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La hora de los hombres

SERGIO SINAY (*)
Por SERGIO SINAY (*)

9 de Febrero de 2020 | 08:52
Edición impresa

Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, Madres del Dolor, Liga de madres de familia, Red de mujeres judías argentinas, Liga de mujeres evangélicas, asociaciones de madres solteras y toda una larga serie de organizaciones nuclean desde el dolor por pérdidas injustas, desde la vivencia cotidiana de la inequidad y desde la voluntad y la esperanza de mejorar el mundo recibido, a mujeres de diferentes edades y condiciones sociales, económicas y culturales. Muchas de las causas que las reúnen, de los sufrimientos que comparten y de las razones que las agrupan y las impulsan afectan por igual a los varones. Sin embargo, las voces que estos hacen oír en ámbitos deportivos, económicos, políticos o tecnológicos se convierten en resonantes silencios cuando se trata de cuestiones que las prácticas culturales han consagrado como “femeninas”: los hijos, el cuidado, la crianza, la salud, la alimentación, el sufrimiento, los emprendimientos solidarios, la ecología. No es que no haya hombres allí, pero son los menos. Como si los temas y causas que involucran sentimientos, vulnerabilidad, emocionalidad al desnudo, incertidumbre, fueran riesgosos y pudieran amenazar las fortalezas y armaduras “masculinas”.

Alrededor de asuntos lacerantes, como la muerte violenta de un hijo, la violación de una hija, las condiciones infames en que se producen tantos nacimientos, la caída de hijos en la drogadicción, la controvertida cuestión del aborto legal, la disparidad salarial y de oportunidades laborales y profesionales que padecen las mujeres o el desempleo femenino (que supera en número al de varones), por nombrar apenas algunos, la pasividad, la inacción y el retiro masculino es inocultable. Como si los manchones de injusticia, inequidad, discriminación y violencia que tiñen a la sociedad e intoxican la atmósfera colectiva no afectaran a todos sus integrantes, sin distintos de sexo y de género. Ese silencio masculino es disfuncional y nocivo para unas y otros (no usaré el lenguaje “inclusivo” (?), empobrecedor del rico idioma del que disponemos, del entendimiento y de la realidad). Ese silencio, en fin, es una enorme deuda de los varones hacia la sociedad en su conjunto, incluidos los propios hombres.

DOLOR MASCULINO

Un encomiable intento de empezar a saldar esa deuda se produjo recientemente, cuando se lanzó en La Plata una convocatoria a los hombres dispuestos a luchar contra el machismo. Como suele ocurrir con tantos agrupamientos de mujeres, el dolor disparó el movimiento. Jorge Taddei y Manuel Iglesias aparecieron encabezando este emprendimiento auspiciado por Casa Abierta María Pueblo, el refugio para mujeres, niñas y niños víctimas de violencia, que trabaja desde hace 25 años en la ciudad con reconocimientos de la ONU, Amnistía Internacional y Human Rights Watch. Taddei e Iglesias perdieron una hija (Wanda Taddei asesinada por el baterista del grupo Callejeros Eduardo Vázquez) y una hermana (Laura Iglesias, violada y estrangulada en Miramar) a mano de otros hombres. Pasaron años desde entonces, el tiempo que les llevó decir “basta” e iniciar esta convocatoria a todos los varones dispuestos a tomar acciones concretas contra la violencia machista. Porque, aunque las víctimas más visibles de esa violencia sean mujeres y niños, resultan muchos los varones lastimados por ese fenómeno (que incluye, en el caso de ellos, el asesinato, los mal llamados “accidentes”, las demostraciones pueriles y salvajes de machismo en banda, la violencia y el autoritarismo en el ámbito laboral y muchas otras modalidades, sin dejar de lado la guerra en todas sus formas).

“Ese silencio es una enorme deuda de los varones hacia la sociedad en su conjunto”

 

Según explicaron Taddei e Iglesias en el lanzamiento de esta iniciativa, la sociedad está hoy lo suficientemente sensibilizada como para que el silencio y la inacción de los varones ya no tenga justificación. No estaban solos. En el lanzamiento los acompañaron muchos otros hombres, entre ellos Miguel Pereyra, padre de Marisol, una de las víctimas del cuádruple crimen de La Plata en 2011; Luis Basualdo, padre de Marcela, asesinada en Punta Lara en 2004 junto a su pareja. También los padres de Natalia Melmann y de Carolina Aló, y Hugo Capacio, padre de Dayana, asesinada en 2012 por su novio en Rosario. Darío Witt, abogado y fundador de Casa Abierta María Pueblo, dijo en la oportunidad: “Creemos que para muchos hombres es importante que el mensaje llegue desde los hombres. Porque nosotros reproducimos esa estructura y esa violencia. Entonces, si no hacemos nada, somos cómplices”.

UN COMPROMISO COMÚN

Probablemente es allí donde está la clave para un cambio de paradigma en este tema que no admite más indiferencia ni postergaciones. En que los varones comprendamos que es a nosotros a quienes nos cabe la responsabilidad de una transformación. Del mismo modo en que las mujeres tomaron los riesgos y asumieron el compromiso de hacer oír sus voces, poner en evidencia inequidades, injusticias y violencia que las afectan y comenzaron una larga marcha que acaso llevará más de una generación. Para los hombres la tarea tendrá características propias. No se trata de “copiar” al feminismo ni de empezar desde la culpa (como tampoco es bueno para las mujeres centrarse en la victimización). Es responsabilidad y no culpa lo que se necesita. Las mujeres marcharon desde lo privado, lo encerrado, lo doméstico hacia lo público, lo visible, lo abierto, lo social. Los varones, a cargo de la vida pública, económica y política durante generaciones, deberemos hacer el camino inverso. Ese camino es más solitario, requiere de cada varón ingresar en un mundo poco conocido y transitado, el de sus emociones, de sus debilidades, de su sensibilidad, su espiritualidad. Conectarse desde allí con territorios inexplorados (crianza, funciones domésticas, salud, educación, cuidado de los otros, cooperación en lugar de competencia) y permanecer en ellos un buen tiempo, hasta que comiencen a ser familiares. Es una tarea individual, dura, desconocida, en la que quienes entraron lo hicieron desde el dolor y la pérdida. Habrá que entrar ahora desde la esperanza, desde la testosterona espiritual antes que la física. Esto requiere un nuevo tipo de coraje.

Cuantos más hombres emprendan la tarea, más seremos los varones en condiciones de trabajar junto a las mujeres, respetando nuestras diferencias y honrando lo más enriquecedor de ellas, para vivir en una sociedad más equitativa, menos violenta, más cooperativa, más amorosa y esperanzada. “Hablo como padre, es un antes y un después no sólo porque es tu hija, sino porque cuando empezás a entender vas aprendiendo que el asesino de tu hija es producto de una sociedad de la que vos también sos parte”, dijo Taddei aquel martes 21 de enero, dando una prueba de ese coraje.

Con esas palabras convergen las de Carola Labrador, madre de Candela Rodríguez, la nena secuestrada y asesinada en Hurlingham en 2011, quien apoyando esta campaña, dijo: “Tiene que ser en conjunto, es entre hombres y mujeres, necesitamos apoyarnos, porque no todos los hombres son femicidas y si bien el feminismo consiguió mucho, necesitamos de los hombres”. Aunque haya quienes desde el sectarismo no lo entiendan así, no se trata de mujeres contra hombres o viceversa, sino de un compromiso común e impostergable.

 

(*) El autor es escritor y periodista. Su último libro es "La aceptación en un tiempo de Intolerancia"

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