Estimado lector, muchas gracias por su interés en nuestras notas. Hemos incorporado el registro con el objetivo de mejorar la información que le brindamos de acuerdo a sus intereses. Para más información haga clic aquí

Enviar Sugerencia
Conectarse a través de Whatsapp
Temas del día:
Buscar
Toda la semana |PERSPECTIVAS

El virus negro

SERGIO SINAY

5 de Abril de 2020 | 06:38
Edición impresa

Es posible que, mientras cumple su propia cuarentena en Nueva York, donde vive, el matemático y ensayista libanés Nassim Nicholas Taleb, especialista en el estudio de probabilidades y en la dinámica de lo incierto, sienta un secreto orgullo. O quizás no tan secreto, porque, según quienes lo conocen, se trata de un tipo bastante expansivo y a veces dado a la fanfarronería. De todas maneras, en este caso tendría sus buenos motivos. En 2006 Taleb ganó reconocimiento al plantear y fundamentar su ya célebre teoría del “cisne negro”. Fue entonces cuando publicó el libro que lleva ese título, donde empieza por decir que basta la sola aparición de un cisne negro (y feo, agrega) para que milenios de visiones y teorías acerca de que los cisnes son blancos se derrumben. Un cisne negro, explica, es un acontecimiento que responde a tres atributos: 1) se trata de una rareza, algo fuera de las expectativas normales, sin antecedentes en el pasado; 2) produce un impacto tremendo y también inédito; 3) hace que, en la desesperación humana por entenderlo todo, se inventen después del hecho toda una serie de explicaciones que intentan demostrar que era previsible.

En los casi 15 años trascurridos desde que Taleb presentó su modelo, millones de personas se afanaron y se afanan por aparecer como expertos en cisnes negros. La calificación se aplica a cualquier acontecimiento y se multiplican los “especialistas” que tratan de hacer justo lo contrario de lo que Taleb describe: quieren explicar el cisne negro como si lo hubieran visto venir. Pero las oscuras aves se siguen riendo de los comentaristas, de los profetas y de los adivinos. Continúan presentándose de la manera menos pensada y menos prevista. El último cisne negro tomó la forma de una minúscula, casi invisible, cápsula de material genético llamada Covid-19. Coronavirus. Y tiene en jaque a la humanidad desde hace casi tres meses, aunque buena parte de ella se haya despertado tarde para advertirlo.

NUESTRA PANDEMIA

Quizás el coronavirus no sea lo terrible que se supone, quizás la atmósfera paranoica de la que pocos (incluidos algunos gobernantes) escaparon haya sido alimentada por la globalización, las noticias falsas, el terrorismo informativo, el morbo de ciertos medios y ciertos comunicadores, el oportunismo irresponsable de algunos científicos, la ignorancia sobre la historia y los azotes que sufrió nuestra especie a lo largo de ella, la indiferencia hacia enfermedades como el dengue, la malaria, el cólera, la tuberculosis, la gripe estacional o el mal de Chagas (que siegan centenas de miles de vidas permanentemente en todo el planeta sin recibir la atención que el coronavirus acopia). Si fue así, o no, se sabrá con el tiempo, cuando baje la marea. Lo cual no significa que no haya que tomar precauciones y que cada vida sea valiosa. Lo cierto es que la humanidad atravesó peligros mayores que este, con daños mucho más terribles tanto en números como en consecuencias psíquicas, morales y emocionales. Tan cierto como que esta es la pandemia que toca a nuestro presente y lo que se vive en tiempo presente y en carne propia es siempre más intenso que aquello que nos cuenta la historia.

El coronavirus (nuestro cisne negro) tiene, más allá de sus efectos sanitarios y económicos, una poderosa incidencia en aspectos menos tangibles, pero de profundas consecuencias. Viene a decirnos que todo es relativo, que puede no haber futuro, ya sea individual o colectivo, que ni como individuos ni como especie tenemos la existencia asegurada. Nos confronta cara a cara con la inseguridad existencial, aquella que no se suprime con fuerzas policiales, con leyes duras, con dinero y posesiones materiales, con el miserable egoísmo de “sálvese quien pueda” o “primero yo”. Esto genera angustia, porque, como señala el filósofo y teólogo británico Alan Watts (1915-1973), si la vida es un torrente imprevisible en el que nada tiene duración asegurada, no se puede pensar en el futuro. Y sin futuro no hay esperanza.

Huir de lo que se teme es rigidez. Y lo rígido a menudo termina por quebrarse

 

Watts dedicó “La sabiduría de la inseguridad”, uno de sus más profundos e iluminadores ensayos, a la reflexión sobre aquello que la inseguridad existencial puede dejarnos como mensaje. Si nuestra posibilidad de felicidad está vinculada al futuro, escribe Watts, evadimos el presente. Y, por lo demás, el futuro siempre se corre, es inatrapable. El presente es aquello que nos toca vivir. El pasado es lo vivido. De él podemos obtener recursos para gestionar el presente. El futuro es una posibilidad, solo eso. El Covid 19 nos ubica en un presente ineludible. Estamos encerrados literalmente, lo que hay es lo que hay. A través del virus la vida formula su pregunta permanente y esencial: ¿qué harás conmigo? ¿Cómo me responderás? Nos pide una actitud. Víktor Frankl (1905-1997), médico de cuerpos y almas, autor de “El hombre en busca de sentido” (libro más imprescindible hoy que nunca) sostenía que el valor de la actitud es esencial en la búsqueda del sentido de nuestra vida. Actitud es presencia, son valores y sentimientos puestos en vigencia, es responder a la vida con acciones, sin delegar en otros la responsabilidad de la respuesta, que es siempre personal e intransferible.

FIN DE LA HUÍDA

La vida es insegura, subraya Watts, y casi todo lo que hacemos para escapar a esa certeza y a la certeza de nuestra finitud, no nos deja más seguros, sino más solos, aislados en fortalezas de pretendida seguridad (fortalezas siempre materiales) construidas para que no entre ninguna amenaza, pero que tienen como resultado dejarnos encerrados, sin poder salir. Como la seguridad que pretendemos no existe (ahí está nuestro actual cisne negro para recordarlo), su búsqueda es siempre dolorosa, dice Watts. Antes que enfrentarse a la inseguridad, propone este pensador, se trata de integrarla a nuestro ser, saber que la incertidumbre nos acompaña de la misma manera que nos acompaña nuestra sombra, y vivir en un presente preñado de sentido. Acaso la cuarentena nos permita advertir de cuántas maneras, durante cuánto tiempo nos hemos empeñado en evadir el presente, en desoír las preguntas de la vida. Claro que para darnos cuenta es necesario quedarnos quietos, aprovechar el silencio externo para escuchar las voces internas, dejar de buscar maneras de burlar el confinamiento.

Huir de lo que se teme, escribe Watts, demuestra falta de adaptabilidad a las situaciones de la vida. Es rigidez. Y lo rígido a menudo termina por quebrarse. La huida nos sustrae de la experiencia, no nos permite atravesarla y aprender. Cuando buscamos evadirnos llevamos lo temido en nuestra mochila. No lo dejamos atrás. Suavidad y adaptabilidad, sugiere el filósofo. Permanecer ante lo temido. Cuando fugamos nos disociamos. La permanencia es integridad. Permanecemos con lo que somos, con todo nuestro ser.

En la primera mitad del siglo veinte el astrofísico británico Arthur Edington (1882-1944) alcanzó notoriedad por su teoría sobre el límite natural de la luminosidad que puede ser emitida por un cuerpo compacto, y por su trabajo sobre la conformación interna de las estrellas. Edington dijo alguna vez: “Algo desconocido está haciendo no sabemos qué”. Vivimos rodeados de cisnes negros. Podemos temerles o abrirles las puertas de nuestras vidas. Vendrán sin anunciarse y algo nos enseñarán. No sabemos qué.

 

(*) El autor es escritor y periodista. Su último libro es "La aceptación en un tiempo de Intolerancia"

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE

ESTA NOTA ES EXCLUSIVA PARA SUSCRIPTORES

HA ALCANZADO EL LIMITE DE NOTAS GRATUITAS

Para disfrutar este artículo, análisis y más,
por favor, suscríbase a uno de nuestros planes digitales

¿Ya tiene suscripción? Ingresar

Básico Promocional

$120/mes

*LOS PRIMEROS 3 MESES, LUEGO $2250

Acceso ilimitado a www.eldia.com

Suscribirme

Full Promocional

$160/mes

*LOS PRIMEROS 3 MESES, LUEGO $3450

Acceso ilimitado a www.eldia.com

Acceso a la versión PDF

Beneficios Club El Día

Suscribirme
Ir al Inicio
cargando...
Básico Promocional
Acceso ilimitado a www.eldia.com
$120.-

POR MES*

*Costo por 3 meses. Luego $2250.-/mes
Mustang Cloud - CMS para portales de noticias

Para ver nuestro sitio correctamente gire la pantalla