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Sebastián Armendano: una conciencia en libertad

Sebastián Armendano: una conciencia en libertad
23 de Septiembre de 2018 | 03:33
Edición impresa

El arte de tapa de “El vómito de la conciencia” mantiene una relación clara con el contenido: una bandera argentina asoma de un cráneo fracturado; de entre los dientes partidos pende un rosario; en el vómito en sí se distinguen plata y útiles escolares rotos; un alambre de púas simboliza el encierro y por último –es decir lo primero- se ve la balanza de la justicia.

Son las preocupaciones, intereses, desvelos de este escritor (la tapa también fue su idea) que nació en 1975 en la ciudad de Olavarría y que ha estado encarcelado por muchos años. En contextos de encierro escribió este libro. Ahora -aún privado de su libertad- mientras concluye “Lázaro”, un segundo libro en el que por el momento ha decidido incluir sólo poesía, cursa las carreras de Abogacía y Comunicación Social en la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, la misma que hizo posible esta publicación desde su área de extensión (UNICEN) y con la cooperación del centro cultural itinerante El Musguito.

“El Vómito...” alterna poesía y prosa con un tono que es en principio de denuncia y reivindicación, pero en la marea que sube además de las instituciones aludidas más arriba se destacan preguntas que el autor se formula y nos formula. En este libro se buscan los por qué. Por poner un ejemplo, en la sección “Cuestiones de fe” en el poema “Manos que hablan” se reivindican las manos que trabajan y se oponen a las manos de la hipocresía: Recuerdo manos curtidas/ Maltratadas por el tiempo./ Mapas que marcan las vidas/ de los que viven sin techo./ Guitarras, bombos y azadas/ Manejan con gran talento./ Manos que curan y lastiman/ curas faltos de morales./ Haciendo cruz se persignan y torturan ideales./ Imponen que un “Dios los bendiga”/ se olvidan que son mortales.

La denuncia, por otra parte, no invalida la pregunta sobre la existencia de Dios que enhebra todos los poemas de la sección y persiste incluso en las seis restantes. A saber: “Reparto injusto”, “¿Justicia?”, “Civilización o barbarie”, “Mi tierra”, “Sinceramiento” y “Gerónimo, el sin padres”, -este último un relato-.

El estilo es coherente con la intención –como la tapa, como todo el proyecto-: “…mi lengua es desmedida y es debido a que al haber perdido casi todo en mi vida, no tengo filtros (más que morales) para decir lo que pienso.”, dice Sebastián en el prólogo. Entonces la forma puede ser un expediente, buscada o hallada por necesidad de expresión, facilita la comunicación en lugar de filtrarla.

Es una forma que recuerda a la estrofa de José Hernández, el autor del Martín Fierro (sin imitar). Versos de ocho sílabas agrupados de a seis y con rima. ¿Una forma que resurge en ciertos contextos? Da pena el que me lapida/ que en vida quiere enterrarme./ Su firma es la despedida/ del mundo busca expulsarme./ Si salgo es una estampida/ no hay nada a que sujetarme.

 

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