días. Y por más especulaciones que haya hecho la prensa en estos últimos años sobre cómo y quién sucedería a Isabel II, en el mismo instante del anuncio oficial todas las piezas se unieron y todas las incógnitas se develaron. El 8 de septiembre de 2022, luego del último suspiro de su madre, comenzó su reinado Carlos III tras haber sido por 64 años y 44 días príncipe de Gales. Y su esposa, Camila, se convirtió en reina consorte, como es la costumbre desde hace siglos. Los ríos de tinta que corrieron sobre si la corona pasaría directo a Guillermo, sobre si Camila sería solo princesa y una larga ristra de especulaciones fueron borradas de un plumazo.

 

Nos quedará para siempre la imagen de la reina con pollera a cuadros y saquito gris

 

Este período que media entre el fallecimiento de la soberana y el funeral que tendrá lugar mañana es lo más parecido a las dos máscaras de la tragedia griega o, mejor dicho, shakesperiana. Por una vez, ninguno de los cuatro hijos, Carlos, Ana, Andrés y Eduardo, le han hecho caso a su madre en eso de ser hieráticos y han mostrado en público ojos llorosos y una gran tristeza. Pero, paralelamente, los nuevos reyes han sido celebrados con respeto y esperanza en sus apariciones. Todos estos días han oscilado entre pésames y felicitaciones, discursos y homenajes, viajes de duelo y de presentación, trajes negros y kilts, tristeza y alegría. También los hemos visto recorrer kilómetros entre las diferentes regiones de Gran Bretaña, asistir a servicios religiosos, estar parados durante horas y un sinfín de actividades que hace que nos preguntemos si este protocolo, pensado hace años milimétricamente, tuvo en cuenta que Carlos y Camila llegan a esta instancia con 73 y 75 años. Al cierre de esta edición se los veía cansados pero aún con energía.

El primer discurso de Carlos como rey no se hizo esperar. Fue a pocas horas del fallecimiento de su madre y puso las cosas en su lugar remarcando, aunque no era necesario, que Camila sería su reina. Pero lo que más llamó la atención fue que, en ese mismo momento designó a Guillermo como príncipe de Gales y a Kate, lógicamente, como princesa de Gales consorte. Sorprendió la decisión porque esta designación, históricamente, se producía meses e incluso años luego del ascenso al trono del soberano. Carlos tardó apenas unas horas y fue visto como una manera de marcar las diferencias entre un hijo, que permaneció a su lado cumpliendo con sus deberes públicos, y el otro, que tomó la decisión de despegarse de su rol dentro de la institución y alejarse de la familia.

 

Lo que más llamó la atención fue la designación de Guillermo como príncipe de Gales

 

Harry, de todas formas, tuvo mucha suerte. De casualidad, si creemos en las casualidades, se encontraba en el Reino Unido junto a Meghan en el momento en que su abuela enfermó. Habían ido por algunos actos de sus obras benéficas y trascendió, incluso, que Carlos los había invitado a pasar unos días en su castillo de Escocia y visitar a la reina. Una invitación que habían declinado. El destino se torció porque finalmente viajó a Balmoral en cuanto le avisaron que el final estaba cerca. No alcanzó a ver a su abuela con vida pero estuvo para confortar a su padre y compartir los primeros momentos con su familia.

“The fab four are back! “ titularon los diarios ingleses el día en que Guillermo y Kate y Harry y Meghan aparecieron en las puertas de Windsor juntos y en sintonía para agradecer las muestras de cariño de la gente por el fallecimiento de su abuela. “Los fabulosos cuatro” era como se llamaba a las dos parejas en los primeros tiempos de casados de Harry y Meghan cuando aún formaban un cuarteto de jóvenes lindos y simpáticos que encarnaban la modernidad misma de la monarquía. Se sabe que los hermanos estuvieron muy disgustados y este gesto de haber invitado a Harry a participar de algunos actos puede leerse como una tregua por el fallecimiento de “Granny”, como llamaban a su abuela, o como una reconciliación. Dependerá más de Harry que del resto de la familia porque si por fin publica ese libro que promete airear miserias de su familia, no creemos que vuelvan a recibirlos con alegría en el reino.

Que la reina haya muerto en Balmoral hizo que Escocia tuviera un protagonismo especial en las exequias. Toda la familia real viajó hacia allí y las primeras moradas del cuerpo de la reina fueron el palacio de Holyrood, una de las residencias de la corona que solo se usa para actos oficiales, y la catedral de San Giles. Fuimos testigos allí del primer cambio de ceremonial: la princesa Ana participó junto a sus hermanos tanto de la caminata detrás de la carroza fúnebre como de la Vigilia de los Príncipes, dos actividades en las que, hasta ahora, solo participaban los hombres de la familia. El rey presidió muchos de los actos con el tartán real, la típica pollera kilt de los escoceses. A los lectores fans de la serie Outlander les interesará saber que el tartán que usó Carlos proviene del que usaba el príncipe Carlos Eduardo de Estuardo, uno de los protagonistas de los levantamientos jacobinos que aparecen en las primeras temporadas.

 



El rey Carlos III, en el centro, y otros miembros de la familia real británica velan a la reina Isabel II en la Catedral de St. Giles, en Edimburgo, Escocia / Jane Barlow / AP

 

Pero el duelo más curioso lo sintieron las abejas del reino. Por tradición, las colmenas pertenecen a la corona aunque los usufructos los reciba cada dueño y hay un mito que dice que si no se les avisa a las abejas de que su amo ha muerto, ese año la miel saldrá agria. Así que por las dudas, a lo largo y a lo ancho del país, un crespón negro ha sido colocado junto a cada panal.

La pregunta del momento es ¿cómo será Carlos como rey? Por lo pronto demostró ser bastante chinchudo y tener un serio problema con los tinteros. Es verdad que fue afable y muy cercano con las miles de personas que se acercaron a las residencias reales a dar sus condolencias tanto en Inglaterra como en Escocia, Gales e Irlanda. También se perfiló como un jefe de familia contenedor a pesar de las diferencias que pueda tener con hijos y hermanos. Pero cuando llegó el momento de firmar documentos le brotó el mal humor de los Hannover, de quienes desciende en línea directa. Cuando dos días después del fallecimiento de su madre tuvo que firmar el acta de proclamación, que eran miles de papeles en una mesa diminuta, no sabía dónde poner el tintero y pidió, ofuscado, que le despejaran la mesa. El martes, al firmar otros papeles, la pluma primero no andaba, después se confundió de fecha y, finalmente, tanto él como Camila se mancharon las manos “¨¡Odio esto!” se le escuchó decir. Y nos queda la duda si se refiere a firmar con tinta, a lo duro del protocolo o a ser rey. Podrá en el futuro solo usar birome y alivianar las costumbres pero rey, será hasta su muerte. No tiene escapatoria. Los asesores reales se estarán agarrando la cabeza… acostumbrados como están a la placidez de la reina, cuyos movimientos eran lentos y medidos desde hace ya años, tendrán ahora que enfrentarse al torbellino que es Carlos quien, a pesar de su edad, camina rapidísimo y es extremadamente ansioso.

 

El duelo más curioso lo sintieron las abejas del reino. Si no les avisan de la muerte, la miel saldrá agria

 

Es una obviedad decir que será un reinado corto, de transición. Pero no nos confundamos: Carlos es un hombre de convicciones firmes y está dispuesto a modernizar la monarquía y dejarle a su hijo un estado acorde a los tiempos. Además es consciente del poder que tiene y le gusta coquetear con la política más de lo que la constitución se lo permite. Carlos III será recordado como “el breve pero intenso” y no va a dejar indiferente a nadie.

Al cierre de esta edición los restos de la reina ya descansaban en Londres y los reyes continuaban con sus actos de despedida a la reina más longeva y de reinado más largo que haya tenido Gran Bretaña. Los funerales de mañana, con la presencia de los Windsor, de la nobleza, del gobierno, de miembros de las casas reales del mundo y con el pueblo en las calles será apoteótico.

Nos gustaría, desde estas páginas, darle el último adiós a Isabel II con las mismas palabras que usó su hijo para despedirla y que pertenecen al Hamlet de Shakespeare: que el vuelo de los ángeles le cante en su descanso, Majestad. Y ¡larga vida al rey!

 



Isabel II, con la primera ministra, Elizabeth truss, en la última imagen pública / Jane Barlow / WPA Pool / Getty Images

 

 

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