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Los perros, para siempre: hábitos y conductas para una vida sana y longeva

Estudios científicos y veterinarios revelan qué prácticas pueden alargar la vida de los perros. Del ejercicio a la alimentación, del vínculo emocional a la prevención médica, una guía completa

Los perros, para siempre: hábitos y conductas para una vida sana y longeva
14 de Diciembre de 2025 | 05:36
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En las últimas décadas, los perros dejaron de ser “mascotas” para convertirse en algo mucho más profundo.

Ya no duermen afuera ni son solo guardianes de una casa: hoy ocupan camas, sillones, vacaciones familiares y álbumes de fotos. Se transformaron en compañía emocional, en sostén cotidiano, en parte de lo que muchos llaman “familia multiespecie”. Ese cambio cultural inevitablemente trajo una nueva pregunta: ¿qué hacemos para que vivan más? ¿Cómo se extiende una vida que nunca parece suficiente?

La ciencia empezó a responder. El Dog Aging Project, un ambicioso proyecto de investigación que reúne a universidades extranjeras como Virginia Tech, Texas A&M y UC Davis, estudia desde hace años el envejecimiento canino. Analizan genomas, hábitos, entornos y vínculos. La conclusión fue clara: más allá de la genética, la longevidad de un perro depende, en gran medida, de cómo vive sus días.

La expectativa de vida promedio de un perro ronda entre los 12 y 15 años, aunque esa cifra varía de forma inversa al tamaño: las razas pequeñas suelen vivir más, incluso hasta los 18 o 20 años, mientras que los perros grandes y gigantes rara vez superan los 8 o 10. Pero los expertos insisten: esos números no son un destino sellado. Son un punto de partida. Lo que ocurre después depende, casi siempre, de nosotros.

ejercicio, otros perros y salud

El primer gran pilar es el ejercicio. El movimiento no es un lujo ni una actividad ocasional: es una necesidad biológica. Los estudios del Dog Aging Project muestran que los perros que se mueven de forma regular no solo tienen menos enfermedades físicas, sino también mejor salud cognitiva.

Caminar todos los días, jugar, correr, estimular el olfato, explorar el entorno: todo eso construye un cuerpo más fuerte y una mente más lenta para envejecer. Los veterinarios recomiendan al menos treinta minutos diarios de actividad aeróbica, adaptada a la raza, edad y temperamento. No se trata de extremos sino de constancia. La actividad intermitente y exagerada puede provocar lesiones. El mejor ejercicio, dicen, es aquel que el perro puede sostener todos los días junto a su humano.

El segundo hábito clave es la socialización. Un perro aislado es un perro más vulnerable. El contacto con otros perros y con personas estimula su cerebro, reduce el estrés y fortalece su sistema inmunológico. Investigaciones recientes muestran que los perros con mayor interacción social presentan menos casos de osteoartritis, menos problemas gastrointestinales y menos deterioro cognitivo.

Jugar, compartir, explorar espacios nuevos, variar los recorridos, permitir el contacto seguro con otros animales: todo eso enriquece el ambiente mental. El cerebro, como un músculo más, necesita desafíos. Cuanto más se lo estimula a lo largo de la vida, más lento será su deterioro.

La castración aparece como uno de los factores más consistentes en términos de longevidad. Los perros castrados viven más. En las hembras se reduce de forma contundente el riesgo de cáncer mamario y se eliminan los tumores de útero y ovarios. En los machos se previenen los tumores testiculares y se reducen las patologías prostáticas. Pero no es solo una cuestión oncológica: los perros castrados tienden a vagar menos, a pelear menos y a exponerse menos a accidentes. El momento ideal para realizarla no es universal: depende de la raza y del desarrollo esquelético, y debe ser evaluado con un veterinario.

comida, control e higiene

La alimentación es otro de los grandes ejes. Lo que un perro come define, en gran parte, cómo envejece. Los especialistas advierten sobre las modas: dietas crudas, preparaciones caseras sin control, tendencias sin respaldo científico. Pueden parecer más “naturales”, pero muchas veces traen infecciones y deficiencias nutricionales.

El gran enemigo es la sobrealimentación. La obesidad acorta la vida de un perro, en promedio, dos años y medio.

Un perro con peso saludable vive más, se mueve mejor y envejece con menos dolor. Los expertos recomiendan alimentos que cumplan con los estándares de la AAFCO, controlar porciones y evitar el abuso de snacks.

La medicina preventiva es otro pilar imposible de ignorar. Las visitas periódicas al veterinario permiten detectar enfermedades en etapas tempranas. Un control anual es el estándar mínimo, y en perros mayores se recomienda aumentar la frecuencia a dos veces al año.

Las estadísticas son contundentes: los perros que visitan regularmente al veterinario tienen menos probabilidades de desarrollar enfermedades crónicas.

La vacunación también salva años de vida. Los animales correctamente vacunados reducen de manera significativa la aparición de enfermedades transmisibles.

La desparasitación interna y externa completa este círculo: menos parásitos, menos infecciones, menos desgaste físico.

La salud dental es, muchas veces, la gran olvidada. Y, sin embargo, resulta central. Las infecciones en dientes y encías generan inflamación crónica que puede afectar órganos vitales, como el corazón. El cepillado frecuente, aunque no siempre diario, reduce drásticamente los riesgos.

También las limpiezas profesionales cuando son necesarias. La boca sana no es solo una cuestión estética: es una barrera de entrada para bacterias que comprometen todo el organismo.

A estos hábitos se suman cuestiones menos visibles pero igual de importantes.

La higiene general del animal resulta esencial: mantener el pelaje limpio, los oídos cuidados, evitar acumulación de humedad y suciedad. Lo mismo sucede con los objetos que usa todos los días. Mantas, cuchas, comederos, bebederos, collares: todo debería limpiarse con regularidad. La acumulación de bacterias en esos elementos incrementa el riesgo de infecciones.

emociones

El plano emocional también ocupa un lugar central. El contacto humano reduce el cortisol, la hormona del estrés, y aumenta la oxitocina y la serotonina, vinculadas al bienestar.

Los perros no solo necesitan comida y paseos. Necesitan pertenecer. Necesitan rutina, mirada, caricias, presencia. Integrarlos a la vida familiar no es un capricho moderno: es una herramienta de salud.

En los últimos años, la ciencia también empezó a secuenciar genomas. Desde 2018, el Dog Aging Project analiza miles de perros para entender cómo envejecen. Buscan patrones, mutaciones, predisposiciones, pero siempre llegan a la misma conclusión: la genética no lo explica todo. El entorno, el cuidado y las decisiones cotidianas pesan tanto o más que los genes.

la vida como proceso

Los veterinarios coinciden en algo que puede parecer obvio, pero no siempre se practica: el envejecimiento no comienza cuando el perro se vuelve viejo, sino desde el primer día.

Un cachorro con buenos hábitos se convierte en un adulto más sano y en un anciano más fuerte. El movimiento, la comida, los controles, la higiene y el vínculo afectan toda la línea de tiempo de su vida.

No existe una fórmula mágica. Ningún hábito garantiza inmortalidad. Pero existe algo cercano a una certeza científica: los perros que se mueven, se alimentan bien, van al veterinario, están castrados, generan vínculos fuertes y viven en entornos limpios y estimulantes viven más y mejor.

Tal vez los perros no puedan vivir para siempre. Pero gracias a la ciencia, hoy sabemos que pueden vivir más tiempo del que creíamos, con menos dolor, más energía y más alegría. Y en ese recorrido, la responsabilidad no está en los laboratorios, sino en nuestros propios gestos diarios.

Cuidarlos no es solo darles una vida más larga. Es darles una vida más digna. Y, en muchos casos, es también la forma más pura de devolverles todo lo que nos dan.

Caminar, jugar, correr, estimular el olfato, explorar el entorno: todo eso es vital para el canino

Los animales vacunados reducen la aparición de enfermedades transmisibles

 

 

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