Falta gas y sobran fajos

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La semana se nos fue entre monjas, fajos y gases. Ya lo habíamos dicho ante el debut estelar de José López en la saga del convento de Fátima: “Este thriller fascina y repugna. Esas bolsas llevaban más secretos que monedas”. Y el imaginativo guionista de esta serie aportó ahora un capitulo decisivo, con una estrella indiscutida, la religiosa Inés, una actriz consumada, que se mostró angelical, ingenua y sorprendida ante la prensa, aunque una semana antes andaba acarreando bolsas con dólares en plena madrugada.

El video que aportaron las cámaras, que el mismo López ayudó a instalar, devuelve en clave casual las entrelíneas de un romancero ladrón que como muestra gratis ofreció la valija de un campeón del sobreprecio que quería blanquear en tierra santa la magnitud de sus desvíos. En la ruta del dinero K, al que contribuyeron decisivamente las carreteras paganas de López y sus superiores, había una bajada de autopista en General Rodríguez. Es que los muchachos querían frecuentar esos oratorios y empezar a pagar adelantos a cuenta del cielo que buscaban afanosamente.

El Vaticano le ha dado malos ratos al gobierno, pero el convento de Fátima, una franquicia semi clandestina, le deparó algunas compensaciones. La iglesia siempre le tributó cálidas bienvenidas a las bolsas con ayudas. No importaba el mensajero ni el horario de llegada. Y algo de eso seguramente se habló esa noche en las interminables llamadas del clan de José López a esas falsas monjitas que aprendieron a jugar a la bolsa y esperaron esa madrugada la llegada de un Papá Noel recargado, con estufas apagadas y bien calzadas, para hacerle el gusto a Macri, guardando su mejor cara de asombro para cuando llegara la policía y preguntara si esos bultos formaban parte de la limosna.

Hay muchos fajos dando vueltas estos días. La gente que no puede con el gas y la luz tiene la mirada cansada por tantos dólares bien atados y mal obtenidos. Demoledor presente de un país con muchos faltantes.

Inés gana cada vez más protagonismo. Una tarde dejó el bordado a un lado y de aburrida empezó a hacer cuentas. Y ya no paró. Ella debía saber que los hombres que tocan timbre de madrugada suelen traer peligro. Pero esa noche esperó a López, vestida de blanco y negro, como los fajos de estos días, y lo esperó en la puerta de este convento tesorero al que López cada tanto llevaba los ahorros para corroborar su fe en Fátima y en el efectivo. El plan malicioso era poner la plata bajo un manto de salves y escones y conseguirle blancura y perdones a estos devotos del retorno que iban al templo con millones y fusiles.

La gente siente que la corrupción y el gas nos tienen en el horno. Macri en pleno Bicentenario dijo que los que no andan calzados no piensan en la patria. Y uno ahora prende la estufa y siente remordimientos. Lo de andar en patas y camiseta fue la expresión menguante de una campaña que quiso valorar los zapatos y despertó sin querer a las cacerolas. Muchos andan descalzos, es cierto, pero es porque no le quedó ni para zapatillas. Y mientras los jueces atajan lo que pueden y la gente tiene esperanzas de que el sentirse calentito no sea un castigo, Julia Herrero, flamante Directora de Discurso nombrada por Macri, va inculcándole a su jefe que deje para otros sus ironías de bajo vuelo y que empiece a practicar expresiones conciliadoras, como para que los consumidores y los radicales, tan fríos estos días, no se sientan ninguneados por sus planes.

También debería enseñarle a hablar claro a Inés. Que cambia de una semana a otra, como el ministro tarifero. Uno la imaginaba en el encierro manso de una vida monacal, absorta y celestial, orante y penitente, confiada sólo en la riqueza del espíritu, una hermanita militante que se acostaba antes que el sol se pusiera, que no atendía llamados nocturnos y que las únicas voces que escuchaba, como le enseñó Fátima, eran mensajes bienaventurados. Pero ella cada vez se involucra más en la trama de encubrimiento. No sólo aceptó el servicio de dólar puerta a puerta, sino que mintió cuando mostró candidez y asombro. Sin duda, la monja cajera jugó demasiado fuerte en esta movida de altares sospechados y bóvedas expectantes, un refugio de clausura que tenía como superiora a una hermana Alba que respiraba con dificultad por el mal aire que corría en ese convento.

López, un campeón del sobreprecio, cada tanto llevaba sus ahorros a este convento tesorero para corroborar su fe en Fátima y en el efectivo

Hay muchos fajos dando vueltas estos días. Tantos, que uno ve esos billetes precintados y le suena a souvenir familiar. La gente que no puede con el gas y la luz tiene la mirada cansada por tantos dólares bien atados y mal obtenidos. Demoledor presente de un país con muchos faltantes. Hoy las tarifas disimulan los bolsos y los bolsos encubren las tarifas. Inés y Aranguren se guarecen mutuamente ante el fatal mensaje que aportan fajos y mediciones. Hay tantas opciones para cabrearse que el gentío, ante el desfile de errores y despojos, ya no sabe hacia dónde encausar su bronca y su decepción.

País raro: calentito, en patas y sin calefacción.

(*) Periodista y crítico de cine