Diploma de honor

Por ADRIAN D'AMELIO
ENTREVISTA

Todavía se lo nota cansado. “Salimos ayer (por el sábado) a las 4 de la mañana de la Villa Olímpica y llegué a casa a las 4 de la tarde. Saludé y charlé un rato con la familia para después dormir una buena siesta, ya que a la noche mi esposa (Roberta) organizó una reunión con amigos para celebrar el resultado en los Juegos de Río”, comenzó su charla con este medio Matías Albarracín , mientras el sol del mediodía se encargaba de entibiar la fría mañana del domingo.

Matías, que en una gran actuación, terminó octavo en la prueba individual de Equitación -con lo que obtuvo un diploma olímpico- se sentó en el living de su casa para empezar la charla y enseguida apareció en el lugar Manuela (6 años), su hija mayor; mientras que Ramiro (4), el más pequeño de los Albarracín, dormía en su habitación.

-¿Qué sensación te traes de Río de Janeiro?

-La mejor. A tal punto que deportivamente fue la semana más importante de mi vida. Seguramente será muy difícil que se repita, pero tampoco bajo los brazos para superar ese octavo lugar. Era impensado, ya que las posibilidades de estar entre los Top 10, en la previa, eran minúsculas. Sin embargo se pudo lograr algo que no esperaba. Fui creyendo a medida que se fue desarrollando la competencia, sintiendo mejor el caballo y estando cada vez mejor como binomio. Además palpaba que el resto podía cometer las mismas faltas que cometía yo en la pista.

-¿Sentías que estabas en inferioridad con respecto el resto?

-Es simple y voy a poner un ejemplo numérico. Los Top 20, los obstáculos que nosotros saltamos en los Juegos, ellos lo pasan 150 veces al año. Para ser más claro desde que arrancó la temporada hasta que llegamos a Río nosotros habremos pasado tres obstáculos de esa altura. Lo podríamos haber hecho, pero corríamos el riesgo de que se nos lesione el caballo. En el caso de los alemanes lo pueden realizar, porque tiene ese tipo de competencia y pueden arriesgar a los animales, porque le sobra material, algo que nosotros no contamos.

-¿Qué rol cumplió Cannavaro?

-Un caballo excepcional, que me dio la posibilidad de participar en una final olímpica y lograr un diploma. Siempre me transmitió mucha tranquilidad para poder encarar ese tipo de obstáculos y mucha confianza de que se podía. Sin lugar a dudas lo voy a extrañar, ya que se vuelve a Europa con José Larocca, pero vamos a buscar otro caballo para hacer otro buen binomio para el futuro.

-Si tenés que hacer una autocrítica, ¿cuál sería?

-Creo que cometí un error. En la última ronda me confié que el resto de los jinetes podía hacer alguna falta, porque nadie había cometido faltas. Creí que iba a estar más difícil, pero me equivoqué, ya que detrás mío tenía a los veinte mejores. A pesar de todo la penalización fue por apenas veinticinco centésimas que me dejaron afuera del desempate.

-¿Tuviste la oportunidad de ir a presenciar otros deportes?

-Nos alentábamos mutuamente. En mi caso tuve la chance de ver en tres instancias a Del Potro también fui al rugby, basquet,voley y hockey. El hecho de observar a competir a un compatriota y todos lo que van alentar es algo fantástico. La parte negativa fue que los brasileños hincharan por cualquier otro país con tal de estar en contra de Argentina. Eso me causó mucha bronca.

-Por lo que se vio existió mucha confraternidad en la delegación argentina?

-Si hubo una muy buena vibra nos arengábamos mutuamente . En este juego olímpico ocurrió algo especial que fue un recambio generacional importante, ya que había una camada que fue su última presentación y otros que recién empiezan. Hablé bastante con Del Potro y también con Scola.

-También en la visita de Macri a la Villa te vi cruzando algunas palabras?

-Le agradecí su presencia y que un presidente estuviese acompañando a los atletas de su país, porque nosotros de alguna manera somos embajadores del país que él preside.