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La Plata: una ciudad que crece pero no se desarrolla

El déficit habitacional generó un crecimiento irracional de los barrios de la periferia. Sin embargo, sus vecinos carecen de los servicios elementales de la vida urbana. Como viven y qué prevé el municipio

La Plata: una ciudad que crece pero no se desarrolla

En El Rincón, los vecinos admiten que hubo mejoras en las calles y pusieron una delegación municipal

MARISOL AMBROSETTI
Por MARISOL AMBROSETTI

13 de Octubre de 2019 | 07:59
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Melchor Romero, Abasto, Arturo Seguí, Altos de San Lorenzo y Villa Elisa figuran entre los barrios que más vecinos sumaron en las últimas décadas. Sin embargo, ese crecimiento respondió más a la improvisación y a la desesperación de los sin techo, que a un plan de desarrollo urbano con intervención del Estado y participación ciudadana. Allí, donde cada vez viven más familias y se construyen más hogares, la infraestructura, los servicios y el equipamiento que supone vivir en la ciudad, son precarios o, lo que es peor, brillan por su ausencia.

Mientras el casco mantiene desde hace décadas un crecimiento poblacional mínimo, que ronda el 3,5 por ciento, hacia el Oeste, las localidades de Abasto y Romero incrementaron su población en un 85 y 40 por ciento, respectivamente, según cifras de los últimos dos censos. Las proyecciones indican que la tendencia se profundizó en los últimos años.

En El Rincón “el transporte no entra porque las calles no lo permiten”, dicen sus vecinos

 

En Villa Esperanza, el asentamiento que se extiende desde 516 bis entre 216 y 224, a pocas cuadras del frigorífico de Abasto, los vecinos que poco a poco fueron haciéndose lugar en tierras fiscales sufren a diario las consecuencias del abandono: al riesgo sanitario con el que conviven por estar al lado de una planta de residuos cloacales abandonada, se suma la imposibilidad de entrar y salir de sus hogares cada vez que llueve, la inseguridad, la falta de iluminación y de un sistema regular de recolección de residuos.

Problemas similares atraviesan los vecinos de los nuevos barrios y asentamientos de Melchor Romero, como La Granjita, Las Rosas, Los Coquitos o Barrio Nuevo. “Comenzaron a crecer hace unos 10 años en forma más o menos ordenada, pero en los últimos tres o cuatro años, el creciente déficit habitacional y la crisis económica provocaron un desborde caótico, entonces, donde iban a vivir 50 familias viven 100 y los servicios no dan abasto”, explica Victoria Wettsein, militante barrial, enfermera y docente.

“Sacame la foto acá, que se vean los pozos”, señala Deolinda Brites en la esquina de su casa, donde vive hace 20 años, sobre calle 155 y 525 de Romero: “Salgo en el diario y en donde sea con tal que me arreglen la calle”, cuenta preocupada, con su nieto en brazos, y advierte que “acá, cuando caen dos gotas, no entra ni la ambulancia”.

El miedo de Deolinda se respira en los 120 asentamientos informales en los que viven casi 190 mil vecinos platenses, casi la misma cantidad que en todo el casco fundacional. Las cifras corresponden a los datos relevados por la Dirección de Tierras, Vivienda y Hábitat de la municipalidad, donde aseguran que trabajan a destajo para ordenar, bajo la Ley de Hábitat y de escrituración social, la situación de esas familias.

A Deolinda y a los vecinos que se acercan a contar cómo viven, les preocupa, también, la falta de higiene y el riesgo sanitario al que se ven expuestos: “Pusieron un contenedor en la esquina, porque hay asfalto y puede entrar el camión, pero es uno solo para 80 familias, y pasan a retirar una vez por semana, así que el contenedor termina siendo un festín para los perros y un basural para nosotros”. Sobre estas carencias estructurales que ponen en riesgo la salud ofrece mayores precisiones el Primer Informe del Observatorio de la Universidad Católica de La Plata (UCALP), que se dio a conocer en septiembre pasado y que provee datos alarmantes de 160 asentamientos urbanos en los que habitan 132 mil personas. Ese informe indica que el 80 por ciento de los asentamientos no tiene cloacas, el 70 por ciento carece de conexión a la red de gas, la mitad no accede al agua corriente y dos de cada diez no tiene acceso formal a la energía eléctrica.

VIVIR INCÓMODO

En los asentamientos informales, pero también en zonas donde vive población de ingresos medios, como por ejemplo algunos sectores de Arturo Seguí, Villa Elisa y Gonnet hacia el norte o de Altos de San Lorenzo, Sicardi y Villa Elvira, hacia el sur, servicios como la electricidad, el gas y el agua de red, la apertura y accesibilidad de calles, el transporte y la higiene de espacios públicos, también dejan mucho que desear.

A este panorama, se suma la falta de establecimientos de salud, seguridad y educación de calidad, espacios de esparcimiento y conectividad a internet, todos elementos que hacen a la calidad de vida en las ciudades modernas.

Bien lo sabe Leonardo Sosa (37), que vive con Griselda, su mujer, y sus dos hijos de 6 y 17 años en Arturo Seguí. “Hace 20 años que pedimos el asfalto y nunca llega, tampoco el gas, así que tenemos que comprar tres garrafas por mes. Y acá, si llueve un poco, se corta la luz y tarda horas en volver”, cuenta Sosa, que trabaja en la cocina del hospital San Martín: “Decí que ahora tengo movilidad, que si no, tenía que salir a la 4.30 de la mañana para entrar a las 6, porque el 273 pasa, pero poco, y casi siempre vas parado”.

Abasto y Romero incrementaron su población en un 85 y 40 por ciento, respectivamente

 

Tener una camioneta le da mayor tranquilidad en caso de que alguno se enferme: “En el barrio hay una salita, pero rara vez encontrás médico ¿Sabés a qué va la gente? A que le llamen la ambulancia para trasladarlo al hospital de Gonnet”.

Si bien su hija más chica empezó la primaria en una escuela del barrio, con su mujer están pensando en cambiarla a una de Villa Elisa: “Aunque nos quede más lejos va a ser mejor, porque ya sea por los paros, porque se cortó el agua o porque se taparon los baños, de los cinco días de la semana, tiene clases tres”.

Al igual que Seguí, Villa Elisa se encuentra entre las 10 localidades platenses que más creció en población durante las últimas décadas, con un incremento intercensal que llega al 19,4 por ciento, de acuerdo con los datos del INDEC y del estudio “Desarrollo Urbano y Cambio Climático sobre el Gran La Plata”, encargado por la Dirección Nacional de Preinversión Municipal del ministerio del Interior, pensado como insumo para el Plan Estratégico 2030, de la actual gestión municipal.

El Rincón, uno de los barrios de Villa Elisa donde más familias se afincaron, se caracteriza por su heterogeneidad: combina casas construidas al calor de los primeros planes Procrear, terrenos tomados, algunas quintas y viviendas con altos niveles de confort.

Esta semana el Conicet presentó un mapa que mide el índice de calidad de vida con una escala cromática en la que el rojo significa muy malas condiciones para sus habitantes; los naranjas representan malas y regulares; los amarillos, intermedias y los verdes, buenas y muy buenas, según la intensidad. A El Rincón le corresponde un naranja intenso.

Marcos Carnevali (45), comerciante y vecino de la zona desde 2012, admite que durante los últimos años “algo más se hizo”. “Veníamos muy postergados y seguimos así, pero ahora mantienen un poco mejor las calles, hay más frecuencia en la recolección de basura y pusieron una delegación municipal”. Dice que si bien tienen algo más de alumbrado público “no nos incluyeron en la renovación de luminarias que tanto promociona el intendente y hay cuadras que son una boca de lobo”.

Insiste en que todavía falta y mucho y pasa lista a los reclamos: “El transporte no entra porque las calles no lo permiten; en asfalto no se avanzó ni un centímetro y la calle 439, de acceso, sigue siendo un alisado de cemento que hizo un empresario privado para llegar a su haras cuando acá no vivía casi nadie. Se necesita una calle en serio”. En materia de seguridad, “nos prometieron un destacamento policial que nunca llegó y la salud, bien gracias: dependemos del hospital de Gonnet, que nos queda a 8 kilómetros”.

Pero lo que a Carnevali le quita el sueño es el riesgo de inundación: “Acá no nos inundamos en 2013 pero sí en 2008 y hubo un muerto”. El problema, dice, es el desborde del arroyo Carnaval, que recorre todo el barrio: “Hicieron un puente que está muy bien sobre la 439, pero curso arriba hay por lo menos otros tres puentes más, muy precarios, en los que se junta basura que actúa como un dique, situación ideal para que el arroyo se desborde”.

No obstante, los expertos creen que no todo está perdido. Entre las conclusiones del estudio sobre el Gran La Plata, realizado en el marco del Plan para Ciudades Emergentes y Sustentables con financiamiento del BID, se mencionan múltiples oportunidades de mejorar. Entre ellas la existencia de una estructura productiva compleja y diversificada, importantes vías de conexión regional, buenos acuíferos, suelos de alta calidad para la producción, un cinturón hortofrutícola abastecedor del Gran Buenos Aires que genera empleos directos e indirectos, así como actividades agroindustriales, un sector comercial desarrollado y la existencia de grandes vacíos urbanos que representan oportunidades de desarrollar nuevas centralidades. En síntesis, hay problemas pero también posibilidades. Habrá que ver si es posible convertirlas en políticas que se conviertan en mejoras concretas para vida de los platenses, sobre todo, para los que habitan la siempre olvidada periferia.

 

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En El Rincón, los vecinos admiten que hubo mejoras en las calles y pusieron una delegación municipal

En varias zonas de Altos de San Lorenzo, los servicios de agua, cloacas, gas y transporte público, dejan mucho que desear / Sebastián Casali

Deolinda Brites, junto a sus vecinos de Romero, reclaman el arreglo de las calles / Demian Alday

En Abasto, el sistema de recolección de basura no es regular y se generan varios focos infecciosos donde están los contenedores / Demian Alday

Griselda sosa y su hija más chica. Viven en Arturo seguí, donde dicen que hace años que piden la red de gas y la luz se corta cada vez que llueve / Gonzalo Mainoldi

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