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Compañerismo y educación, bases del camino de vuelta

Dejar la droga en un ambiente de libertad y responsabilidad en una granja de Seguí

Compañerismo y educación, bases del camino de vuelta
12 de Mayo de 2003 | 00:00
"Yo había salido de alta hace dos años, volví con mi familia y tropecé de nuevo, como se dice y enseguida volví. Porque aquí aprendés a estar abierto para pedir ayuda porque todos somos vulnerables", dice Oscar, de 22 años, en un gran salón con paredes curvas en donde los pasillos siempre terminan en una ventana al parque exterior o al interno, porque como explica el padre Ariel Solé, "lo curvo invita a la introspección mientras que los ángulos llevan a la fuga de uno mismo. Las ventanas en los cortes de pasillo están para que en ningún sitio de la casa se pueda tener sensación de encierro, sino de libertad".
"La comunidad terapéutica" que dirige el padre Sole está en Arturo Seguí, rodeada de una fantástica arboleda y fue construida expresamente para recibir jóvenes en riesgo, adictos o con problemas de conducta. "Me pasé 600 metros de mi diócesis", aclara sonriendo dado que pertenece a la de Quilmes y su hogar nació cuando era párroco en San Francisco Solano, al comprobar la gravedad de la problemática adolescente y transformó su casa parroquial en centro juvenil. Paralelamente nació la Fundación "Volver a crear", nombre que surge de una canción compuesta por uno de los primeros habitantes de la casa. La Fundación permitió adquirir los terrenos de Arturo Seguí y empezar a construir la casa que empezaron levantando el padre Solé y los mismos jóvenes que hoy hacen del compañerismo y el afecto la base de su recuperación, simbolizado en ese riquísimo pan casero que hornean y comparten cada día.
En la actualidad aloja a 17 jóvenes y se mantiene gracias al aporte de socios y amigos de la Fundación, "es decir, gracias al voluntariado. Los jóvenes ingresan por dos vías, por decisión personal y familiar o judicial y aquí deben superar distintas etapas. La primera, llamada "Apresto" es cuando ingresan y se disponen a iniciar el proceso. Es un periodo de adaptación al funcionamiento de la casa. No debe cumplir ningún rol ni obligación a no ser que él mismo lo solicite pero no sale y participa de talleres. En una semana como máximo, deberá pedir su admisión. Entonces se realiza un contrato con compromisos mutuos y pasa a la otra etapa, "Aprendiz". Desarrolla talleres, una terapia sostenida y realiza trabajos en la casa".
La segunda etapa es la de "responsable" en la que "siguen la terapia, los talleres y comienza la resocialización con concurrencia a la escuela del barrio que es obligatoria a no ser que exista algún impedimento de personalidad lo que los llevará a cursos de capacitación". La última etapa es de "operador, cuando se lo considera responsable en ejercicio hacia afuera porque se puede autovaler. Sale libremente y la casa es un apoyo".
La casa cuenta con vigilancia de los que permanecen en las últimas etapas. Hay guardia nocturna y además uno de ellos duerme en los dormitorios de los ingresados con luz permanente. "A veces hay crisis de abstinencia, se viven conflictos, hay insomnio y debe haber alguien que brinde contención y si la situación se le escapa de las manos, pueda pedir ayuda". El staff, además del padre Solé que es el director, cuenta con un médico como director terapéutico que es el doctor César Di Giano; una psicóloga, Florencia Damiani; un asistente social, Jorge Antonioni y un equipo de docentes integrado por Laura Salinas, Adriana Baccarini y Hugo Conti. Todos participan de esta comunidad terapéutica que considera fundamental la participación en los talleres de conducta, en donde se refleja la cotidianeidad, considerados base de la terapia. Además, ampliaron a cursos para formar docentes en problemáticas de riesgo.
Mientras juega con Zoquete, un perro callejero que mantiene ímpetu de cachorro pese a sus 9 años debido al mimo contínuo que lo hace poseer un sillón especial para él y ser partícipe de viajes colectivos, Raúl (30, separado, 1 hijo), resume su paso por esa comunidad "que me permitió estar a punto de recibirme como profesor en economía en un terciario. Yo ingresé en 1998 y egresé en 2001. Vine porque era adicto. Consumía cocaína y cuando nació mi hijo, pese a que me había separado ya de mi esposa, se me produjo un clic en la cabeza y necesité recuperarme. Yo había hecho terapias antes pero no me habían hecho nada. Hasta que me hablaron del padre Ariel y su obra y me vine para aquí. Hice un proceso de desintoxicación, con crisis de abstinencia, momentos muy duros, pero uno aquí está contenido con terapia, talleres, charlas con el padre Ariel y uno empieza poco a poco a proyectarse, a generar una autoconciencia para evitar riesgos de caídas. Porque la lucha es contínua, es un día a día y voy ganando".
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