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Séptimo Día |“ES LA HISTORIA DE CAIN QUE SIGUE MATANDO A ABEL”

Drama llevado al Conurbano bonaerense

Singular éxito de “Terrenal”, la obra de Mauricio Kartun: nueve años en la cartelera teatral porteña. El tema del fratricidio bíblico en la literatura. La milonga de Borges

Drama llevado al Conurbano bonaerense

Mauricio Kartun decidió trasladar el mito bíblico de los hermanos al Conurbano bonaerense / Web

MARCELO ORTALE
Por MARCELO ORTALE

25 de Septiembre de 2022 | 06:45
Edición impresa

Desde Caín y Abel –autor y víctima respectivas del primer crimen en la historia de la humanidad- los fratricidios originaron leyendas, suscitaron guerras y dieron origen a obras literarias fascinantes y dramáticas. Recién balbuceaba el tiempo y un hermano envidioso mató al otro. Y desde entonces no faltan escritores, filósofos, psiquiatras, juristas, sociólogos y otros intelectuales que procuran desentrañar el oscuro enigma que envuelve a esos primeros protagonistas de la contienda.

En el teatro argentino se vive la singular experiencia de “Terrenal, pequeño misterio ácrata”, la obra de Mauricio Kartun (1946-) que se mantiene en cartelera desde hace nueve años, con más de mil funciones en el teatro porteño Caras y Caretas de calle Sarmiento 2037 ante un público que se renueva constantemente. Ese drama cuenta la historia de Caín y Abel, pero ambos como habitantes del Conurbano bonaerense.

 

La leyenda de Caín y Abel se encuentra en la literatura griega y en la romana

 

Este Caín del Gran Buenos Aires es productor de morrones y su hermano Abel un casi perezoso vendedor de carnada en cercanías del río Tigris. El paraíso terrenal de los dos es un pequeño lote en donde cultivan sus productos y, a partir de allí, se repite la tragedia, la imposibilidad de que puedan compartir un lugar una persona activa (Caín) y un sedentario (Abel). Uno de los dos está demás, pero el drama también comienza aquí, cuando falte alguno de los dos, según se dice en la obra.

Se advierte casi de entrada en el texto –escrito en idioma orillero, tumbero por momentos pero transparente y llegador- que Caín tiene un “chumbo” de su propiedad con el que amenaza a Abel y para qué adelantar el final. Hay un tercer personaje, Tatita (Dios), que actúa como un mero testigo casi ausente, impotente ante el designio autónomo de los hermanos. La tragedia siempre amanece, inevitable, reiterada. Tatita no puede hacer mucho. Caín es el productor que empuja hacia el progreso, Abel es el hombre pastoril, contemplativo.

Sin embargo Tatita, ese Dios de Kartun –que, según dice, se inspiró en la figura y en el lenguaje algo guasos de Horacio Guaraní en una entrevista por TV que le hizo Beto Casella- se ocupará de explicarle a Caín cuál fue su principal error: “La miseria no es pelear. Miseria es matar al par. El uno crece de a dos. El dos peleando es armonía. Es vuelo. El uno solo, crece monstruoso. Pájaro de un ala sola. Como vos. Te amputaste un ala. Juntos podían ser ángel y mírate, terminaste gallina bataraza. El uno es la tragedia, Caín…”.

 



La muerte de Abel, de Michiel Coxcie / Web

 

CAINES Y ABELES

En todos los tiempos y lugares hubo y habrá Caínes y Abeles. Como introducción al libro impreso “Terrenal” (Editorial Atuel, 2014) hay un escrito del historiador judeo-romano Flavio Josefo, del año 93 d.C. Allí los describe: “Mientras Abel, el más joven, procuraba ser justo y se dedicaba a la vida pastoril, Caín pensaba únicamente en la riqueza y por ello fue el primero que tuvo la ocurrencia de arar la tierra”.

Pero a Dios le agradaron más las ofrendas –que eran “frutos espontáneos y naturales”- de Abel, que “los producidos por la fuerza y por la argucia de personas avaras. De ahí que Caín irritado por haber preferido Dios a Abel, mató a su hermano”, dice Flavio Josefo.

 

“Destierro, Caín… Vas a andar sin detenerte y no te alcanzará la tierra”

 

Pese a lo antiguo del escrito, Flavio Josefo sorprende con otras conclusiones, cuando informa que Caín “fue el primero en poner lindes a las tierras. Y en fundar una ciudad y en fortificarla con murallas para proteger aquel patrimonio, obligando a los suyos a vivir todos encerrados allí”. Con Caín, entonces, terminó la era de la trashumancia inocente de la humanidad. Con Caín empiezan las guerras.

La leyenda de Caín y Abel se encuentra en la literatura griega y en la romana. Así también aparecerá convertida en ley en el Imperio Otomano, cuando el sultán Mehmed II –que gobernó a la actual Turquía entre 1451 y 1481- hizo sancionar la “ley del fratricidio”, una norma que le daba validez legal a la alternativa de matar al hermano del sultán o a posibles pretendientes al trono. Esta ley se aplicó hasta finales del siglo XVII.

En un caso la envidia como motivo principal del crimen. En otro la codicia o la ambición por un trono; en otros la pasión de dos hermanos por una misma mujer que llevó a uno a matar al otro, esas causas fueron tratadas por autores como el infalible Shakespeare, con el padre del príncipe Hamlet asesinado por su hermano Claudio, José Saramago, Miguel de Unamuno –que habló siempre del “caínismo español”, de Lord Byron o Sigmund Freud, cada uno con sus Caínes y Abeles, entre bíblicos, dramáticos y patéticos, asustados primero y luego deprimidos por el oprobio de haber perdido el paraíso.

En esta historia no podía faltar Borges que, con el fratricidio bíblico compuso una letra arrabalera, titulada “Milonga de dos hermanos”, cuyas primeras estrofas dicen así: “Traiga cuentos la guitarra/ de cuando el fierro brillaba,/ cuentos de truco y de taba,/ de cuadreras y de copas,/ cuentos de la Costa Brava/ y el Camino de las Tropas.// Venga una historia de ayer/ que apreciarán los más lerdos;/ el destino no hace acuerdos/ y nadie se lo reproche/ ya estoy viendo que esta noche/ vienen del Sur los recuerdos”.

Explica que es la historia de los hermanos Iberra –“hombres de amor y de guerra/ y en el peligro primeros,/ la flor de los cuchilleros/ y ahora los tapa la tierra”- y que a los dos los perdió el coraje, aunque “el que era menor debía/ más muertes a la justicia”. Y por esto nace el resentimiento y se desata el drama : “Cuando Juan Iberra vio/ que el menor lo aventajaba,/ la paciencia se le acaba/ y le armó no sé qué lazo/ le dio muerte de un balazo,/ allá por la Costa Brava”.

 

Mauricio Kartun recuperó para el suburbio porteño a los dos hermanos

 

Termina el drama: “Sin demora y sin apuro/ lo fue tendiendo en la vía/ para que el tren lo pisara./ El tren lo dejó sin cara,/ que es lo que el mayor quería.// “Así de manera fiel/ conté la historia hasta el fin;/ es la historia de Caín/ que sigue matando a Abel”

Medio siglo después, Kartun recuperó para el suburbio porteño a los dos hermanos, para que volvieran a reproducir la historia.

EL EDÉN BERRETA

En una entrevista por videollamada con el DiarioAR, Kartun explicó cómo decidió trasladar el mito bíblico de los hermanos al Conurbano bonaerense, un mensaje transcripto también en el programa de mano que se le da a los espectadores: “Caín productor morronero. Abel vagabundo, vendedor de carnada viva en una banquina del asfalto que va al Tigris. Hermanos a los bifes compartiendo ese terreno, su edén berreta, partido al medio, al que nunca podrán volver morada común. La dialéctica imperecedera entre el sedentario y el nómade. Y Tatita, siempre ausente, que regresa al fin ese domingo melancólico”.

¿Cuál es la condena que el personaje Tatita (o sea, Dios) le reserva a Caín? Está dicho en la obra y es esta: “Amarás más a los inmuebles que a los hombres. Y llevarás adentro el peor de los castigos que alguien puede llevar: no querrás que te vaya mejor. Querrás que a los otros les vaya peor”.

 



Jorge Luis Borges / Web

 

La voz divina de Tatita, con lenguaje canyengue, profetiza los males del atribulado Caín: “Destierro, Caín…Vas a andar sin detenerte y no te alcanzará la tierra. Tanto te gusta medir: medirás el mundo en pasos, en pies. Y te afincarás en una tierra un día y harás piedra sobre piedra tu ciudad amurallada, cagueta. Cascote sobre cascote. Encerrada. Y juntarás capitalito y por guardarlo harás los muros más altos todavía. Y fundarás bienes raíces, pero vivirás desarraigado temblando cada día de pensar en perderlo. Lo tuyo, Caín, será el temblor. Y por ganar más perderás el sueño. Y si volvieras a encontrarlo tomarás capitalito por la nariz para alejarlo de nuevo y seguir juntando. Y cuando consumido, agotado, de rodillas quieras descansar, te vendrá a visitar el horror…”.

Es la condena categórica. Pero, atención, que a Abel algunos autores también lo zamarrean. Le adjudican falta de comprensión –falta de amor- hacia su hermano, por no haber intentado “amansarlo”, convencerlo de que el camino que seguía no era el correcto. ¿Quién de los dos, entonces, es Caín? ¿Quién Abel?

 



“Terrenal”, la obra de Mauricio Kartun / Web

 

 

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